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Domingo

Giorgia Meloni: la ultraderechista que gobernará Italia

El triunfo de la lideresa de Hermanos de Italia es, según los expertos, una prueba más de que los diques democráticos que contenían el avance de los extremistas de derecha se están rompiendo en el mundo.

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Inédito. Ha sido la mayor votación lograda por la extrema derecha en la historia de Italia. Foto: Agencia

En 1996, un canal de la televisión francesa entrevistó en la ciudad de Roma a una joven de 19 años, militante de un partido llamado Movimiento Social Italiano (MSI), fundado por los seguidores de Benito Mussolini después de la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial.

En esa oportunidad, la muchacha, llamada Giorgia Meloni, se deshizo en elogios hacia el líder del fascismo italiano, el aliado de Hitler y responsable de una serie de políticas autoritarias y hasta racistas que llevaron a abandonar el país a cientos de miles de sus compatriotas.

“Creo que Mussolini fue un buen político. Es decir, todo lo que hizo lo hizo por Italia”, dijo. “Y eso no se encuentra en los políticos que hemos tenido en los últimos 50 años”.

Un cuarto de siglo después, esa admiradora de Mussolini ha llegado a lo más alto de su carrera política: el último domingo, su partido, Hermanos de Italia, obtuvo la más alta votación en las elecciones generales, con lo cual la muchacha, hoy una mujer de 45 años, tiene la mesa servida para convertirse en la próxima primera ministra de Italia.

Meloni prometió una agenda dura contra la inmigración, la agenda feminista y los derechos de la comunidad LGBTI. Foto: AFP

Y aunque, pasado el tiempo, ha tratado de desmarcarse de sus pasiones políticas juveniles, diciendo que “Il Duce” cometió errores y que el fascismo ya quedó relegado a la historia, en su última campaña pareció lanzar guiños y mensajes ocultos a sus seguidores más extremistas.

Agenda extremista

Giorgia Meloni no apareció de la nada en la arena política nacional. Desde finales de los noventa ascendió en las filas de Alianza Nacional, el partido ultraconservador que sucedió al MSI. En 2008 obtuvo un escaño como diputada nacional y ese mismo año fue nombrada ministra de la Juventud con Silvio Berlusconi en el poder.

En 2012, Meloni y otros políticos ultraderechistas fundaron Hermanos de Italia. Su crecimiento fue lento y en las elecciones de 2018 apenas lograron el 4.4 % de los votos.

Cuatro años después, en los comicios celebrados el pasado domingo 25, la votación de Hermanos de Italia se cuadruplicó: 26 %, tres veces más que sus aliados de la coalición de centroderecha: La Liga Norte, de Matteo Salvini, y Fuerza Italia, de Berlusconi.

¿Cómo lo consiguieron?

Durante su campaña, Meloni hizo énfasis en una agenda dura en contra de la inmigración, la agenda feminista y los derechos de las minorías sexuales. Prometió un “bloqueo naval” para cortar el paso a las embarcaciones que trasladan migrantes desde África. En un acto en España, en junio, adonde fue invitada por el partido ultraderechista Vox, lanzó un inflamado discurso contra “los lobbies LGBT”, la “violencia islámica” y la “ideología de género”.

Meloni prometió una agenda dura contra la inmigración, la agenda feminista y los derechos de la comunidad LGBTI. Foto: AFP

Sin embargo, para el analista internacional Farid Kahhat, no fue su ideología extremista la que le ganó la mayor cantidad de los votos.

-Lo que ayuda a entender su éxito no es necesariamente su ideología. La principal explicación es que su partido fue el único con cierta relevancia que no participó en la coalición de gobierno de Mario Draghi, que, vista en retrospectiva, es considerada un fracaso. Hermanos de Italia era la única alternativa no probada– dice.

Kahhat sostiene que el triunfo de Meloni, como el ascenso de Los Demócratas de Suecia y el fortalecimiento de otros partidos ultraderechistas en Europa, es un signo alarmante de que la derecha radical ha llegado para quedarse.

–Los diques de contención que se intentaron crear por parte de partidos democráticos alrededor de la derecha radical se están rompiendo. Hay que aceptar que son una fuerza política que hay que confrontar dentro de la legalidad democrática, sin apelar a la condena moral o a la histeria como único recurso.