Su padre fue un artesano pirotécnico y, hasta los dieciocho años, el reconocido pintor trujillano Pablo Ramírez Vega también se dedicó al delicado arte de construir castillos de carrizo y pólvora para las festividades populares. Viajaba a diferentes pueblos de La Libertad llevando esos artefactos casi mágicos que llenaban de luces, colores y detonaciones enloquecedoras las noches más frías.
Esos primeros viajes quedaron grabados en la memoria del joven quien, ya como pintor egresado de la Escuela de Bellas Artes de Trujillo Macedonio de la Torre, plasmó toda la vitalidad de los fuegos artificiales en el cuadro con el que se graduó como pintor.
Los seres fantásticos de Pablo. Foto: difusión.
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Lo tituló Toro (1998), en referencia a las vacas locas –esos caparazones de fuegos artificiales que se coloca encima algún avezado en las fiestas patronales–, y se caracterizó por la fuerza de los trazos y el colorido. Es más, trascendió a las aulas de arte para ser portada del dominical del diario local La Industria. Así debutó Ramírez en las artes plásticas y su peculiar estilo, que funde personajes de nuestra historia, animales fantásticos y colores iridiscentes, le ha dado un lugar en la escena del arte contemporáneo.
El año pasado, por los 200 años de la independencia, el Ministerio de Cultura auspició su muestra individual Visiones de un Bicentenario 1821-2021, que constó de lienzos poblados por seres de fábula: aves, caballos, cabras o perros con rostro humano, y que en sus detalles nos remiten a nuestras culturas ancestrales como la mochica.
Mirada furtiva, por ejemplo, es un óleo sobre lienzo que muestra a un hombre de cuatro ojos, que lleva orejeras y, las que parecen ser, serpientes envolviendo su cabeza, y nos recuerda vagamente a un hueco retrato: “Los elementos pueden tener el patrón del huaco, pero recreo una metamorfosis”, precisa el pintor.
Ramírez dice que fusiona lo ancestral y lo moderno. En Sueños de libertad (2020) representa a un caballo con la cara de José Bernardo de Torre Tagle –el militar y político que junto a José de San Martín proclamó la independencia de Trujillo de la corona española en 1820–, y que lleva como montura una réplica del dios degollador moche.
A veces, también hace referencia a lo religioso, tiene personajes con barba que podrían hacernos pensar en Cristo; y todas estas composiciones aparecen en el lienzo en atmósferas de colores recargados que el artista ha obtenido gracias al dominio de la técnica de la pintura en óleo y la experiencia.
Los seres fantásticos de Pablo. Foto: difusión.
Algunos han llamado a su arte como “barroquismo andino” por lo recargado de sus colores y seres incongruentes. Ramírez Vega, por su parte, califica su estilo como “neofigurativo mágico ancestral”. Lo influyeron pintores peruanos como Fernando de Szyslo y Enrique Galdos Rivas que lo dejaron impresionado por el manejo de los colores en sus obras cuando era un estudiante. “Yo quería pintar como ellos algún día, pero no tenía el conocimiento suficiente, y con el correr del tiempo fui descubriendo el color y los materiales, y la respuesta, finalmente, se muestra en el lienzo”, dice.
Este agosto, el pintor trujillano presentó El cóndor pasa en la galería Imaginarte de Chacarilla, una nueva entrega de más de cuarenta cuadros que nos llevan de viaje al mundo fantástico de Ramírez donde viven peces con rostro humano y patas de pollo, o perros músicos que tocan flautas. Seres que parecen salidos de una fábula y cuya creación tiene referencias en nuestra cultura milenaria, como también en películas como el Señor de los Anillos, según cuenta el pintor.
Los seres fantásticos de Pablo. Foto: difusión.