“Horrible, qué vergüenza”. “Decadencia total”. “¿A esto le llaman arte ahora?”.
Comentarios como estos –y otros más violentos– se reprodujeron en los últimos días en redes sociales luego de que fuera inaugurado el Pabellón Peruano en la Bienal de Arte de Venecia 2022.
La muestra elegida para representar al Perú fue “La paz es una promesa corrosiva”, un conjunto de 30 piezas hechas por el artista visual Herbert Rodríguez entre los años 1985 y 1990, un lustro convulso, de violencia y crisis.
Los descontentos se quejaron en las redes de que esos fotomontajes, esos collages y esos murales, hechos con materiales baratos, perecibles, piezas de arte crítico con las que Rodríguez plantaba cara a la violencia estructural del Estado y de los grupos terroristas, no tenían lugar en un espacio como la Bienal de Venecia.
La obra que más ofendió fue un collage en forma de pene, hecho con fotos de mujeres semidesnudas sacadas de los diarios de época, con la que el artista denunciaba el sensacionalismo de los medios y la cosificación de la mujer.
En una llamada telefónica a Madrid, donde se encuentra por estos días, le preguntamos a Rodríguez qué pensaba de estas críticas.
–Es un ataque de troles. Gente que comenta con mala intención y basada en prejuicios.
–¿Qué prejuicios?
–Por un lado hay una especie de idea de que el arte es igual a bellas artes y bellas artes es igual a grandes maestros de la pintura. Es un esquema fuera de la realidad de lo que es el arte contemporáneo: “Un collage con forma de pene no es arte”. Y, por otro lado, está la no legitimidad del tema del sexo. “¿Cómo va a estar un pene en una exposición de arte?”.
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–¿No crees que al espectador peruano le puede resultar difícil entender las características de tu obra?
–Esto es interminable y siempre se da: el desencuentro entre el arte contemporáneo y un público amplio. Es solo un tema de ausencia de educación artística. Entender el arte no es una cosa espontánea, tiene que haber conocimiento, saber contextualizar las obras de arte.
Rodríguez asegura que la recepción a la muestra –curada por Jorge Villacorta y Viola Varotto– ha sido muy buena y que él mismo ha recibido espontáneos elogios de los visitantes.
El Patronato Cultural del Perú, la institución privada que desde 2016 tiene a su cargo la elección de los representantes peruanos en la Bienal de Venecia, se ha apresurado en difundir en sus redes sociales un par de artículos de medios especializados que han elogiado al pabellón peruano y han recomendado visitarlo.
–La gente no viene con la carga de prejuicios en cuanto a las técnicas, los formatos o los contenidos– dice el artista. –Han captado la fuerza, la autenticidad y la coherencia del mensaje.
Rodríguez es enfático en señalar que las piezas no deben verse de forma aislada sino en conjunto y dentro del contexto político y social en el que fueron creadas, con un espíritu contestatario y siguiendo la ética punk del “Do it yourself” (“Hazlo tú mismo”).
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Durante tres décadas, la obra de Rodríguez parecía destinada a verse solo en marchas y conciertos de rock y en espacios alternativos, lejos de las galerías. Pero a inicios de la década pasada empezó una revalorización de su trabajo por parte de instituciones del establishment cultural, que llegó a su punto culminante en 2019 cuando 17 piezas suyas fueron ingresadas a la Colección del Museo Reina Sofía de Madrid.
–Es un cambio de paradigma –dice–. Los que hemos estado en una resistencia cultural, haciendo lo opuesto al canon moderno, con obras efímeras, participando en activismo político... todo eso ahora cobra valor. Hay una puesta en valor de esas disidencias que ahora se reconocen como parte del arte contemporáneo.