Parte de Guerra: La guerra involucra también a Dios

Escribe: Fernando Armas Asín. *

L a guerra no solo se está librando en los campos de batalla, también en el campo de las ideas y lo simbólico, y allí lo religioso es crucial. La importancia radica en que la religión para muchos todavía explica el origen y sentido del orden político, económico o social, y en que el clero influye a través de la prédica y los oficios sagrados –misas, bautismos, matrimonios y sepelios– en las ciudades y en los pequeños pueblos. Pero desde la llegada de la expedición de José de San Martín, desde la independencia del norte y el cerco que ejercen los patriotas sobre Lima, la causa del rey ha visto cómo el monolítico apoyo del cuerpo eclesiástico se ha resquebrado.

Cuando en 1820 llegó la expedición libertadora al virreinato del Perú, el clero cerró filas contra ella. Rogativas y misas en los templos se sucedieron, así como generosas contribuciones económicas al gobierno virreinal, como las del arzobispo de Lima, Bartolomé de las Heras, las de los obispos de Trujillo y Arequipa, las de los cabildos eclesiásticos o conventos. Por su lado, siguiendo al papa Pío VII –que en el breve Etsi longissimo (1816) había señalado la fidelidad al rey y sus instituciones–, el obispo auxiliar de Cusco, José Calixto de Orihuela, emitió una carta pastoral condenando la causa independiente. La Iglesia de Lima hizo lo mismo. A pesar del cambio de gobierno en España y del decreto de desamortización de los bienes de la Iglesia, en marzo de 1821, ante el pedido del nuevo virrey José de la Serna de más recursos para la guerra, el clero y varias instituciones eclesiásticas hicieron otra contribución, entregando las alhajas de las iglesias no necesarias para el culto.

Sin embargo, el espíritu de cuerpo se fue perdiendo con rapidez. En Trujillo, ante la proclamación de la independencia en diciembre de 1820, el obispo español José Carrión y Marfil se retiró a Ascope y luego, escoltado, fue enviado a Ancón, mientras el cabildo eclesiástico y el clero norteño buscaron entenderse con el nuevo régimen y colaborar económicamente con él –entregando, por ejemplo, las alhajas que Carrión había escondido en Cajamarca-.

Paralelamente, ante el avance de la causa independiente en la selva norte, el obispo de Maynas, también peninsular, Hipólito Sánchez Rangel, huyó al Brasil, emitiendo en el trayecto una carta pastoral mediante la cual excomulgaba a cualquier feligrés que aceptase la causa patriota, aunque una parte de su clero buscó igualmente entenderse con las nuevas autoridades.

Entretanto, los obispos de Cusco y de Huamanga, Orihuela y Pedro Gutiérrez de Cos, atrapados en Lima por la expedición de Juan Antonio Álvarez de Arenales y la proliferación de montoneras, buscaron regresar a sus diócesis. Según el historiador Rubén Vargas Ugarte, Orihuela llegó a un acuerdo con Arenales en diciembre de 1820, que le permitió retornar a Cusco, todavía en manos realistas.

Conforme han transcurrido los hechos, numerosos clérigos asentados en los pueblos de la sierra central se han adherido a la causa independiente, aunque muchos también están a favor del rey. En las múltiples proclamaciones de la independencia en pueblos y ciudades del norte del virreinato, la presencia del estamento eclesiástico ha sido deseada por las autoridades, pues confirma que Dios está con la causa de la patria. En los sermones y oficios divinos que se imparten en esa zona se insiste mucho en ello, mientras que en Lima y en las diócesis de Arequipa, Cusco y Huamanga es la causa del rey la que se promueve. Tener a Dios de su lado es motivo de una pugna intensa, pues confirma la justicia de la causa.

Hacia abril de 1821, en Lima –todavía controlada por las fuerzas del virrey La Serna–, Las Heras mantiene su fidelidad al rey, como el resto de los cuerpos eclesiásticos. En junio, un nuevo pedido al clero para la entrega de la plata que aún se conserva en los templos será aceptado. Pero es obvia la sedición en favor de las fuerzas de San Martín: la hay en el convento de San Pedro, sede de la congregación de San Felipe Neri; en el cabildo eclesiástico, formado sobre todo por criollos; en diversos conventos; o entre activistas con un pasado revolucionario, como Mariano José de Arce o Joaquín Paredes, quienes mantienen estrecha comunicación con el cuartel de San Martín y sus agentes, informando y colaborando con ellos. Pronto, los acontecimientos que desembocan en la salida de La Serna de Lima, a inicios de julio de 1821, obligarán al propio Las Heras a definir su posición ante la nueva realidad.

(*) Docente de la Universidad del Pacífico y miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, es autor de diversos libros y artículos sobre religión y economía en la historia del Perú.

► Cronología de la independencia del Perú 1821

29 de ene. Dieciocho jefes realistas, en Aznapuquio, conminan al virrey Pezuela a entregar el mando al general José de la Serna y a dejar el Perú en un plazo de 24 horas. El virrey dimitió.

12 de feb. En Huaura, San Martín dicta un reglamento provisorio. El territorio libre es dividido en cuatro departamentos: Trujillo, Tarma, Huaylas y la Costa, que después tomó el nombre de la capital.

13 de feb. Se publica el periódico realista El triunfo de la Nación hasta el 29 de junio. El editor fue Guillermo del Río.

17 de mar. En Paita, los patriotas capturan el buque Sacramento.

21 de Mar. El coronel Guillermo Miller desembarca en Pisco para iniciar sus correrías en la costa central y sur del Perú.

7 de Abril. Victoria bolivariana de Bomboná.

21 de Abr. Llega al Perú el comisionado español Manuel Abreu. Segunda campaña de Álvarez de Arenales a la sierra. Fuente: M. Guerra, coord., Cronología de la independencia del Perú, 2016

Edición y coordinación: Marco Zileri. Diseño: Brian Tejeda. Fuente de ilustraciones: ABIERTA.