Escribe: Paola Ugaz
Hace 3 años, el caso contra el director de teatro Guillermo Castrillón Velásquez, de 51 años, era solo la suma de varias denuncias en redes sociales.
Pero desde noviembre del 2017, mucha agua corrió bajo el puente. Muchos testimonios incriminatorios fueron acumulándose contra Castrillón. El empuje de las denunciantes, sumado al trabajo de la abogada Elizabeth Vásquez, de 40 años, hizo que el caso crezca y fuera declarado complejo en la Fiscalía. Se esperaban noticias alentadoras para la parte demandante.
No es fácil tomar la decisión de denunciar un caso de abuso, seas hombre o mujer. ¿Dónde se iban a quejar las denunciantes? ¿Quién les iba a creer si son mujeres adultas y empoderadas? ¿Quién iba a desconfiar de alguien que forjó parte de su fama al lado de una respetada actriz como Jimena Lindo? ¿Acaso es abuso sexual ser violentada por alguien que fue tu expareja? ¿Seguir viviendo con alguien que ha abusado de ti, en la misma casa, borra el delito?
Por vez primera en Perú, 16 mujeres denunciaron en un mismo expediente a un presunto abusador sexual, y para tal fin transitaron el duro camino emocional que significa remover el recuerdo y pasar por una cámara Gessel (que se usa por lo general para menores de edad). Fueron declaraciones en las que se mostró, una y otra vez, cómo el director de teatro tenía mucho por qué responder.
Domingo tuvo acceso a los testimonios de las dieciséis denunciantes, quienes reportaron situaciones ocurridas entre el 2001 y el 2017, época en la que el acusado presentó las obras Escrito por una gallina, La sombra, La gaviota, y La última cena, con las actrices Jimena Lindo, Melania Urbina, Karen Spano y Vanesa Saba, entre otras.
“En nombre del arte se cometen barbaridades”, dijo Guillermo Castrillón en una entrevista a El comercio, al celebrar el décimo aniversario de Escrito por una gallina, obra que se iba a reestrenar el 24 de noviembre de 2017. A raíz de la denuncia de Eva Bracamonte y de todos los demás testimonios que surgieron en contra del director, la obra no volvió a exhibirse.
En el ecosistema artístico de esos años, Castrillón se había hecho de un nombre trabajando con actrices conocidas, gozaba del prestigio de verse premiado por su método innovador y, a partir de ello, había creado un espacio donde habría abusado de su poder. En los talleres que dictaba tenía contacto con jóvenes actrices que buscaban explorar nuevas formas de expresión. Su método, desde las primeras sesiones, insistía en que “el cuerpo se pone al servicio del arte” y que era fundamental dejar atrás cualquier rastro de pudor.
“Una sociedad que calla es casi tan culpable como quien comete el delito. En psicoanálisis decimos que todo aquello que no se elabora, que no se habla, retorna con más fuerza, es la compulsión a la repetición. Algo que no es castigado, señalado como delito, no se prohíbe, entra en el terreno de la impunidad”, afirma la psicóloga, Carmen Wurst, quien trabajó en la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales Contra Menores en Instituciones Públicas o Privadas que presidió el congresista Alberto de Belaunde.
Según los testimonios que se fueron reuniendo, Castrillón citaba a las víctimas a su casa y las hacía actuar en una mesa, donde se tenían que desnudar y vendar los ojos. Luego les echaba agua, les gritaba y las obligaba a llegar al límite mientras las insultaba con frases que disminuían su autoestima. Después de todo, sus obras estaban basadas siempre en arquetipos de mujeres que pasaban situaciones trágicas y lucían desamparadas ante la maldad del mundo.
Trabajaba en unipersonales de mujeres en situaciones de violencia, como Perséfone, que es secuestrada, violada y obligada a casar con el dios Hades, o Ifigenia, la hija entregada en sacrificio a la diosa Artemisa por su padre, el rey Agamenón.
“Si no consigo dinero para la obra, podrás decir que has trabajado conmigo y eso te hará ser alguien con mayor prestigio en el mundo artístico”, decía Castrillón para atraer sus alumnas, según relata a Domingo una de las denunciantes ante la Fiscalía. La misma añade que en un segundo momento, “las humillaba, las obligaba a desnudarse y las penetraba con el pene o los dedos sin su consentimiento”. “Es como un culto, un ritual. Te dejo abrazos digitales.”, así se despedía Castrillón de sus hoy denunciantes luego de cada sesión de trabajo.
“(Castrillón) creó la fachada perfecta para hacernos creer que realmente estaba interesado en trabajar con jóvenes inexpertas a las que constantemente asediaba, escribiéndonos, alguna vez con la excusa de que no se había culminado el proyecto prometido”, contó otra de las denunciantes a Domingo.
Hay dos acusaciones más que pesan contra Castrillón y que no ocurrieron en el espacio artístico: la presunta violación de dos mujeres. Una de ellas cuando la denunciante dormía y la otra durante una reunión en la que la agredida estaba inconsciente por el consumo de alcohol.
Al acudir al Instituto de Medicina Legal adscrito a la Fiscalía, Castrillón negó todas las denuncias en su contra alegando envidia, mala entraña y robos, entre otras cosas, porque les dijo a las demandantes que eran malas actrices y que no tenían futuro en el mundo del arte.
“Todo es un complot de las denunciantes con Eva Bracamonte, quien les habría pagado”, aseguró Castrillón al hablar de las 16 denuncias en su contra.
El lado oscuro
Sin embargo, en un correo electrónico enviado a la directora de danza, Pachi Valle Riestra, Castrillón dijo lo siguiente: “…Hay un lado oscuro, perverso, narcisista, confundido y torcido en mí, que lo vengo trabajando 4 años en terapia… Hicimos reglas, las rompimos y hacía el último compartimos nuestras mayores mierdas...gracias por cachetearme. De hecho, lo necesitaba para sentir asco, vergüenza, dolor y pena de mí y espero eso me ayude a sanar ese lado mío... me siento muy mal por Eva”.
Pachi Valle Riestra nunca le contestó la comunicación.
Ahora que falta poco para que se cumplan tres años de la primera denuncia de Eva Bracamonte contra Castrillón, el fiscal Marco Guzmán Baca cerró el caso sin haber mencionado la gravedad de las 16 denuncias y la pericia psicológica practicada a Castrillón, a pesar de que a la letra dice: “Personalidad histriónica con rasgos disociales”, “perfil psicosexual con indicadores de inmadurez psicosexual con tendencia a la promiscuidad” y “percibe a las mujeres como objetos, es además dominante en sus relaciones, no tiene control de sus impulsos sexuales”.
¿Qué se puede hacer con el Ministerio Público cuando no puede sancionar casos complejos, como el de Castrillón, con una visión que valore el delito en serie y la violencia de género? No basta haber denunciado el fallo del fiscal y esperar que se reabra el caso.
Es necesario un giro de 180 grados en el sistema, tal y como señala la periodista Teresina Muñoz Najar en su libro Morir de amor. Porque, según explica la escritora, el sistema judicial, social y político es el que sigue protegiendo a los presuntos agresores y a sus cómplices en colegios, teatros, universidades, órdenes religiosas, y más.