A Greca Li, estudiante de Historia de la PUCP, dos chicas a las que se cruzó en la calle le dijeron “china coronavirus” mientras la grababan con el celular. Ella se quedó tan sorprendida que no supo cómo reaccionar.
A Daisy Saravia, docente de San Marcos, dos mujeres, madre e hija, a las que se encontró en el baño de un supermercado, estuvieron a punto de lanzarle agua mientras la señalaban porque era una “china” que había traído “la enfermedad”.
A Sailin Wong, economista, peruana, un hombre la atacó a gritos, en la cola de un policlínico de Ate, y le dijo que los chinos debían regresar a su país y que no había que comprarles nada para que quebraran y se fueran.
La explosión del coronavirus ha reavivado las fuerzas de otro virus mucho más antiguo: el del racismo contra las personas de rasgos orientales. Se manifiesta por todas partes, desde Donald Trump hablando del “virus chino” hasta los ataques a negocios en los barrios chinos de varias ciudades. Como muestran las historias de Greca, Daisy y Nilton, se manifiesta también en el Perú.
En nuestro país, un colectivo nacido hace dos años con el objetivo de promover la cultura tusán se ha constituido, en las últimas semanas, en una plataforma para visibilizar y denunciar este tipo de situaciones.
Se llaman Tusanaje, un nombre en el que mezclan las palabras “tusan”, “mestizaje” y “linaje”.
Tan temprano como en febrero iniciaron una campaña en redes, con el hashtag #NoSoyUnVirus, en la que recopilaban y difundían noticias, memes y comentarios en redes sociales que asociaban malévolamente la COVID-19 a los chinos, a los descendientes de chinos y a las personas de ojos rasgados, en general.
Con el paso del tiempo, sentando posición en Facebook, publicando didácticos hilos en Twitter y organizando conversatorios virtuales, han iniciado una discusión pública en torno al racismo, los prejuicios y los estereotipos que, 170 años después de la llegada del primer ciudadano chino al Perú, siguen persiguiendo a la comunidad tusán.
Rodrigo Campos, pisqueño de ancestros chinos y cusqueños, dice que Tusanaje nació, en octubre de 2017, como un espacio de difusión y colaboración de artistas, literatos e intelectuales tusanes, que pretendía mostrar, adentro y afuera, que, más allá de las figuras empresariales conocidas, había referentes humanistas en la comunidad.
Tusanaje también se impuso la misión de poner en debate asuntos que en la comunidad eran tabú. El tema del racismo, por ejemplo.
–Somos una comunidad con gente muy conservadora– dice. –Mientras los afro luchan por derechos civiles usando la protesta y otros caminos políticos, los tusanes son más conservadores, creen que con esfuerzo se consigue dinero y con dinero se soluciona el problema. Creen que la solución al racismo no es protestar, sino convertirse en parte del status quo.
Por esta razón, durante años, los líderes tusán no han dicho una palabra para protestar por los estereotipos que los medios, la televisión y la publicidad, principalmente, han usado para personificar a los descendientes de inmigrantes asiáticos.
–La representación del tusán siempre se ha dado desde el estereotipo– dice Campos. –En la comedia en televisión, desde el Chino Yufra que se autoexotizaba y el personaje de Cuy Lee de Miguel Barraza. Y, luego, las caracterizaciones de JB, que al imitar a Kenyi hace uso de una prótesis exagerada para los ojos.
Juan Jhong Chung, un ambientalista que estudia en la Universidad de Michigan, de ancestros cantoneses, hakka y ayacuchanos, dice que los tusanes enfrentan un racismo de tipo individual y otro de tipo estructural.
–El estructural es el característico yellowface de la televisión, con personajes inventados, prendas exóticas, bigotes falsos, prótesis y maquillaje. Es algo que no se cuestiona, está muy normalizado– dice.
El racismo individual se da en el plano de las relaciones interpersonales. El “chino” no tiene ritmo ni sabe bailar. Es débil y enfermizo. Siempre es bueno en matemáticas. Es muy trabajador. Es bueno en los negocios. Algunos estereotipos pueden ser vistos como positivos, dice Jhong Chung, pero constituyen un problema porque perpetúan una imagen que no se aplica a todos los miembros de la comunidad y, por otro lado, transmiten la idea de que, por razones biológicas, hay personas mejores o peores que otras.
Los estereotipos en torno a los descendientes de chinos son de larga data, dice Daisy Saravia, que ha investigado el tema y ha recopilado caricaturas de la revista Variedades, de las primeras décadas del siglo XX, que presentan a estas personas como sucias, usureras o comedoras de animales domésticos.
–Otra forma de estereotipar se da en el habla, en el hecho de mutar la erre por la ele– dice, –como si los descendientes de chinos no pudieran hablar bien el castellano. Detrás hay un afán por decir que este sujeto no está totalmente asimilado a la sociedad peruana.
El ánimo por poner en evidencia estos estereotipos ha llevado a los miembros de Tusanaje a intercambiar tuits con Gastón Acurio, un amante de la culinaria y la cultura tusán, pero que en los menús de su cadena de chifas incluye bebidas con nombres como “Chinita sexy”, “Chalapita”, “Zanaholita” y “Chilimoyita”.
Denunciar, visibilizar el racismo hacia los tusanes no es sencillo. Como señala Rodrigo Campos, dentro de la propia comunidad muchos no están dispuestos a sostener esta conversación. Los prejuicios también se reproducen entre sus miembros y suele pasar que los “puros” discriminen a los mestizos o que los padres acepten o rechacen a los novios y novias de sus hijos según sean estos más o menos chinos.
Daisy Saravia piensa que muchos tusanes están conformes con los estereotipos porque no tienen conciencia de que los limita. Cuenta que algunos les han escrito por interno cuestionándolos por haberse “metido” con Gastón. Incluso, cuando publicaron los mensajes de #NoSoyUnVirus en Facebook, muchos jóvenes tusanes se burlaban y ponían “Me divierte”, tomándose el asunto a la broma.
Juan Jhong Chung dice que en Tusanaje son conscientes de que el racismo cotidiano que viven los descendientes de asiáticos en Perú no se puede comparar al que padecen los afroperuanos, los andinos y los amazónicos, que tiene causas estructurales y que limita su acceso a la salud y a la educación y sus posibilidades de desarrollo.
–Es importante para nosotros ser aliados de activistas de otras causas antirracistas y es importante pronunciarnos frente a actos como el [brownface] de Vania Torres– dice. –Esta vez, Vania Torres hizo lo mismo que se ha hecho durante años con las personas asiáticas: usar un estereotipo de como ella imagina que son las personas en los Andes. Nos manifestamos en contra de eso de la misma forma en que estamos en contra cuando la sociedad representa lo que se imagina que es una persona de ascendencia asiática en el Perú.