TeatroEl actor peruano encarna al genial músico alemán en la obra 33 variaciones que se presenta hasta el 15 de julio en el Centro Cultural de la PUCP. Una historia sobre la pasión por la música y la búsqueda de la trascendencia.,Roberto Moll, el espíritu de Beethoven,Roberto Moll, el espíritu de Beethoven,Roberto Moll, el espíritu de Beethoven,Hay un momento en el segundo acto de 33 variaciones en que Beethoven aparece caminando con una vela en la mano. Está vestido como si se hubiera despertado de un sueño, con una bata blanca, raída, vieja. La música, aparentemente, suena en su cabeza y él quiere atraparla. "El actor tiene que hacerle ver al público que está creando la música en su cabeza y lo va diciendo en voz alta: do menor, si bemol mayor, fa menor... Y una pianista en el escenario lo va interpretando en vivo frente al público. Es muy fuerte, la música tiene momentos: fortissimo, crescendo, forte. Yo debo decir siete páginas. Y pensaba: cómo voy a hacer para no hablar antes de tiempo, sino en el momento exacto para que ella interprete. Pero lo hemos logrado y por eso le digo a Dios: gracias, papito". Eso nos dice Roberto Moll sentado en una de las butacas del teatro del Centro Cultural de la PUCP y mirando al techo. Está caracterizado como Ludwig van Beethoven: camisa blanca, corbata de lazo roja, sacón y pantalón negros. Tiene el cabello cano y revuelto, a la manera del genio alemán, y parece que para esta entrevista ya está poseído por el espíritu del músico. Cuando le propusieron el papel, le dieron a leer la obra y quedó seducido. Aceptó sin dudarlo. Como todos, su acercamiento a Beethoven había sido a través de la música. "La novena sinfonía me impacta, tiene una energía que te traspasa y te conmueve", dice. Mientras se preparaba para el papel leyó un par de biografías enormes de Beethoven y así obtuvo información para hacer su papel de la manera más honesta posible. "Hay que darle vida a las líneas a nivel consciente pero también a nivel subconsciente", explica. Roberto, 71 años, se ha metido en la piel de Beethoven en 33 variaciones. Su personaje tiene el carácter fuerte, es casi bipolar, cambiante, exigente consigo mismo y con los demás. La obra, escrita por el norteamericano Moisés Kaufman, cuenta una historia que tiene dos líneas paralelas: en 1819 Beethoven compone obsesivamente 33 variaciones sobre un vals de Diabelli, mientras que en 2019 –doscientos años después– Katherine Brandt, una reconocida musicóloga, busca descifrar el misterio de esa obsesión. Dirigida por Marco Mülehtaler y Lucho Tuesta, la obra habla de la pasión por la música, pero también de cosas trascendentes. Mülehtaler, por ejemplo, dice: "Kaufman nos lleva de la mano en la aventura de adentrarnos en el universo creativo interior del genio alemán y en la agonía de una reconocida académica por terminar la última investigación de su vida. Y es ahí, en lo más profundo de ambos seres y de manera muy conmovedora, donde se revela el verdadero tema de la obra: la necesidad de trascender a nuestro corto paso por esta vida y dejar a los demás algún legado". La obra se estrenó por primera vez en Broadway hace una década, con Jane Fonda haciendo de la doctora Brandt. En esta puesta, ese papel lo hace Martha Figueroa, y el rol de su hija recae en Patricia Romero, su hija en la vida real. Completan el elenco Ricardo Velásquez, Grapa Paola, Gustavo Mayer, Óscar Meza y Silvia Valdivia. "Cada actor y actriz ha sido escogido de manera perfecta para su personaje y desarrollan un trabajo de alto nivel", comenta Moll. El teatro, la vida En la oscuridad del escenario Beethoven avanza lento y con rostro adusto alumbrado por una vela. Las paredes están tapizadas de partituras. Luego levanta las manos y posa como si estuviera dirigiendo una orquesta. La mirada, el gesto adusto, recuerdan a esa imagen –traje oscuro, camisa blanca, corbata de lazo roja– que todo hemos visto en las láminas de los libros sobre el músico. "Beethoven fue un niño con una infancia difícil, un padre alcohólico que lo maltrataba y obligaba a tocar el piano. Él fue un genio desde niño. A los 8 años ya daba conciertos como Mozart. Cuando llegó a Viena, el centro musical de Europa, había quinientos genios como él, pero llegó con su piano y dejó admirados a todos, sobre todo a los integrantes de la corte", cuenta Roberto. A ese genio, ya adulto, con todo su bagaje y su pasión por la música a cuestas, vemos en 33 variaciones. "Hay una escena muy hermosa. Es un sueño que tiene la doctora Brandt en el que está con Beethoven y él le dice que lo que más le asusta en la vida es volverse sordo. Él, que tiene el oído perfecto, pero después llega a la conclusión de que esa sordera, ese aislamiento del mundo de los sonidos le permite estar con su música de la manera más íntima posible", precisa. -Roberto, tú has hecho personajes muy grandes, muy importantes en el teatro. "Así es. Bolívar, Allende, Churchill, a Van Helsing en Drácula. El de Allende era un monólogo de una hora y diez que iba in crescendo. Está solo en escena, hablando sobre su último día de vida, desde que entra al Palacio de la Moneda hasta que decide suicidarse seis horas después. Ahí están los bombardeos de la aviación y su proceso mental. Es decir, cómo llega a la conclusión de que tiene que desaparecer. Fue un gran reto, como son todos mis personajes". Para un actor de método, como Roberto, no se trata de aprenderse el libreto y salir a decirlo. Para él se trata de un reto mental que lo hace transformarse, cambiar su ser interior. "Uno debe apartar su yo interior un rato para que entre el yo de otras personas que uno arma con pedacitos", dice. Sigue el método de Stanislavski, el actor ruso que ordenó el proceso de convertirse en otra persona. -Actuaste en El rey Lear, una obra que se hizo en el Teatro Municipal aún quemado. -(Suspira) Eso fue estupendo. Yo hacía del conde de Glocester, a quien le sacan los ojos en escena. Un elenco fascinante: Alberto Ísola de rey Lear, Mónica Sánchez, que hacia doble papel, Salvador del Solar y Diego Bertie como mis hijos. -Cuentan que en uno de tus parlamentos te emocionaste tanto que casi te caes de un balcón. -¡Ay, Dios mío! Mi personaje está en el balcón hablando y tiene a la espalda a su hijo (Salvador del Solar). Y mientras decía mis líneas salté por fuera del balcón. Uno se apasiona tanto con los personajes... Ahora, a su edad, y con más de medio siglo de teatro a cuestas (cuando joven estuvo en el grupo Rajatabla de Venezuela y viajó por el mundo), está viviendo como una luna de miel el papel de Beethoven. Porque cada noche tiene que convencer al público de que esta historia es verdadera no siendo verdadera. "Es curioso, el público entra al juego y se lo cree", comenta. Y cada noche que el público se pone de pie y aplaude es porque algo de la obra lo conmovió. "Estoy seguro de eso", dice. Roberto Moll es un apasionado de la actuación y dueño de todos sus recursos. Lo comprobamos cuando hicimos las fotografías. Se expresa con el rostro, con los ojos, con las manos, con la voz, con la postura. "¿La actuación te ha dado felicidad?", preguntamos. "La actuación es mi vida. Mi mamá no quería que fuera actor, sino que tuviera un título, que trabajara ocho horas, me jubilara y me muriera. Pero creo que uno está predestinado". La obra se presenta en el C. C. de la PUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro) hasta el 15 de julio. De jueves a lunes, a las 8.00 p.m. Casi al final de 33 variaciones aparece una imagen de Beethoven proyectada sobre el fondo y Roberto delante. Muchos espectadores casi pueden creerse que el espíritu del músico alemán habita el cuerpo de ese hombre que los mira desde el escenario.