Dina Ananco Ahuananchi: "Hasta ahora no he podido caminar en Lima con mi tarach"
La escritora, poeta y traductora Dina Ananco Awananchi, nacida en Wachipea, Bagua, Amazonas, dialoga con Domingo de La República en un día de sol intenso y de calles limeñas abarrotadas de gente.
No usa el tarach, la vestimenta típica de los wampis. La escritora, poeta y traductora Dina Ananco Awananchi, nacida en Wachipea, Bagua, Amazonas, dialoga con Domingo de La República en un día de sol intenso y de calles limeñas abarrotadas de gente. La literata amazónica, con estudios sanmarquinos, ganó el Premio Nacional de Literatura 2022, categoría Lenguas Originarias, con una obra dedicada a su abuela materna y a los sabios y sabias de los pueblos wampis y awajún. Sanchiu (editorial Pakarina y CAAP, 2021) es el título de su poemario escrito en wampis y traducida al español.
Tu libro se titula Sanchiu, el nombre de tu abuela. ¿Qué recuerdas de ella?
Mi abuela fue una figura muy importante para mí porque era la que nos relataba historias, la que nos conectaba con nuestro pueblo. Ella vivió cuando aún no se habían formado las comunidades, cuando no había escuela. Con ella recibí esa sabiduría que las abuelas nos transmiten y aprendí que la poseen también otras mujeres, lo que dentro de la cultura awajún y wampis no es valorado como debería ser. En el discurso se dice que sí es importante, pero en la toma de decisiones no se ve eso. Todo me llevó a ese título, para dar ese valor a mi abuela materna, como un rostro de la mujer wampis y awajún.
¿Ella era parte de los sabios de tu pueblo?
Sí. Yo he crecido con ella, vivió con nosotros. Mi mamá era una mujer muy estricta, era de darnos lecciones, con ella veíamos que la nuestra podía ser una vida dedicada a la chacra, a casarse a temprana edad, con hijos y todo lo demás, cada paso de mi mamá era una lección. Mi abuela era más de transmitirnos lo que había vivido, los cantos, las historias. Yo la percibía así. Mi abuela era un libro abierto. Le pedíamos que nos cuente historias y nos contaba el mundo wampis.
¿Aún hay de esos sabios en tu pueblo?
Sí, pero lo que falta es crear espacios o círculos para que los jóvenes puedan ir conociendo sus historias. Lo que pasa es que ha entrado, uno, la educación y, dos, la religión, lo que en cierta forma nos ha mermado. Se prohíbe la ingesta de masatos, los cantos, las historias. Mira, en el mundo awajún y wampis las historias son de guerras, de enfrentamientos y la religión prohíbe difundir eso. Y nos ha mermado algo. Ya las mujeres no cantan, porque los cantos no tienen que ver con la religión cristiana…
No se ordena, es una prohibición implícita.
Claro, lo dejan abierto al decir, mira, este es el buen camino. Algo así: si sigues así vas a ser un bárbaro, y sino cristiano y buena gente.
Con tu obra en wampis, que ganó el Premio Nacional, ¿buscas revalorar tu cultura?
Lo fuerte era eso, escribir en lengua wampis. En realidad, los wampis no somos muchos. No llegamos ni a 20.000 y estamos en dos regiones, Amazonas y Loreto. En realidad, los que más resaltaban eran los awajún, que somos del mismo tronco lingüístico, antes pueblos enemigos, aunque ahora como que eso se ha zanjado. Yo vengo de esos dos pueblos: mi papá es awajún, mi mama wampis. También me interesa el tema de la mujer.
Ser mujer y wampis definen tu poesía.
Sí, en la toma de decisiones siempre se ha visto a los varones, pero cuando el pueblo wampis enfrenta al Estado somos un todo. Puede haber problemas internos, pero es importante cómo nos identificamos como pueblo. Es también una forma de decirle a los wampis varones que podemos sostener el pueblo juntos, tanto mujeres, niños o niñas. Me di cuenta que no se puede hablar de manera directa sobre los derechos de las mujeres y que se podía decir a través de la poesía, de la pintura, lo que ocurre en la comunidad. Y si los jóvenes comienzan a reflexionar al respecto, entonces se ha hecho algo, ¿no? Esa es mi intención.
Hay una frase en un poema que dices: De pronto no soy yo / me siento lejana a mis ancestros, pero me veo tan cerca. ¿Vivir en Lima te hace sentir que te alejas de tu tierra?
A mí me gusta trabajar mucho con la ironía. Y ocurre que cuando la mujer sale a estudiar a la ciudad, como a ella se le conceptualiza como un ser que no tiene capacidad de deslindarse de la imagen masculina, decían que no podíamos estudiar, que íbamos a salir embarazadas, que iba a ser un fracaso. Lo segundo es que cuando la mujer sale a la ciudad, usando el término de García Canclini, Cornejo Polar, se enajenaba, se aculturaba, etc. y como que tu comunidad sentía que te expulsaba porque ya habías salido de allí. Yo juego con esa mirada, que no solo sucede con las mujeres sino también con los varones. Es parte de un problema en el país, porque por ejemplo no podemos andar con tarach (vestido wampis) porque enfrentamos ya toda una discriminación estructural. No sé si me cuesta, pero hasta ahora no he podido caminar en Lima con esa ropa.
Sanchiu (editorial Pakarina y CAAP, 2021) es el título de su poemario escrito en wampis y traducida al español.
¿No usas la ropa originaria en Lima para evitar la discriminación?
Siento que si lo voy a usar lo debo usar siempre. No para que me tomen una foto o salir en televisión. Siento que si lo hago, estoy usando mi cultura, es más llamativo ir con todo el atuendo.
No te prestas al show de tu identidad.
No quiero prestarme a eso, no uso mi cultura para ser protagonista. Desarrollé ese concepto y por eso mantengo distancia... Pero no es porque me dé vergüenza usar el tarach. Pienso que eso que me sucede por cómo hemos vivido, por la sociedad, y lo que nos ha llevado a sentirnos así.
Por ser wampis te piden que uses tu tarach.
Sí, me piden que vaya con mi atuendo porque me van a tomar fotos, me van a televisar. Yo digo no. No porque tenga entrevista con un canal debo ir con mi tarach, porque no suelo hacer eso. No me sentiría bien haciéndolo.
¿En qué están los pueblos originarios?
He percibido cambios en muchos sentidos. Nosotros como awajún y wampis nos ubicamos desde los contextos sociales, desde los conflictos que nos hemos encontrado, por ejemplo, El Baguazo. Eso nos marcó totalmente...
¿El Baguazo marcó a tus pueblos?
Fue un antes y un después. Ahí salió a la luz la concepción de los wampis, no solo desde la mirada de los que no son wampis ni awajún -a quienes nosotros llamamos apach-, sino también en la comunidad. ¿En qué sentido? Por ejemplo, cuando estábamos en ese paro las mujeres buscaban formas de ayudar y una de esas formas, de manera espiritual, era cantando el anen (cantos mágicos). Y era como una forma de revivir ese proceso de enfrentamiento con los grupos enemigos. Porque el canto, el anen, era una fuerza que te sostenía para poder salir triunfador... Y otro punto es que se comenzó a hablar de cómo podemos encaminar en las políticas públicas las demandas de los pueblos indígenas. Y ahí nace el tema de la Ley de Consulta, Ley de Lenguas...
Pocos lo saben pero en El Baguazo participaste como traductora.
Participé en los tres casos. En el caso Curva del Diablo, la Estación 6 y en el caso del mayor Bazán.
¿Qué te significó participar del proceso?
Fue muy fuerte. Veía una persona enmarrocada, a los demás imputados. Veías a tu gente procesada y no se sabía si eran responsables o no. Sentí como que era un escarmiento a los que habían participado en el paro. Pero era intérprete y debía mantener la imparcialidad, la neutralidad.
¿Qué sientes sobre la discriminación a las personas que han venido a Lima a protestar?
Mira, el Baguazo fue en 2009, estamos ahora en 2023 y no ha cambiado nada. El discurso es el mismo. Es como si hubiese un manual y se repitiera lo mismo de allí. Siguen preguntando quién los está financiando, quién los está manipulando. Vuelven a decir que los que protestan, si son provincianos, si son indígenas, es porque alguien los está azuzando, que no conocen sus derechos.
Pero esa discriminación la has sentido tú antes, no necesariamente con las protestas.
Nosotros sabemos quiénes somos. Y al llegar a un lugar tratamos de protegernos. Es lo que me pasó. Yo no he sido abierta en decir soy wampis awajún, porque sentía que no estaba preparada para enfrentarme a las miradas. Porque siempre te miran con prejuicio, con toda la curiosidad que puede generar alguien que viene de la selva y si eres indígena más todavía. No deseaba enfrentarme y nunca dije que era awajún ni wampis. Y siento que sucede eso mucho en los demás también, te proteges. Aunque no debería de ser así, ¿no?
Las protestas han sido muy fuertes en el sur. En la Amazonía, salvo Madre de Dios, ha sido muy baja. ¿A qué crees que se deba?
En la Amazonía es más fuerte el tema del territorio. Primero sacaron a Castillo. Luego vino que renuncie Dina Boluarte y los muertos también. Yo siento que en la Amazonía esto se ve como muy lejano porque no tocan sus problemas directos. Siempre he sentido eso. A mí me duele lo que está pasando porque tengo amigos de la sierra, pero no todos los amazónicos tienen esa relación.
Pero tú si tienes sensibilidad social, ¿no? En un poema dices: Resistimos para resistir / soñamos para resistir / Tan frágiles pero indomables como los ríos / fluimos, fluimos.
Eso lo escribí en la pandemia. Siento que como awajún o wampis siempre estamos en conflicto con el Estado. Los ataques son permanentes, pero al territorio, no al sujeto directamente. Porque hay recursos como los forestales, petroleros, hidrocarburos, y nos enfrentamos por estos temas con el Estado. Siento que siempre los conflictos están latentes.
Te preocupa la política ¿no? En tu Facebook leí una queja: Ay, me tengo que llamar Dina también.
Bueno, siempre el país es una preocupación. Si la Amazonía se siente lejana es porque en cierta forma todas las decisiones del gobierno no se piensan para la Amazonía de manera positiva. Sí me ha alegrado que se trabaje desde el Ministerio de Cultura, con todos los problemas que tiene, el tema de las políticas indígenas, la lengua, que tal vez lo veo más cerca, porque soy traductora... En lo literario, me gustaría que escriban más hermanos amazónicos, que publiquen sin miedo. Hay mucho que decir. Yo tengo esperanza en los jóvenes. Y que las mujeres también escriban, pinten, canten, bailen. Ahí está la vida.