No una sino dos veces, el país vio a Keiko Fujimori entrando a prisión en un solo mes. La primera, durante su breve detención a mediados de mes, la misma que fue anulada rápidamente por una sala de apelaciones y, la segunda, el último miércoles, cuando el juez Richard Concepción Carhuancho, tras cinco agotadores días de fundamentaciones legales, dictara prisión preventiva por treinta y seis meses contra ella. No sabemos si la Señora K, lideresa del fujimorismo, reina y señora de la Botika permanecerá en prisión durante todo el tiempo ordenado por el juez, pero su proceso y posterior encarcelamiento han servido para que muchas cosas que permanecían más o menos en la nebulosa terminaran de aclararse, pero, sobre todo, para que más de un espectro político termine de quitarse la careta. ¡Un golpe por amor de Dios! A eso, ni más ni menos, sonó el desesperado intento de Alan García de “denunciar” un golpe de Estado en marcha, al retuitear un tuit difamatorio del unánimemente repudiado Fiscal de la Nación Pedro Chávarry en el que acusaba al fiscal José Domingo Pérez (más conocido por el lado femenino de la ciudadanía como “mi papi, mi churro, mi rey”) de demorar las investigaciones del caso Chinchero en contubernio con el presidente Vizcarra. Un pequeño detalle: ese caso hace ratón que se lo quitaron. ¿Por qué arriesgarse a patinar de tan fea manera? Pues porque, al parecer, cada vez hay más testigos que decidiendo acogerse a la colaboración eficaz, hartos de inmolarse por un líder que ha arrastrado a su partido al subsuelo de la credibilidad. Difama, difama, que algo queda. Y ya que mencionamos al señor Chávarry, el espurio fiscal de la Nación, esta semana demostró una vez más la urgencia de que deje un cargo al que deshonra desde el primer día. No sólo se lanzó a difamar al fiscal Pérez, sino que siguió con sus vendettas dentro del Ministerio público, utilizando su cargo para enjuiciar y hostilizar a sus críticos, tal vez confiado en el que el fujiaprismo, acorralado y todo, seguirá blindándolo, como se vio cuando volvieron a patear una de las investigaciones en su contra hasta las calendas griegas. ¿Fujimorista, yooo? De pronto, tras la caída de su lideresa, el fujimorismo entró en pánico. Los nuevos voceros nombrados por Keiko siguieron complicando la situación de su jefa con declaraciones fuera de lugar (como la de la oscura congresista Tamar Arimbogo, que comparó al presidente Vizcarra con Nicolás Maduro), pero también, de pronto, hubo silencios significativos -es decir, gente mirando por qué ventana salta antes de que venga el desmadre- y, oh, sorpresa, actitudes conciliadoras en algunos que hace unas semanitas nomás saltaban a la yugular ante cualquier crítica. Te agarra Vizcarra Tras el desesperado tuit de Alan García, en el que lo acusaba de coludirse con el fiscal José Domingo Pérez para propiciar un golpe de Estado (no, no es broma), el presidente Martín Vizcarra le pegó su estate quieto, también en tuiter, aclarándole que él es respetuoso de la Constitución y la división de poderes. De pasadita, el jefe de Estado le recordó el blindaje que ha armado el fujiaprismo a Pedro Chavarry. García y sus elfos domésticos siguieron gritando “¡golpe!” por un buen rato. Por suerte, su credibilidad anda en el sótano y nadie les hace el más mínimo caso. Canales “amigos” Lo que más sorprendió en medio de los ya sorprendentes hechos de la semana es que, tras la detención de la Fujimori, los canales de televisión dieron tal cobertura a los fujimoristas que la pantalla local parecía una sucursal de la Bankada. Mañana, tarde y noche vimos desfilar a los voceros de Keiko lanzando incendios contra el juez Concepción Carhuancho y, de paso, intentando provocar la lástima hablando de lo dura que será la separación de sus hijos, cuando sólo hace unos meses aplaudían al mismo juez por dejar a los hijos de los Humala sin padres. ¡Después dicen que sus problemas son porque la prensa los odia! Perdón, hijita Un gimoteante tuit lanzado por el agonizante más sano del país, Alberto Fujimori, vino a desatar toda suerte de especulaciones y comentarios. En él, le pedía perdón “por haberla hecho entrar en política” y hasta mostraba tierna fotito junto a sus nietas. Al final, no convenció a nadie y, más bien, recibió durísimas críticas por exponer a menores de edad sin el pixeleado correspondiente, algo que el abuelito más despistado sabe que tiene que hacerse. Carhuancho: de víctima a villano Lo más asombroso fue de qué manera el juez Concepción Carhuancho pasó de ser el héroe del fujimorismo cuando metió presos a Ollanta y Nadine Humala –aquel cuya foto aparecía incluso cubriendo los pechereques de Karina Calmet-, a ser el peor de los villanos tras tomar idéntica medida contra Keiko. ¿Doble rasero? ¡Qué va! Para muchos, la carcelería de la lideresa fujimorismo fue una demostración de que en octubre sí hay milagros. Lástima nomás que se acabó el mes y el Cristo de Pachacamilla se quedó debiéndonos uno.