El sistema que ha secuestrado al fútbol peruano

InformeEn días de renuncias, blindajes, y asambleas, con una Videna clausurada, y el deseo de Edwin Oviedo de aferrarse a la presidencia de la Federación Peruana de Fútbol el debate apremia: sin una reforma estructural, la corrupción solo cambiará de rostro.,El sistema que ha secuestrado al fútbol peruano,Asco. Solo un par de semanas después de disputar un mundial de fútbol en 36 años, con el país eufórico y rojiblanco, unido y orgulloso de sí como contadas veces, Juan Carlos Oblitas verbalizó a mitad de semana el sentir nacional, tras los audios que vinculan al todavía presidente de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), Edwin Oviedo, con el suspendido juez supremo César Hinostroza y el dueño de Iza Motors, Antonio Camayo, un operador logístico de una presunta organización criminal. En un hotel sanisidrino, pues la Villa Deportiva Nacional amaneció empapelada por no contar con el certificado de Defensa Civil, Oblitas, el director deportivo de la FPF, admitió sentirse asqueado frente a un regimiento de periodistas. Horas antes, el comité consultivo, integrado por un nutrido grupo de asesores deportivos, renunció sin brindar declaraciones. La Comisión de Auditoría y Ética hizo lo propio a través de una carta formal. Así como la Comisión de Justicia, encabezada por el presidente del Tribunal de Apelaciones, Juan Monroy. Tres renuncias asqueadas e irrevocables en un solo día. Solo Oblitas se negó a patear el tablero alegando un blindaje deportivo hacia Ricardo Gareca para que renueve su vínculo al frente de la selección nacional. Un sacrificio en medio del hedor. ¿No percibimos el mismo asco durante los doce años de gestión de Manuel Burga, el hombre más odiado por los peruanos en el 2013? ¿Qué los diferencia entonces? ¿Cómo se ha manejado el deporte en todo este tiempo? El otro partido (PUCP, 2018), un libro escrito a ocho manos por los sociólogos Aldo Panfichi, Gisselle Vila, Noelia Chávez y Sergio Saravia, que ahonda en las disputas y tensiones permanentes por el gobierno del fútbol peruano desde 1890 hasta la actualidad, revela el tinte patrimonial de quienes han comandado los destinos de este deporte, así como las grietas estructurales, tan solo visibles en la derrota. O por un conjunto de audios. Amarres Hasta los noventa, la gestión del fútbol profesional era una responsabilidad fundamentalmente del Estado peruano. Si bien en los ochentas hubo un declive, pues ni el segundo gobierno de Fernando Belaúnde ni el primero de Alan García consideraron al deporte como un asunto prioritario, fue en la última década del siglo pasado en que todo terminó de agravarse. En noviembre de 1993, a través de la Ley 26252, la Federación Peruana de Fútbol adecuó sus estatutos a los de la FIFA, una institución que, con el creciente interés por la transmisión de los partidos y la afiliación de auspiciadores poderosos, se convirtió en una gran industria transnacional, y monopólica. Construyó, en ese sentido, un modelo de reproducción del poder. "Lo que hemos vivido en el Perú a nivel local es lo que ha ocurrido a escala mundial. Nicolás Delfino y Manuel Burga se esforzaron para generar esta esfera de autonomía en la que si no entras te quedas afuera", anota Aldo Panfichi. Bajo el principio de que el fútbol debe autogobernarse a partir de sus dirigentes, la FPF empezó a regirse conforme a una Asamblea de Bases. El contexto neoliberal de los primeros años del mandato fujimorista, donde el Estado se retiró de todas las esferas de interés público, ayudó, desde luego. En el 2002, cuando Manuel Burga asumió el trono de la Federación por primera vez -y en solitario debido a que su contendor, Alfredo Deza, se retiró días antes-, las elecciones las decidieron doce representantes de los clubes de Primera División, once de las Federaciones Departamentales y uno de la Segunda División. En la siguiente contienda electoral, en el 2007, las Federaciones Departamentales -ahora llamadas ligas- se duplicaron. Una modificación a la Ley del Deporte, impulsada por Renzo Reggiardo, entonces congresista y hoy candidato a la alcaldía de Lima, con el argumento de darle representatividad a las provincias, permitió que participaran de la votación 25 federaciones departamentales, y los 16 clubes de Primera. Era claro: las ligas departamentales, donde solo se practicaba fútbol amateur, adquirieron, de pronto, el mismo peso que un club profesional. Por ser mayoría, quien las tuviera de su lado controlaría los votos y, por ende, se perpetuaría en el poder. Burga lo hizo hábilmente hasta donde pudo: tres períodos. De aquí se desprende un problema de larga data: a diferencia del común de países de América Latina, en el Perú son dos los organismos que se dividen la representación del fútbol profesional: la Federación Peruana de Fútbol y la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional. La primera con 95 años de fundación y la segunda con 106. El miércoles pasado, el mismo día que tres comisiones renunciaron por decencia y Oblitas se tapó la nariz en pos de asegurar la permanencia de Gareca, la Junta Directiva de la FPF respaldó a Edwin Oviedo mediante un comunicado. Revisemos brevemente el historial de cada uno de los cinco firmantes. Severo Salazar Arandia, presidente de la liga departamental de Apurímac: en el 2011 fue acusado de incitar a la violencia en un partido de Copa Perú, y en el 2016 fue sentenciado a seis años de prisión por el delito de extorsión en un choque entre el Miguel Grau de Abancay y el José María Arguedas de Andahuaylas. Lucio Alva Ochoa, presidente de la liga departamental de Huánuco: reelegido en tres ocasiones, en marzo de 2016, desempeñándose como administrador del Hospital Hermilio Valdizán, fue sindicado de haber desviado un presupuesto de 190 mil soles destinado para los pacientesdel Seguro Integral de Salud para beneficiar al director del referido nosocomio, Esly Anderson Motta y cuatro funcionarios. Juan Quispe Cáceres, presidente de la liga departamental de Tacna: en el 2014 logró su reelección tachando, con su voto, la candidatura de su contrincante. Fue juez y parte. Y a pesar de ser lista única ganó sin contar con mayoría absoluta. En agosto de 2017, Oviedo lo postuló a la comisión de desarrollo de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Haydeé Paitán, presidente de la liga departamental de Pasco: reelegida tres veces, es a su vez la máxima autoridad del fútbol femenino en el país. Los avances son escasos. José Carlos Isla, tesorero: exdirigente del Juan Aurich y representante legal del Grupo Oviedo, a quien acusan de apropiarse indebidamente de la azucarera Tumán. En el transcurso de la semana, Franklin Chuquizuta (Amazonas) y Agustín Lozano (Lambayeque), instaron a Edwin Oviedo a dar un paso al costado. Ninguno está limpio: Chuquizuta no se despega de su cargo desde el 2005 mientras que Lozano no solo respaldó a Manuel Burga en el pasado sino que integró su directorio (2007-2010). "El fútbol peruano es una prebenda de intereses individuales. Al utilizar el membrete de la Federación para defenderse Oviedo repite el modelo caudillista", refiere Noelia Chávez. Las instituciones tratadas como chacras. ¿Qué diferencia a Oviedo de Burga? Se rodeó mejor a nivel deportivo (Oblitas, Solano), rescata Panfichi. Y, claro, obtuvo éxito deportivo. Una cortina de humo que se disipó gracias a los audios. Ayer sábado, Oviedo se reunió con su directorio. No hay mayores diferencias morales entre quienes lo respaldan o acusan. El Estado y la movilización ciudadana deben hacer su parte. De lo contrario, más allá de la continuidad de Gareca, la ambición solo cambiará de figurita.