Después de que, hace poquitos años nomás, se abrieran los parques temáticos de Harry Potter en Japón y Orlando, con inmenso éxito en el mundo del entretenimiento internacional, muy pronto estaría por inaugurarse, en nuestro país, una nueva atracción que no se quedará atrás ni en los argumentos fantásticos, ni en la inversión millonaria, ni en los efectos especiales, y podría dejar a los ocupantes de Hogwarts, literalmente, como unos aprendices de mago. Se trata nada menos que del Parque de la memoria de los caídos por el terrorismo (o Parque héroes de la democracia, el nombre aún no se ha decidido), un proyecto que ha anunciado, muy entusiasmado, don Lucho Galarreta, presidente del Congreso de la República, y que contaría la versión fujimorista del conflicto armado interno que vivió nuestro país hace unas décadas, aderezada, por supuesto, con los más alucinantes elementos de ficción como todo parque temático que se respete. ¿Por qué don Lucho necesita contar de nuevo la historia que ya cuenta el Lugar de la Memoria, que se basa en el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación? Pues, obviamente, porque puede, porque le viene de los forros y porque él decide lo que quiere contar en su parque, aunque, pequeño detalle, parece que como todos sus lujitos (flores, televisores y otras fruslerías por el estilo) pretende pagarlo de nuestro dinero. Acaba de saberse que, hace pocos meses, un olvidable congresista naranja solicitó que, en el presupuesto público del 2018, se incluya, para la remodelación de Parque Héroes de la Democracia, nada menos que la bicoca de cinco millones cien mil soles, que serán manejados por el otro Lucho, ese cuyas obras no se caen, se desploman. Pero, más allá de esos insignificantes detalles (seamos francos, si no se gasta nuestro dinero en eso, se lo gastará en cualquier otro capricho, como ya ha sido largamente demostrado), el parquecito de marras promete. Para comenzar, como no han dicho con qué especialistas en museología o estudiosos de la historia contarían, es fácil imaginar que lo que pongan en él será aquello que se les ocurra, sin andarse con trivialidades como precisión histórica, respeto a la verdad y, menos, fidelidad a los hechos. Como el mundo sabe que los parques temáticos cuentan purita fantasía, ya estoy viendo las de cosas que podrían colocarse allí. ¿Se imaginan? Por eso, desde aquí, algunas modestas sugerencias que podrían muy bien ser parte del hilo narrativo, como para agregarle más emoción y atractivo a lo que estamos seguros será un portento de espectacularidad. Para comenzar, no hay parque temático que se respete que no tenga sus atracciones de horror y, si algo sobra en el período del conflicto armado interno, es eso. Podría recrearse, por ejemplo, el horno del cuartel Los Cabitos, al que los visitantes irían llegando en carretillas y que, así como en Universal uno puede sentir el aliento de Alien en la nuca, puedan sentir la lamida del fuego, así como la sintieron las víctimas de las Fuerzas Armadas en Ayacucho, antes de ser calcinadas sin juicio ni defensa. También podría hacerse una reproducción del Pentagonito, al estilo Hogwarts, con un paseo especial por los sótanos donde se interrogaba a los enemigos de la patria (nombre genérico que endilga el fujimorismo a terrucos, demócratas y todo tipo de opositores) y, también, como toque familiar, las habitaciones que ocuparon Alberto Fujimori y familia durante buenos años, en compañía del tío Vladi. Lo que preocupa a los fujimoristas, más que los campesinos que murieron atrapados, cual espantoso sándwich, entre la obsesión asesina de Sendero Luminoso -encabezado por ese sicópata al que Montesinos enviaba tortas de cumpleaños- y los excesos de las fuerzas del orden, es rendir homenaje a los militares que, según ellos, no son lo suficientemente reconocidos en el Lugar de la Memoria. Lógico: nadie le ha hecho todavía el homenaje que se merece ese héroe llamado Santiago Martin Rivas y su team Colina, quienes podrían ser recreados al estilo, justamente, del A Team (la recordada serie americana de acción), donde John "Hannibal" Smith sería, obvio, el mismo Martin Rivas, y el resto de papeles se repartiría entre los otros integrantes del grupo. ¿Su misión? Irrumpir en parrilladas de barrio y secuestrar estudiantes para luego rociarlos con kerosene y calcinarlos. Bueno, ideas sobran y nosotros felices de aportar con un granito de arena a esta nueva obra que, sin duda, competirá con Machupicchu en atraer turistas de todas partes del mundo. De paso, podremos honrar a esos santos varones incomprendidos -Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y el ya mencionado Santiago Martin Rivas-, y darles el lugar que merecen en la historieta, digo, la historia del país. También podría hacerse una reproducción del Pentagonito, al estilo Hogwarts, con un paseo especial por los sótanos donde se interrogaba a los enemigos de la patria”.