Con el fondo de su lindo diploma de la Boston University, joyita que nos costó a los peruanos la bicoca de un cuarto de millón de dólares (si dividimos el millón y pico que costó la educación de todos los hermanitos Fujimori), doña Keiko Sofía Fujimori se convirtió el viernes en la reencarnación de su papi, cuando, con el ceño fruncido y cara de estar chupando limón, anunció que disolvería…, ejem, enjuiciaría al diario El Comercio por haberse atrevido a decir que, en sus declaraciones ante los fiscales peruanos en Curitiba, Marcelo Odebrecht había aceptado que financió su campaña el 2011. En uno de los mensajes a la Nación a los que nos tiene ya acostumbrados, la conductora del mototaxi más destartalado del parque automotor local no sólo juró por todos los santos que ella es más inocente que un niño de pecho, sino que anunció que pediría, ¡no!, exigiría a la Fiscalía de Brasil que se le exonere del acuerdo de reserva de información que protege el contenido del interrogatorio, como si la justicia brasileña estuviera integrada por media docena de Becerriles dispuestos a acatar sus órdenes sin murmuraciones. El alharaquiento intento de Keiko de pechar a la justicia brasileña es, como lo sabe cualquiera con medio dedo de frente, un imposible, puesto que el interrogatorio a Odebrecht se dio a solicitud de cooperación internacional por parte del Ministerio Público del Perú y no puede sino canalizarse por cauces oficiales estrictamente establecidos que, por suerte todavía, no obedecen a las órdenes de la señora a la que nadie en este país eligió para nada en particular. Pero más allá de los mensajes que doña Keiko graba en la sala de su casa para atarantar incautos, uno de los espectáculos más divertidos de los últimos tiempos es observar cómo el fujimorismo se esfuerza en maquillar, con lo que tenga a mano, los cada vez más visibles moretones en la cara de su lideresa. Desde Yesenia Ponce pidiendo perdón, al más puro estilo de los arrepentidos políticos del estalinismo, por haber revelado que Keiko le ordenó guardarse su propuesta para reactivar el proyecto Chinecas “para cuando fuesen gobierno”, hasta la escandalosa unanimidad de la prensa chinista desinformando sobre lo ocurrido en Curitiba, todo vale con tal de confundir a la opinión pública. Y eso fue más evidente el viernes, cuando, al más puro estilo de la prensa chicha que su padre creó y usufructuó en los noventas, todos los kioskos de la ciudad aparecieron empapelados con seudo periódicos cuyos inmensos titulares gritaban “Keiko inocente” y “Limpia de polvo y paja”, una absoluta mentira, puesto que Marcelo Odebrecht -según todos los testigos confiables- había confirmado que aquello de “aumentar a Keiko para 500 y eu fazer visita” era eso: aumentar medio palo verde a la campaña de Fuerza Popular y hacerle una amable visita protocolar a su lideresa. Mentir y tergiversar pegándola de indignados es ya una estrategia a la que el fujimorismo nos tiene acostumbrados, como cuando, hace unos meses, al conocerse la famosa anotación en las agendas de Odebrecht -que fue revelada, en primera instancia, por IDL Reporteros-, varios de sus voceros saltaron asegurando que era una mentira y hasta el indescriptible Héctor Becerril llegó a exigir a la Fiscalía que se rectifique. Poco después, se supo que las anotaciones eran auténticas. Pero el show ya estaba montado. Y está tan montado que esta semana, justo un día antes de la toma de declaraciones a Odebrecht, Daniel Salaverry -el mismo miembro de la bankada chinista que llamó "criminales organizados" y "operadores del antifujimorismo" a los fiscales que investigan los milagrosos cócteles de campaña en los que se recaudaron miles de miles de dólares sin que nadie conozca a un solo asistente-, se mandó a hacer una denuncia constitucional contra el Fiscal de la Nación tan mal ensamblada que hasta don César Nakasaki, a quien nadie acusaría de antifujimorista, ha dicho que no se justifica de ningún modo, pues una acusación de ese tipo sólo cabe cuando existen delitos de función o infracciones constitucionales. Lo que se viene no es difícil de adivinar: a cada nueva revelación de Lava Jato y sus generosos aportes a la campaña keikista, habrá más aluvionales mentiras en la nueva prensa chicha y más amenazantes denuncias para atarantar a periodistas, fiscales y jueces, justo como se hacía en los tiempos en que papi y el tío Vladimiro gobernaban al alimón. Lo que se viene no es difícil de adivinar: a cada nueva revelación de Lava Jato y sus generosos aportes a la campaña keikista, habrá más aluvionales mentiras en la nueva prensa chicha.