Hay quienes le tienen pánico o hasta fobia, hay quienes no conciben el hecho de poder ingresar y envolverse en sus brazos. El mar es una parte de la naturaleza que no a todos gusta, pero este no es el caso de Vania. Ella tiene una relación de amor con las olas, que no muchos pueden comprender. Desde niña no se veía haciendo otra cosa más que encontrar la calma y tranquilidad abrazada de los movimientos ligeros del mar, de las olas bailando al ritmo de la naturaleza, con ella en el centro.
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“De pequeña ya tenía una conexión con el mar. Nadie más me tenía que hablar, yo estaba sola en el agua. Me sentía libre”. Vania Torres es una de nuestras medallistas de los Juegos Panamericanos 2019. Ella logró regalarle al Perú una presea de plata en surf dentro de la modalidad de Stand Up Paddle. “El hecho de haber estado en el momento indicado, en el lugar indicado, estar en los Panamericanos acá en Perú es increíble. Yo estoy muy feliz de haber sido parte de este cambio, pues luego de Lima 2019 los deportes tuvieron más exposición. Es una alegría muy bonita”, cuenta la deportista a las orillas de su segunda casa: el mar.
Pero el amor de Vania con el agua y las olas no nació de la nada, es más, su destino parecía estar enrumbado por otro camino. “De pequeña empecé a hacer equitación. Mi abuela fue la principal promotora para que yo pueda hacer ese deporte. Ella hoy con 75 años sigue practicándolo y lo hace increíble, por eso −se supone− que yo iba a hacer lo mismo, pero no. Mi mamá me metió a una escuelita de tabla en Makaha y al final me gustó eso mucho más”.
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La garra, la pasión y la entrega con la que Vania practica el deporte tiene una historia aparte. Quizás es herencia o quizás una frustración resuelta por parte de su primer amor: su mamá. “Siento que el sueño frustrado de mi mamá se pudo cumplir conmigo, pues ella siempre quiso practicar el surf, pero mis abuelos eran un tanto conservadores y les daba miedo de que le pase algo”.
Hoy, Vania ha crecido, no es la misma niña que jugueteaba en el mar sin pensar lo que en unos años más tarde podría conseguir. Pero hay algo que no ha cambiado: su amor por el mar, por la bendita naturaleza, que tanto bien le hace. “Lo que siento cuando estoy dentro del mar es una conexión inexplicable con la naturaleza. Estar en una ola es algo impredecible: nunca sabes lo que va a pasar. Estar en el mar no es como estar en una cancha de tenis, que la conoces muy bien. Estar en el mar me trae un sentimiento de calma, de paz, de libertad; me olvido de todos mis problemas, eso me encanta”.
La competencia en donde consiguió la medalla de plata en los Juegos Panamericanos fue en el Complejo Deportivo de Punta Rocas, ahí pudo realizar la hazaña del segundo lugar, pero antes tuvo miedo. “Antes de los Juegos Panamericanos todos me decían: “Vas a sacar medalla, vas a traer el oro, ¿no?”, y eso era lo que me ponía muy nerviosa, tuve que ir al psicólogo (risas). El hecho de representar al país es una responsabilidad muy grande”.
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Ella es consciente de que la medalla que obtuvo en los Juegos Panamericanos es parte del comienzo pues aún es muy joven, aún tiene mucho más por dar. “En los próximos cinco años espero ya poder haberme llevado −al menos− el título Mundial ISA o el Tour APP, torneo de Stand Up Paddle, de hecho ese es mi sueño pero este año ha sido difícil todavía, tengo un cuarto puesto recién en la última fecha, pero aún quedan varias. Por lo pronto estoy apuntando al Mundial de ISA que se realizará en este año”.
Vania está apurada por volver a entrenar, tiene que retornar al mar, su verdadero amor.
4° puesto alcanzó en la última fecha del torneo de Stand Up Paddle.
9,94 de puntaje consiguió en la final de los Panamericanos en su categoría.