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Los guardianes de El Ángel: la historia de los hermanos que cuidan el cementerio desde hace más de 40 años

"Nunca he visto nada (sobrenatural)", dijo Tito Bacón, el cuartelero más antiguo del cementerio El Ángel. A sus 82 años, no le preocupan tanto los fantasmas, sino más bien el olvido de las personas por sus familiares fallecidos, pues gracias a las visitas y el cuidado de los nichos, puede tener ingresos. 

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Marcelino y Tito son de Cajamarca y trabajan desde hace más de 40 años en el cementerio El Ángel de El Agustino. Foto: composición LR/La República/Francisco Claros

"El cementerio es lindo, lindo", dice Tito Bacón, emocionado, a pesar que a diario recibe tan solo dos o tres clientes para limpiar o colocar flores en los nichos de El Ángel. Bacón se siente en familia en el camposanto: la tumba de su hermana está en este lugar, trabaja junto con su hermano Marcelino Bacón (72 años) y muchos de sus compañeros son de su natal Cajamarca. Pero no todo es felicidad para este hombre de 82 años, ya que cada vez son menos los visitantes, según comentó. Aún así se siente contento con su labor de proteger los más de 600.000 muertos que descansan en este recinto.

Tito y Marcelino son los hermanos que más tiempo de servicio tienen en el lugar. En todos estos años, ninguno de los dos ha visto ni oído algo "sobrenatural". Solo una vez, en el Presbítero Maestro, Tito tuvo una sensación extraña en el pie cuando pisó cerca a la tumba del poeta José Santos Chocano. "Fue lo único en todos estos años", aseguró a La República.

La historia de Marcelino Bacón

Marcelino Bacón nos recibe entre los pabellones San Gregorio y Santa Gilda. Viste un pantalón jean, lleva lentes oscuros y un chaleco verde con la frase "Vocación de servir". Sentado sobre una despintada silla de madera y junto a sus escaleras, su principal herramienta de trabajo, nos dice: "Vas a escuchar la verdad".

Él llegó al cementerio a los 19 años. Tito fue quien lo llevó al camposanto. Dejó su natal Cajamarca y se vino a Lima tras terminar el colegio. Se instaló en la zona de Ancieta Alta, en el Agustino, y empezó en limpieza y colocación de flores a los difuntos. Era un trabajo difícil, según comentó. En su primer día, un cliente le pidió que coloque rosas en una tumba. Se pinchó los dedos con las espinas y el resultado no fue el esperado. Aunque no fue el mejor inicio, siguió adelante.

Marcelino Bacón tiene 72 años y trabaja de forma permanente en el cementerio El Ángel desde 1976. Foto: La República/Francisco Claros

Estudió para ser auxiliar contable y ejerció su carrera por un tiempo en otra empresa, lejos del cementerio. Pero luego volvió al camposanto, cautivado por la labor que realiza un cuartelero. "Es un trabajo digno por el respeto que puede generar entre el ser que descansa y la familia que se queda. Hay mucha energía positiva que uno puede dar", asevera.

Marcelino Bacón conoció a su esposa en el cementerio. Ella vendía flores cuando se enamoraron y formaron una familia. A lo largo de su vida, él llegó a trabajar hasta en el Congreso de La República. Pero en ningún sitio se ha sentido tan cómodo como en El Ángel. Ahora labora por lo menos 12 horas y siete días a la semana. A veces, incluso, de noche, pero es feliz. "A mis 72 años, me siento realizado. Lo empecé a hacer cuando atendí a las personas (en El Ángel) y comprender la filosofía detrás de esta labor (...) Es un trabajo exquisito", indica.

Marcelino Bacón es padre de tres hijos y vive desde muy joven en El Agustino. Foto: La República/Francisco Claros

La historia de Tito Bacón, el cuartelero más antiguo del cementerio El Ángel

Varios metros alejado de la zona en la que labora Marcelino, trabaja Tito, su hermano. Él tiene 82 años de edad y, según nos comentó, es el cuartelero más antiguo de El Ángel. Todos sus compañeros a los que conoció han fallecido o dejaron el lugar. Al igual que su famliar, es natural de Cajamarca y vino a Lima muy joven en búsqueda de mejores oportunidades.

Tito Bacón tiene 82 años de edad y trabajada desde hace 60 años en el cementerio El Ángel. Foto: La República/Francisco Claros

Llegó en 1963 al cementerio, luego se trasladó a Piura, estuvo un par de meses y regresó al camposanto de El Agustino. "Desde entonces sigo aquí, son más de 60 años", relata. Él hace guardias de día y también de noche. A veces, suele caminar por el recinto y ver las estatuas de ángeles y demás esculturas. "Es lindo", indica.

TiTo Bacón opera entre los pabellons San Delfín y Dante en el cementerio El Ángel. Foto: La República/Francisco Claros

Tito siente un singular cariño por El Ángel. "Es nuestra segunda casa, nuestro segundo pueblo", indica. Sin embargo, no desea ser enterrado en este lugar. Su sueño es descansar junto a sus padres, en un cementerio de Sucre, en Celendín. Por ahora, se levanta a diario a las 5.30 a.m. y sale de su casa de Canto Grande rumbo a su trabajo. En los últimos años, sobre todo luego de la pandemia de la COVID-19, ha notado que muy pocas personas vienen al recinto a visitar a sus familiares. "Anda desolado, antes no era así", menciona.

Tampoco cree en la vida después de la muerte, aunque sí en Dios. "La única vida es esta", agrega. Por ello suele disfrutar todo lo que pueda su labor, a pesar de que tenga solo dos o tres clientes al día. "No vienen más", indica. Al terminar la entrevista, hace su primer pedido. Recibe algunas monedas por limpiar un nicho. Minutos después, le piden cambiar las flores de otro fallecido. Es domingo por la mañana y ya cumplió más de la mitad de su meta. "Los domingos hay más visitas", señala emocionado. No siempre es así. Hay días en los que no llega nadie al pabellón de Dante y San Delfin.