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Cultural

Laura Restrepo: “Los tiranos tienen un talón de Aquiles que es su inmenso ego y había que vulnerarlo a través de la parodia”

Con "Soy la daga y soy la herida", Laura Restrepo apuesta por el humor y la ironía, y también por un lenguaje directo, como si esa fuera la única manera para conseguir el efecto que busca: tomar conciencia de lo que está sucediendo hoy en el mundo entero. Restrepo es un referente ineludible de la literatura latinoamericana.

Laura Restrepo. Imagen: Difusión.
Laura Restrepo. Imagen: Difusión.

La reconocida escritora colombiana Laura Restrepo conversó con La República sobre su última novela Soy la daga y soy la herida (Alfaguara). Restrepo es genial creando atmósferas, climas y sensaciones. Pero en esta ocasión, nos ofrece una suculenta novela en donde critica a los poderosos de hoy mediante un humor corrosivo y de manera directa. Pero no todo es parodia; Soy la daga y soy la herida ofrece también un mensaje moral, que es parte, no hay que olvidarlo, de la tradición de la gran literatura.

-Soy la daga y soy la herida es una novela muy graciosa y a la vez crítica.

-Es una parodia. Es el cuestionamiento de lo que son estos grandes autócratas, estos monumentales tiranos que tienen poder sobre la vida de pueblos enteros. Que es un poco esta situación de terror que estamos viviendo hoy en día en el mundo. Nos cuesta decirlo, pero esta es una era de terror.

-Mientras muchos se rompen la cabeza cómo contar la situación actual del mundo, tú sueles ir por otro lado.

-La idea que me llevó a formular este libro así fue cómo se escribe después de Gaza. Cuando sucedió el Holocausto judío, semejante salvajada que estremeció al mundo. El mundo se reorganizó y se concibió a sí mismo distinto a partir del Holocausto. La cultura empezó a concebirse en términos distintos y también la geopolítica. Yo creo que ahora a nosotros nos ha tocado ese partir de aguas que ha sido Gaza. Somos testigos de un genocidio nuevamente. Cómo se concibe el mundo y cómo se concibe la cultura a partir de un genocidio. Es un hecho demasiado estremecedor como para que el lenguaje siga igual. Yo pensé cómo se convierte esto en una novela. No podía ser simplemente repetir muertes e insistir en el horror porque de alguna manera o la gente cierra los ojos o se enferma por dentro o se desgasta en la impotencia.

-Ahí entró el factor del humor.

-Pensé una farsa. Una de las pocas armas que tenemos los pacíficos como para resistir y para revelar es el humor, burlarse de los grandes tiranos. Ellos tienen un talón de Aquiles que es su inmenso ego y había que vulnerarlo a través de la parodia.

-Me gustaría saber si tuviste como estructura invisible el teatro. Los personajes, como Abismo, son muy tremendamente histriónicos.

-Lo dices bien, Gabriel. En la medida en que es parodia, a pesar de que es una novela muy brutal, es como si todo estuviera ocurriendo en un escenario. Misericordia Dagger, el protagonista, también es un actor, una especie de Hamlet en payaso. Practica ese oficio tremendo de ser verdugo y cortacabezas, y al mismo tiempo está siempre dudando entre matar o no matar. Y también yo te diría que, si vamos a buscar influencias para esta novela, la novela gráfica, en la medida en que la novela gráfica no tiene tabúes a la hora de hablar de la violencia, mientras que la novela tradicional como que se mide, ¿cierto?

-¿Lo hiciste así para que el lector no se sintiera tan cargado de realidad, no?

-Había que infantilizar un poquito para que el lector pueda descansar de la realidad exterior en vez de enfrentarla. La novela gráfica es mucho más directa a la hora de hablar de la violencia y mucho más gráfica. Entonces yo quería una novela que tuviera como esos aspectos muy visuales y más bien diálogos cortos que pudieran supuestamente caber en los globitos de una novela gráfica. Quería una novela que se pudiera de alguna manera ver más que leer.

"Soy la daga y soy la herida". Imagen: Difusión.

-Por lo que dices, hay una actitud moral de denuncia.

-Por supuesto. Hay una burla a personajes muy claros de la realidad. Los grandes déspotas del momento, para quienes les importa más la muerte que la vida. Es decir, disponen de la muerte de pueblos enteros porque hay mucha gente. Sobran los inmigrantes en Estados Unidos, entonces nos deshacemos de ellos, se convierten en desechables. Nos deshacemos de la gente de Gaza porque se necesita el espacio; sobran los enfermos, sobran los pobres de la Tierra. Por eso se corta con la ayuda humanitaria, porque es un gasto para el Estado norteamericano. Vuelven las enfermedades para las cuales ya no hay vacunas.

-Como dijiste, es una era de terror.

-Así es, y yo quería reflejarla mediante la parodia, sí, pero también a través de la crítica.

-La novela también revela que, ante el horror, es posible cambiar.

-Yo pienso que en el mundo están pasando cosas atroces y también están pasando actos de rebeldía y de toma de conciencia que para mí son fundamentales.  Misericordia Dagger es un verdugo con nombre de cómic. Es un verdugo muy profesional, muy frío en el cumplimiento de su oficio hasta que tiene un incidente casual.

-Hasta que se enamora.

-Así es. Se encuentra con una muchacha que lo deslumbra. A partir de ahí empieza a cuestionarse sobre si debe seguir cumpliendo las órdenes de Abismo de andar matando.

-Hay un mensaje, de alguna manera, positivo.

-Quería que la novela también reflejara lo que es la enorme movilización que ha habido en el mundo contra el genocidio, porque no solamente es atroz lo que está sucediendo en cuanto a las muertes de miles de niños y de un pueblo entero, sino al mismo tiempo la conciencia que hay en el mundo del horror y la necesidad de oponerse. El libro es un proceso de toma de conciencia por parte de Misericordia. No solo es cómico, es trágico. Él sabe que su rebeldía tiene un precio muy alto y que ese precio puede ser su propia vida, pero finalmente acaba cuestionándose si lo que tiene que hacer no será desobedecer.

-¿El amor, la empatía y la cultura son atenuantes contra este horror?

-Yo creo que tienes razón, pero yo no diría solo atenuantes; tendría que ser la herramienta para destruirlo. No tenemos otra; nosotros, los desarmados y los que no tenemos el poder, tenemos la palabra, tenemos la cultura en todas sus expresiones. De alguna manera, si tú te pones a fijar, por ejemplo, en las gigantescas manifestaciones que ha habido contra el genocidio en el mundo, los carteles que levanta la gente, es muy interesante, se convierten en una forma de cultura. A mí me conmovió enormemente en Ciudad de México una pintada, un grafiti que vi en una calle, que decía simplemente “Gaza, escribo tu nombre”. A mí se me puso la piel de gallina, se me escurrieron las lágrimas. Fue alguien que estaba simplemente dejando testimonio. “Gaza, escribo tu nombre”. Y con solo nombrarlo, con solo escribir la palabra, ya estaba siendo todo un acto de toma de conciencia y de una intención de dar testimonio de que esto no pasa en silencio.

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