Una nueva edición de la novela corta El copista (Debolsillo) de la escritora peruana Teresa Ruiz Rosas circula entre nosotros. Esta novela fue publicada en 1994 a razón de que quedó finalista del Premio Anagrama de Novela. El copista cumple 30 años este 2024. No es nada poco, porque si algo podemos subrayar de esta novela, es su vigencia como tema y a la vez el carácter de su escritura que se nutre del silencio de la poesía.
En El copista se cuenta dos historias que son una sola, unidas por el tronco del erotismo, pero en conflicto mediante la vena del resentimiento, tal y como lo notamos en su personaje Amancio Castro, que durante muchos años fue el copista del compositor Lope Burano, cuya amante es la joven actriz Marisa Mantilla, de quien Amancio Castro está no solo enamorado, sino también obsesionado. Estamos en Lima, en los complicados años ochenta.
¿Bajo qué recursos Teresa Ruiz Rosas escribió esta novela? En su brevedad, es posible detectar una riqueza narrativa en estado de condensación, como esquirlas que taladran la dimensión imposible del lector: no solo lo que se narra es erotismo, la palabra literaria lo es.
¿Acaso no todos somos Amancio Castro? (Cuando hablo de todos, me refiero a hombres y mujeres, total, el deseo es el mismo, no conoce de géneros) Amancio es un tipo desdichado, que tiene mucho amor y deseo almacenado y no sabe en quién depositar todo ese fuego pasional y amoroso.
El crítico James Wood señala que la brevedad en novela es un propósito complicado para cualquier autor. En esta brevedad, todos los componentes tienen que funcionar en armonía. Como autora de ficción, Ruiz Rosas exhibe un profundo conocimiento del atribulado mundo masculino. Amancio Castro, como personaje, es un cruel y fiel reflejo de la frustración masculina. Además, la presencia luciferina de Marisa Mantilla, por grandes tramos, es la sal y condimento del detalle.
Ruiz Rosas, para relatar esta historia, optó por la confesión de la epístola. En esa coordenada, Marisa Mantilla emociona y excita, pero también daña. Es decir, mientras Amancio Castro es la desesperación, Marisa Mantilla es la metáfora de la libertad.
Este cruce de configuraciones añade a la novela una lectura/inquietud extra: ¿no es acaso Marisa Mantilla una representación de lo que es hoy la mujer en cuanto al ejercicio de su prerrogativa mayor: su libertad sexual? Por ello, El copista es también una novela política que radiografía el furor que las mujeres despliegan sobre los hombres, resarciéndolos del desastre de la humillación como también rescatándolos de la hecatombe emocional.
Es cierto que nos hayamos en un tiempo en el que las mujeres peruanas que escriben y publican vienen generando una atención por parte de los lectores y la crítica. Tenemos voces interesantes, excelentes, buenas y muy malas. En este sentido, no solo es necesario, sino también un deber moral empezar a señalar lo obvio: el posicionamiento de Ruiz Rosas como una de las voces imprescindibles de la narrativa peruana actual. Teresa Ruiz Rosas, por medio de su obra, superó los obstáculos y ninguneos teniendo una obra mucho más sólida de quienes la quisieron relegar durante lustros.
Esta novela vendría a ser la firma que faltaba a la sentencia: Teresa Ruiz Rosas ya era grande desde sus inicios.
En lo personal, siempre que he podido, y ahora en La República, he hecho proselitismo literario para que la obra de Teresa Ruiz Rosas sea medida con justicia.
Cuando leí por primera vez El copista, a finales o inicios del 2000, en la edición de Anagrama hoy inubicable, supe que estaba ante una voz superior en cuanto a su trabajo con el lenguaje y a su verosimilitud (en este aspecto cae más de uno).
Tiempo después me enteré de que Ruiz Rosas era una reputada traductora literaria (a saber, de los autores europeos que ha traducido: para Acantilado tradujo Diarios del gigante Stefan Zweig).
¿Por qué no se escuchaba más de ella? Esta fue una pregunta que me persiguió por buen tiempo. Talento sobraba como para que Ruiz Rosas no sea reconocida como merecía. Sucede que los letratenientes/escritores influyentes/periodistas culturales le habían cerrado todas las puertas por envidia literaria y por ser mujer.
Las luces que vemos ahora, antes eran inexistentes. Todo empezó a cambiar desde el 2015. Teresa Ruiz Rosas debió esforzarse el doble para ser lo que siempre ha sido: una pluma de primer nivel.
Ejemplo de persistencia para todo aquel que vea a la escritura literaria como una necesidad y no como un medio para escalar y prácticas similares. Lean El copista.