Novela sobre el duelo. Novela que es también una denuncia sobre la situación de la Amazonía y los intereses nada santos que desde los últimos años existen en torno a ella.
Andrea Ortiz de Zevallos, la autora de Madre de Dios (Tusquets), ha escrito una novela con una carga humana que no depende de la tragedia personal de su protagonista, Marcela, cuyo esposo ha sido asesinado, víctima de la minería ilegal; tampoco de lo que denuncia Madre de Dios (se desprende desde el título); sino de la textura sensorial con que se cuenta esta historia.
“Marcela, tras perder a su esposo, está buscando su lugar en el mundo. El hilo conductor principal es la voz de Marcela y cómo ella está recuperando su espacio dentro de sí misma. Marcela se halla en una travesía interior. Bueno, también sucede un viaje, que es una travesía fluvial, en donde confluyen el reencuentro interior de Marcela luego de su duelo o durante su proceso de duelo y todo el escenario de mucha violencia contra la Amazonía y contra los pueblos que viven ahí. Por ejemplo, en la novela hay pasajes muy bonitos sobre el contacto de Marcela con el agua, como cuando está viajando y le brota en el rostro. Es como si recordar esas cosas bonitas la estabilizaran un tanto”, declara Andrea Ortiz de Zevallos para La República.
Se entiende que el personaje de Marcela está roto y que busca de alguna manera reconstruirse. En este orden de cosas, el tema de la Amazonía está ligado a un documental que trabajaba Esteban, su esposo. Para Marcela, la única manera de mantener presente su memoria, no es otra que continuar con el documental. En Madre de Dios hay denuncia, pero esta no se justifica en este propósito. Al respecto, la autora señala que “la denuncia está en todo el libro, pero la narración es más emocional. Muchas personas le dicen que no siga con la película porque es muy peligroso, pero Marcela decide continuarla. La minería ilegal se ha vuelto un equivalente al narcotráfico. Cuando empecé a escribir la novela, el tema de la minería ilegal no había alcanzado los niveles que estamos viendo hoy. Este tema no solo es relevante para Perú, sino para toda la región que tiene Amazonía. He intentado contar esta historia desde una mirada interior”.
Los lectores se lo han hecho saber a la autora, en Madre de Dios hay una poesía que le da solidez a la palabra.
“La poesía es la forma que define a la escritura. Otro factor importante es el agua, los últimos recuerdos que Marcela tiene de Esteban parten del agua, de los viajes que hicieron juntos por el río”, indica Ortiz de Zevallos sobre la metáfora del agua, la protagonista silenciosa de Madre de Dios, que limpia y a la vez sana. A medida que avanza la novela, Marcela va recuperando un sentido existencial perdido.
Otro de los factores que hacen de Madre de Dios una buena novela, es su escritura intuitiva: la novela no está narrada ni estructurada desde lo racional. Es una estrategia.
“El libro se va desenvolviendo solo. Hay momentos en los que casi no sabes cómo seguir, pero los personajes tienen cuerpo, los personajes mismos generan una lógica de lo que harían o no harían. Entonces, si tú estás siguiendo a un personaje de alguna manera y estás conociendo a ese personaje y estás construyendo una lógica, lo que tú sigues es de manera intuitiva a esa lógica. De pronto, esa estructura de pensamiento que tiene el personaje o su desconcierto o su rabia, como qué cosa haría en determinado momento, es lo que me impulsa más que seguir un esquema previamente planteado”.
Madre de Dios es un ejemplo más de que lo más relevante en narrativa peruana en este año 2024, lo están haciendo las mujeres. De lejos.