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Cultural

Una casita para leer en Urquillos, Cusco

Proyecto liderado por Giselle Silva Panez, Casita de los Picaflores, viene impactando positivamente en los niños del Valle Sagrado.

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Casita de los picaflores.

Aunque no es la regla, por lo general, detrás de cada proyecto especial hay una historia particular que dialoga con otras historias, en apariencia parecen discursos distintos, pero al final se unen en un solo propósito.

Este vendría ser el caso del origen de la asociación Casita del Picaflor, ubicada en la localidad de Urquillos, en la provincia de Urubamba, Cusco, que este 2024 cumple tres años de ininterrumpida actividad.

La directora de Casita del Picaflor, la psicóloga y filósofa Giselle Silva Panez, atravesaba un periodo de duelo. Varias personas importantes en su vida habían partido, entre ellas, su pareja, el reconocido periodista Raúl Fernández Menacho. Silva necesitaba salir de Lima y también tiempo para procesar los acontecimientos que le acaecieron en cerca de tres años. Más de una amistad le había sugerido que en el Valle sagrado encontraría el despeje que requería. Silva se dirigió a Urquillos sin saber que su vida cambiaría por completo.

“En Urquillos conocí a una familia que estaba alquilando una casita. Como sabían que era psicóloga, me preguntaron si podía atender a la gente del pueblo. Poco tiempo después conocí a un grupo de psicólogas recién egresadas que estaban interesadas en mi método de juego en la arena y ellas quisieron aprender este método. Llegamos a ser un grupo de ocho psicólogas y atendíamos los problemas de las mujeres y decidimos alquilar una casita de adobe en la Plaza de Armas de Urquillos. El primer año hicimos talleres de arte y venían muchos niños a la casita. De a pocos, el pueblo nos fue agarrando confianza”, dice Silva, quien añade:

 “Hasta que decidimos hacer una biblioteca para el pueblo. Fue algo muy bonito porque los padres de familia se comprometieron. Proyectábamos películas los viernes y los niños se llevaban libros a sus casas para leerlos, siempre con la ayuda de una mediadora de lectura”, enfatiza Silva.

Giselle Silva Panez y las jóvenes psicólogas que la acompañan.

El impacto de la Casita del Picaflor es patente. Silva no oculta su alegría.

“En el 2023 recibimos un estímulo económico del Ministerio de Cultura. No somos el único proyecto de estas características y quedamos en el primer lugar. Con el dinero compramos quinientos libros de alta calidad para niños. Los comuneros valoran la biblioteca porque saben que la lectura fortalece las habilidades comunicacionales de sus hijos. La lectura los empodera. Cerca de cien niños vienen a la biblioteca comunitaria, de los cuales la mitad está en el programa 24 libros. Los niños leen un libro de cuentos por semana, hacen una ilustración de lo que han entendido del libro y escriben un resumen. El programa dura veinticuatro semanas. Esto es muy importante. Según la prueba PISA, en Perú dos niños de diez entienden lo que leen. Este programa es un logro concreto y objetivo. No es que vienen a la biblioteca y se van. Se les hace un seguimiento y vemos el resultado: los niños están leyendo un libro por semana”.

Compartimos la emoción y convicción de Silva, quien en estos días se encuentra dando los últimos toques a la gran actividad profondos que harán este domingo 22.

“Tendremos una exposición de 200 pinturas seleccionados de nuestros niños, presentaciones de danzas típicas y una gran truchada y parrillada de cerdo. Esperamos que muchos cusqueños y visitantes del Valle Sagrado nos acompañen”.

La vida termina ordenando las cosas: la base de la biblioteca comunitaria no es otra que la biblioteca personal de Raúl Fernández Menacho.

“Los niños preguntan por el señor de la foto, Raúl pervive con su biblioteca”.