Al final de la entrevista, me apuesta segurísimo una cerveza a que la actual presidenta Dina Boluarte terminará en prisión por las matanzas de diciembre y enero. También pronostica: “Caerán estos pillos de poca monta que quieren tomar por asalto las instituciones”.
El escritor radicado en Estados Unidos reivindica al peruano de a pie. “Así como tuve la estupidez de escribir una novela de 900 páginas y nadie quiso publicar (El espía del inca), pienso que hay una buena parte de peruanos decentes”. Siente decepción por Pedro Castillo. “Al final nos demostró que era un delincuente de poca monta”, opina sobre el profesor cajamarquino hoy detenido por su fallido golpe de Estado.
Cajamarca se ha convertido en escenario de sus novelas. Ahí comenzó la conquista del imperio, tópico central de El espía del inca; ahí creció Eudocio Ravines, el personaje de su última novela; ahí hubo el bandolerismo de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. “No tengo ninguna vinculación sentimental con Cajamarca, pero es muy importante en la historia del Perú”, aclara.
El libro de Dumett. Foto: difusión
Recuerda que sus raíces familiares son ayacuchanas, aunque en Chugur, distrito de la provincia cajamarquina de Hualgayoc, lo adoptaron como hijo putativo. “Ya me están fabricando una partida de nacimiento”. En El camarada Jorge… predominan los giros idiomáticos del norte. Por ejemplo, el enfatizador “di”, la palabra “gafo” que significa “tonto” o “los guapos”, así se llamaba a los bandoleros.
Su última novela no solo centra el foco en Eudocio Ravines, también en otros personajes históricos: José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre.
Mariátegui es el segundo tomo, se contará su agonía y muerte con relación a Ravines. Cuando las cosas se ponen feas, en 1929, Mariátegui consideraba que Ravines era el único que podía sucederle en el partido (Socialista) y hace una colecta para traerlo de Europa.
Personaje. Haya de la Torre, otro de los socios de Ravines. Foto: difusión
¿El Mariátegui que ha descubierto tiene otros matices que no conocemos?
Me conmovió la perspectiva humana. Tenía 35 años, sufría de tuberculosis, discapacidad en una pierna, debe mantener a cuatro hijos, está construyendo un partido, que está acosado por el gobierno de Leguía y sostiene un proyecto literario.
¿Y la vinculación de Haya de la Torre con Ravines?
Ocurrió en 1926. Eudocio Ravines escribió los documentos fundacionales del Apra en coautoría con Haya de la Torre, publicados en El antiimperialismo y el Apra.
¿Porque el Apra era marxista?
Yo no sé si era marxista, tenía una tendencia, pero en esa época era un movimiento internacionalista que pretendía hacer algún tipo de reforma popular. Haya de la Torre decidió convertirlo en partido en México, eso originó la ruptura con Mariátegui. No se hablaban, el intermediario epistolar entre ambos fue Eudocio Ravines.
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Estos personajes no solo son políticos, también intelectuales; no los tenemos en nuestra actual política.
Le pregunto a usted, ¿le asoma alguien a la punta de la lengua? Uno puede decir Pedro Beltrán, que dirigió un periódico y marcó una línea conservadora, pero ¿acaso dejó una obra como estos señores? (Haya y Mariátegui) El amigo Ravines no publicó libros en el Perú, hizo periodismo en periódicos y revistas, escribía en Amauta (sus memorias están escritas en inglés).
Para Dumett, su libro El camarada… es una respuesta a esas memorias que Eudocio Ravines omite contar sobre la matanza de Llaucán ordenada por su tío Belisario Ravines, coronel sobreviviente de la guerra con Chile. Las víctimas son comuneros que se resistían a los abusos de los hacendados.
Esto de las matanzas se ha vuelto moneda corriente en nuestra historia republicana.
Nos encantan las matanzas, siento que los argumentos para justificarlas suenan muy familiares ahora: no hubo 300 eran 20, los indios son tan brutos y tienen tan mala puntería que se mataron entre ellos.
Ravines fue muy religioso en su niñez, luego cambia abruptamente, según lo que cuenta en su libro.
No sé si el cambio es abrupto. Son maneras de evolucionar. Hay gente que podría caracterizar la revolución rusa como profundamente religiosa o pensar en la Unión Soviética como un proyecto zarista. Puede decir que la religión es el opio del pueblo, pero no puede aplastar esta tendencia natural de los rusos a adorar, esa cultura de la iconografía. Lo mismo pasa con una persona profundamente católica. En el caso de Ravines, estoy seguro que él nunca dejó de considerarse un cruzado. El título del libro alude a eso. Hay una leyenda medieval implícita de San Jorge y el dragón. Ravines eligió Jorge como su nombre de guerra (…), era camarada Jorge. Diría que él desde la cuna es profundamente vertical. Ahí hay una diferencia con Mariátegui. Este tenía una concepción horizontal del poder, sus relaciones con los obreros y poetas, él no imponía las cosas.
Para quienes aún tenemos la noción binaria entre derecha e izquierda…
(Interrumpe) Mire esta colaboración que tienen estas fuerzas políticas (fujimorismo y Perú Libre) no me sorprende, se lo juro. Los autoritarios se juntan porque son similares.
¿Sigue la actualidad política del país?
No sigo los detalles de las pequeñas peleas, pero veo en términos generales un plan orquestado para la captura sistemática de las instituciones del Perú por grupos de extrema derecha en colaboración con otros grupos autoritarios de izquierda. Ellos saben perfectamente que no tienen ninguna posibilidad frente a la voluntad democrática del país.
Pero también es evidente que la democracia fracasó como sistema.
No estoy de acuerdo con usted. Hay mucha gente valiosa que renuncia a participar en política porque es una moledora de carne, no van a arriesgar su reputación para meterse en esta estupidez.
El Perú también es un país sumamente complejo, su misma diversidad lo hace ingobernable para un presidente.
Pienso que no es una cuestión de una persona sino de varias. Soy muy claro de la misma manera en que reivindico mi estupidez, la misma estupidez que me llevó a escribir una novela de 900 páginas y que nadie quería publicar y le digo que el peruano es una persona esencialmente decente, pero que no tiene liderazgos. Estamos condicionados a ser una kakistocracia, es decir, un gobierno de los peores.
Pero hay la sensación de que la corrupción se ha extendido en la sociedad peruana, una metástasis; cualquiera que llegue al poder se corromperá.
No tiene por qué ser así. Reivindico mi estupidez.
¿Le tiene fe al peruano?
Digamos, soy un estúpido bien informado. Trabajo con gente de todo el país y hay gente de bien, competente, profesionalmente capaz.
¿Por qué eso no se refleja en la clase política si somos esencialmente honestos?
Tampoco se refleja en Estados Unidos, Francia e Italia. Si usted es una persona honorable, ¿para qué se va a meter en política?
¿La deja en manos de los pillos o los guapos, personificados en su novela?
Claro, pero estos pillos van a pasar y Dina Boluarte va a terminar en la cárcel, cíteme, no hay problema, soy tan estúpido que pienso así, pero no ha sido la primera vez que yo acierto.
¿Le generó algún entusiasmo, Boluarte, este personaje que era de Apurímac?
Los orígenes geográficos nunca me generan entusiasmo, tampoco Castillo porque conocía de dónde venía. Me pareció que era una esperanza en la medida en que era un hombre modesto y además no tenía conexión con las mafias conocidas, pero era toledista y evangélico, entonces, esas cosas a mí no me generaron ninguna ilusión. La decepción es habernos enterado que era un delincuente también de poca monta, pero delincuente al fin. (Al final de la entrevista, el autor anuncia un proyecto para llevar El espía del inca a Netflix).