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Cultural

“El clonazepam” de los incas para tranquilizar a las niñas sacrificadas

Ayahuasca. Esta bebida sirve como relajante, antidepresivo. Los sacerdotes incas les daban a los menores que serían ofrendados a los dioses de la montaña. Ello se desprende de un estudio a dos momias por la bioarquéloga, Domara Socha.

larepublica.pe
análisis bioquímico. Las uñas y cabellos de las momias fueron sometidas a análisis. Estas arrojaron metabolitos de haber tomado la Ayahuasca y hojas de coca.

Arequipa. Cuatro meses antes de morir sacrificados, los niños tomaban Ayahuasca. Aparentemente, la bebida servía de relajante. Era un antidepresivo, pócima para reducir las ansiedades para un encuentro tranquilo con Viracocha, dios creador del universo incaico.

La bioarqueóloga polaca, Domara Socha, hizo estudios en uñas y cabellos de dos momias niñas que fueron sacrificadas hace 500 años en el nevado del Ampato (Arequipa). Los resultados arrojaron metabolitos de Ayahuasca y hojas de coca.

Los restos cadavéricos forman parte del museo Santuarios de Altura, de la Universidad Católica de Santa María. Los encontraron en un santuario inca levantado en la cumbre del volcán a 5800 metros sobre el nivel del mar. El hallazgo lo hizo en 1995, el arqueólogo de montaña Johan Reinhard. Meses antes de ese mismo año, Reinhard y el andinista Miguel Zárate rescataron del cráter del Ampato a la momia Juanita, la bella doncella inca ofrendada también a este apu.

Ayahuasca rebajada

El brebaje es originario de la selva. Lo utilizaban los incas y civilizaciones anteriores a ellos con fines medicinales. En estos tiempos, a la Ayahuasca se le reconoce también sus capacidades alucinógenas. Ocasionales consumidores dan cuenta sobre sus desvaríos tras beberla. Los chamanes la preparan con dos plantas: la enredadera de Ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y un arbusto llamado chacruna (Psychotria viridis). Esta última provoca las alucinaciones.

En el caso de las dos menores sacrificadas en el Ampato, nos dice la magister Socha, se encontró metabolitos de la primera planta. No de Psychotria viridis, la que conduce a los estados alterados.

Por sus piezas dentales se determina que las momias son menores de siete o seis años. Les analizaron cabello y uñas. Utilizaron LC-MS/MS para detectar la presencia de alcaloides y metabolitos de coca (cocaína, benzoilecgonina, cocaetileno), mescalina, triptamina, harmalina y harmina.

Durante sus últimas semanas de vida, las víctimas, además de intoxicarse con Ayahuasca, masticaron hojas de coca. Harmalina y harmina son los metabolitos que genera el cuerpo cuando se bebe Ayahuasca.

Sacrificios humanos

Los incas tenían una concepción práctica sobre los dioses. A excepción de Viracocha, una construcción abstracta, adoraban el sol, la luna y las montañas porque obtenían de ellos favores tangibles. Los apus eran vitales para el agro, proveían agua dulce. Una sequía o erupción volcánica se interpretaba como la furia divina. Esos estados había que aplacarlos con sacrificios humanos.

Socha nos dice que por información de cronistas se optaba por niños de singular belleza, aunque también eran condenados a ese designio menores con malformaciones. Eso, por ejemplo, se advirtió en las momias enterradas en el volcán Misti. Ahí había un ejemplar con las piernas deformadas.

Por cronistas, dice Socha, los pequeños eran reclutados de diversas partes del imperio. Los concentraban en el Cusco, donde los dosificaban con Ayahuasca y luego partían a su destino final. Aunque los cronistas del imperio no precisan el tipo de bebida. A lo sumo mencionan la chicha y San Pedro, otro jugo exótico con efectos narcóticos.

La Ayahuasca no solo fue encontrado en estos sacrificios humanos. Socha hizo estudios en Bolivia, Chile y Nasca, a este lugar se expandieron los Wari y Tiahuanaco. En los tres sitios se encontró restos de Ayahuasca en tumbas de habitantes que habrían perecido por muertes naturales. Eso concluye que la bebida habría tenido un uso medicinal extendido.

La cultura Inca, fue la única que incluyó como parte de su religión sacrificios humanos en las cumbres de los nevados y volcanes. La ceremonia se denominaba la capacocha, ofrendas de gratitud a los apus.