Milena Vega-Centeno Alzamara es una de las primeras arqueólogas de campos de batalla en el Perú. Egresó a la Universidad Católica del Perú y actualmente forma parte del Comité Nacional sobre Patrimonio Militar y Fortificado-Icofort Perú. Su tarea consiste en ir tras los vestigios de los escenarios de guerra. Precisamente, su último trabajo de campo, interrumpido por la pandemia, fue en la Pampa de la Quinua, donde ocurrió la batalla de Ayacucho un día como hoy, hace 197 años.
Hasta donde avanzó en esta investigación, por encargo del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado y el Ministerio de Cultura, Vega-Centeno Alzamora ha logrado ubicar los cimientos de la capilla de San Cristóbal, donde estuvo instalado el único cañón del ejército libertador, así como los dos caminos prehispánicos hacia el cerro Condorcunca y, lo que podría ser el más grande hallazgo, una posible fosa común de soldados de tropa.
“Muchas veces nos enfocamos en lo que fue la batalla y nos olvidamos del contexto, como, por ejemplo, qué pasa con el paisaje y las transformaciones del escenario de batalla. Qué rol tiene en lo social, político y cómo juega en el imaginario y memoria colectiva, en la construcción de una identidad nacional. Entonces requerimos preservar y poner en valor estos espacios históricos”, afirma la arqueóloga.
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Sobre la batalla de Ayacucho siempre se celebra la historia y los héroes. Como arqueóloga, ¿qué busca hallar allí?
Sí. Normalmente analizamos las batallas, los grandes héroes, los personajes y cómo estos van tomando renombre y pasan a la historia como grandes íconos. Poco hablamos o se investiga sobre lo que pasa después de la batalla, por ejemplo, el comportamiento del ejército, la asistencia a los heridos, en dónde están enterrados los muertos. A diferencia de un sitio arqueológico, que puede tener miles de años y mucho vestigios, las batallas son eventos cortísimos y no deja mucho material sobre la superficie. Otro aspecto de trabajar allí es responderse por qué se eligió ese escenario. Y también cómo ese escenario puede potencializar el turismo cultural.
Da cuenta de que allí hubo una capilla y que ahora no existe.
En el 2018, reparé que en el cuadro de Teófila Aguirre, pintado en 1918, sobre la batalla de Ayacucho, figura una capilla, que se llama San Cristóbal. Según la historia, esa capilla estaba entre las divisiones de Córdova y Lara, y en ella estaba instalado el único cañón que nos quedó después de la sorpresa de Corpahuayco, del 3 de diciembre de 1824, en donde perdimos el otro cañón. La construcción del obelisco en la pampa, en 1974, transformó el campo, pues se eliminaron varios elementos, entre ellos esta capilla, porque daba “un aspecto feo al escenario”. Revisé planos, croquis antiguos y luego pasamos radar en la zona y, efectivamente, hallamos los cimientos de la capilla San Cristóbal. Quisimos hacer las excavaciones, pero la pandemia detuvo el proyecto.
¿No está a la vista?
No, está cubierta por la tierra y vegetación. Al suroeste de la pampa, también habría los restos de otra capilla denominada Kinsa Cruces, que se edificó después, pero quedó inconclusa.
Están para ponerlos en valor...
Así es. La idea es musealizar este escenario. Recuperar algunos elementos que eran importantes como escenario de batalla, pero la construcción del obelisco no lo tomaron en cuenta y lo desaparecieron. También habría una fosa común de soldados de tropa.
¿Se sabe del lugar indicado?
Estaría próxima a la capilla Kinsa Cruces. Si uno revisa bien la información de la época y los partes de guerra, de William Miller, sobre todo, vamos a enterarnos de la cantidad de muertos que hubo. En el lado del ejército libertador,hubo 370 muertos y más de 600 heridos. Del otro bando, no se sabe exacta la cifra, pero sobrepasa los mil. Por otro lado, a los oficiales siempre se le da un trato diferente que a la tropa. Los oficiales heridos fueron llevados al hospital de sangre, que funcionaba en la iglesia de Quinua. Los muertos de tropa no se pudieron transportar.
¿Qué indicios tiene sobre la fosa común?
Por información de documentos antiguos, también testimonios de los ancianos de Quinua, que fueron mis informantes años atrás.
¿Halló caminos prehispánicos en el cerro Condorcunca?
Existen dos. Esos caminos descienden hasta donde está el obelisco, pero, lamentablemente, al construir la carretera que ingresa al santuario, corta un poco los caminos. Pero se pueden recuperar y ponerlos en valor. Tenemos los caminos, las capillas, la posible fosa, también varios monumentos que mandó instalar el coronel Pedro Portillo, que se construyeron con material precario, que estuvieron hasta la edificación del obelisco.
O sea, el obelisco destruyó el escenario original...
Hemos monumentalizado el campo de batalla original y hemos eliminado, sin querer, algunos elementos importantes del escenario.
¿Ha encontrado herramientas, armas?
Es que no hemos excavado, por la pandemia. Pero lo que sí sé, porque he preguntado a los pobladores, a muchos lugareños que venden artesanía y souvenirs, y dicen que siempre han hallado materiales como balas de cañón, casquillos. Espero que el próximo año reactivemos la investigación.
¿Cómo es que el ejército español se ubica en el Condorcunca y el independentista en la pampa?
Cada ejército buscó posicionarse. Muchos jefes de ambos ejércitos tenían conocimiento, incluso algunos habían combatido en las guerras napoleónicas. Sabían de tácticas y estrategias. Eligieron escenario y ubicación en la zona.
Hay quienes aducen que los españoles perdieron por sufrir hipoxia, falta de oxígeno en la sangre.
Algunos especialistas españoles no aceptan esta derrota y sostienen eso. Pero es debatible, pues en el ejército realista no era exclusivamente de españoles, sino estaba integrado por criollos y soldados peruanos. Todo esos argumentos se dieron en el juicio que se hizo en España a los generales que firmaron la Capitulación y a quienes se les llamó “los ayacuchos”. Los historiadores europeos y españoles tratan de justificar la derrota con eso de hipoxia.
Heraclio Bonilla y Karen Spalding sostienen que no hubo nacionalismo criollo, no hubo participación popular en las guerras de la independencia, de allí que los jefes y ejércitos que lucharon fueron extranjeros y lo hicieron contra los deseos de las élites criollas.
Eso es interesante y debatible. Esa propuesta salió en el contexto del sesquicentenario de la independencia. Es debatible porque en esa época las naciones no existían como existen ahora. Es más, las batallas de la independencia es que dan origen a las naciones. Después de la Capitulación de Ayacucho podemos decir que recién empieza a formarse la nación peruana. Las naciones, básicamente, son construcciones imaginadas. Entonces, cómo podemos pedirles en esa época que fueran patriotas o nacionalistas. Quizás podemos hablar de un protonacionalismo o incipiente patriotismo criollo. Pero la participación popular sí fue masiva y en ambos ejércitos, tanto que se podría decir que la guerra de la independencia también fue una guerra civil.
Los jefes militares extranjeros vinieron con pocos cuadros. Aquí formaron sus ejércitos...
Sí, precisamente, hubo una demanda, conocida como la “cuestión de los reemplazos”, que se interpone en 1827 a Simón Bolívar para que repatrie la tropa peruana que se llevó a Venezuela y a la Gran Colombia. Ese reclamo duró dos años y existen documentos para investigar. Por eso, no podemos decir que no hubo participación popular.
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