Perfil. El siguiente texto es la edición de las palabras de la presentación de Mariana de Althaus de La Perricholi, última novela del escritor Alonso Cueto, que se realizó en el Centro Cultural de la Universidad Católica del Perú.,La Perricholi de Alonso Cueto es una mujer que construye su historia movida por la rabia y la necesidad de vengar un pasado de humillaciones y obtener un poder que redima su sufrimiento y el sufrimiento heredado. Micaela es hija de un hombre bastardo, un artista que se casó con una mujer noble, un hombre despreciado por su familia política que veía en su afición por la guitarra un motivo de vergüenza. Este padre siembra en su hija sus ambiciones de rebeldía y de poder, y en lugar de criarla para que sea una esposa obediente, le enseña a leer. Le da el arma de la lectura, el arma que ha permitido siempre a las mujeres de todas las épocas cuestionar las cosas e imaginar otros caminos. Micaela también aprende de música y a tocar guitarra de ese padre adorado, y cuando crece hace de esta habilidad una profesión, su camino hacia la fama que luego le servirá para llegar al virrey. Se convierte en una actriz y cantante admirada, y como su padre, mira a los ricos y poderosos con una mezcla de admiración y de odio, segura de que algún día ocupará un lugar entre ellos y vengará a su padre. Sabe que para ser poderosa en el mundo que le ha tocado, debe ser odiada. Consigue odios e insultos como quien consigue medallas, pero son medallas que pesan mucho y no calman un corazón rabioso. Como otros personajes femeninos de las novelas de Cueto, solos y adoloridos, pero fuertes y poderosos, Micaela convierte esa rabia en vehemencia, trabajo y ambición. Pero Cueto construye con estos cimientos también al otro gran personaje del libro, el virrey Amat. Amat esconde, tras una imagen envejecida y amable, una enorme rabia. Despreciado por su padre y sus hermanos, y alimentado por una feroz sed de justicia, ha realizado un destacado papel militar y ahora se dispone a cumplir en el virreinato del Perú el papel que lo llevará a la gloria, y que definirá su superioridad frente a su familia. Él y la Perricholi se encuentran en este camino y, se reconocen en su orfandad, en su secreta inseguridad, en su urgencia por sanar las heridas del pasado con el remedio del poder. PUEDES VER "Un escritor siempre tiene que meterse en camisa de once varas" Pero es en el rol de madre de la Perricholi donde la novela encuentra sus zonas más dramáticas. Micaela tiene dos hijos con dos padres distintos, uno reconocido y celebrado por ambos padres y la otra, Manuela, no reconocida por el padre. Manuela es la parte de Micaela que se dejó vencer, que cayó herida. Si lo que hace Micaela Villegas es luchar ferozmente toda su vida contra las reglas sociales, el machismo y el racismo, su hija Manuela es el órgano de Micaela que no resistió la guerra. El hijo, Manuel, no es rechazado por el padre pero tampoco es reconocido legalmente. Aun así, al ser hombre en una sociedad patriarcal, crece más armado que su hermana. Pero su condición de hijo natural, crecer sin padre y ser hijo de una mujer mal vista le pasan factura. Manuel no parece destacar en nada profesional, la rabia lo domina, y se enamora de una mujer socialmente insignificante como lo era su madre antes de ser la Perricholi. Manuel no se identifica con la parte transgresora y ambiciosa de su madre, tal vez quisiera haber tenido una madre menos original, menos llamativa y transgresora, y en su deseo de casarse con alguien aparentemente poco especial parece esconderse un reclamo infantil por sus ausencias. Manuel carga con el enorme peso de ser hijo de un sol incandescente. Micaela es una madre imperfecta y contradictoria, como todas. Trae dos niños a un mundo que la humilla y la insulta. Los convierte en su escudo protector contra la maldad. Micaela se convierte en una versión extrema, pública y poderosa de su padre. Como hizo su padre con ella, Micaela posa sobre los hombros de sus propios hijos la responsabilidad de enfrentar la desaprobación y el desprecio de la sociedad limeña hacia su vilipendiado nombre. No les ofrece pautas para entenderla, solo les brinda un amor gigante y opresor, y un mandato de continuar su esfuerzo, de escalar cada vez más arriba. El mundo que debe enfrentar Manuel de adulto es un mundo hostil en el que su madre es Dios y el diablo a la misma vez. Ella pone las reglas, ella mueve los hilos, y en esta dictadura, él no puede ni siquiera imaginar emprender una revolución como la que emprendió su madre. PUEDES VER Alonso Cueto: “La familia es un botín para los escritores” La Perricholi encuentra en el teatro el lugar desde el cual ejercer un poder que le es negado a las mujeres de la época de la colonia, y en la novela de Cueto funciona como un símbolo que recorre toda la novela y convierte a la ciudad de Lima en un gran escenario. Lima es un teatro y también es la Perricholi. Lima es una mujer atrevida, mestiza y peligrosa, como las obras de teatro que más nos gustan. La calle no es solo el espacio de tránsito sino el lugar en el que las personas, como personajes en un escenario teatral, actúan para provocar envidia, admiración, deseo, misterio. Las damas salen a caminar para ver y dejarse ver. Para existir. Los actores siempre dicen que nunca se sienten más vivos que cuando están en el escenario, y eso mismo parece ocurrirles a las limeñas, y especialmente a la Perricholi. Las calles de la ciudad son su reinado, tanto como el teatro, el lugar en el que recarga sus ganas de resistir. Aunque esté desmoronada anímicamente, se viste y sale a caminar: el público tiene que saber que la función sigue. La Perricholi es un personaje que construye Micaela para hacer arder a la platea, y una característica fundamental del personaje es su indestructibilidad. La novela narra una vida entera. No es solo la vida de Micaela Villegas, sino la vida de Lima en los últimos años del virreinato. Una ciudad de contrastes, como la Perricholi. Una ciudad intensa, hermosa, inclemente, rica y miserable a la vez, racista, clasista y machista, en la que los personajes se están mirando todo el tiempo y parecen construir su identidad sobre todo en sus apellidos, sus carrozas y sus alianzas. Lima no es libre, como tampoco lo es la Perricholi, pero ella imprime a su ciudad ánimos libertarios. A lo largo de la novela vivimos la transformación de Micaela y de su ciudad, y nos sentimos transportados a un mundo muy lejano pero tristemente parecido al actual, preocupados por los personajes y sus luchas. Experimentamos el mundo desde el corazón y la carne de una mujer mestiza, pobre e inteligente del siglo XVIII que se atrevió a inventarse un camino propio y peligroso en una sociedad extremadamente rígida y conservadora. La Perricholi (Literatura Random House) captura por su fluidez, su conocimiento, la belleza de su lenguaje, pero sobre todo porque canaliza nuestras propias fantasías transgresoras, nuestros deseos de reivindicación. Le da a nuestras zonas heridas y rabiosas una oportunidad de venganza, nos recuerda que detrás de todo rebelde hay un niño o una niña a la que le arrebataron algo primordial. Esta maravillosa novela de Alonso Cueto nos permite seguir indagando en la capacidad que tenemos de cuestionar las reglas, y los claroscuros que tiene una vida dedicada a la inconformidad, a la disidencia, y a la creación de un personaje único y transformador.