Agencias

Los artesanos japoneses del lacado quieren mantener la esperanza, un año después de un terremoto devastador


El artesano japonés Takaho Shoji, inclinado sobre su mesa de trabajo, aplica una capa de laca a un objeto de madera, pincelada a pincelada, deseoso de revitalizar su ciudad devastada por el sismo de Año Nuevo de 2024.

"Creo que debo hacer todo lo que esté en mis manos para hacer avanzar la reconstrucción, mantener esta tradición y transmitirla a las generaciones futuras", dice con una voz dulce este hombre de 53 años, padre de dos hijos.

"Debemos trabajar más duro juntos, si no la industria local de la laca desaparecerá", suspira.

La ciudad de Wajima, en la costa rodeada por el mar de Japón, es famosa en el archipiélago, y fuera de sus fronteras, por su artesanía de lacado conocida con el nombre de Wajima-nuri, que se aplica en diferentes objetos, como tazones. Un simple bol de sopa puede costar más de 150 euros.

Pero el 1 de enero de 2024, esta localidad de 20.000 habitantes y el conjunto de la península de Noto, donde se encuentra, conoció la muerte, el sufrimiento y la desolación.

Cuando se preparaban para la cena de Año Nuevo, se produjo un fuerte terremoto de magnitud 7,5, seguido de numerosas réplicas, provocando tsunamis, incendios y deslizamientos de tierra, que obligaron a evacuar a la mayoría de los habitantes.

- "Sentimiento de confort" -

Más tarde, en septiembre, cuando trataban de reconstruir sus vidas, cayeron lluvias torrenciales que inundaron la ciudad, destruyendo casas que habían resistido al sismo, y acabaron por desmantelar la red de unos 700 artesanos de la industria local de la laca.

Los daños son tan importantes que a la municipalidad le resulta difícil registrar a los que aún siguen activos.

El Wajima-nuri es conocido por su robustez y sus motivos delicados y elegantes, a menudo utilizados para tazones y palillos, pero también en muebles de alta gama y artículos de decoración.

Se necesitan más de cien etapas para su producción, con tareas repartidas entre artesanos especializados: algunos se centran en el revestimiento de lacado y otros en la escultura o el tallado.

Entre estos profesionales que intentar preservar su tradición, Taiichi Kirimoto, vive con su esposa en su taller de Wajima-nuri --que existe desde hace siete generaciones-- desde la catástrofe y trabaja en la reconstrucción de la ciudad.

Junto al reputado arquitecto Shigeru Ban ha construido espacios de trabajo temporales con materiales de cartón y ha viajado por todo el país promocionando su taller y proporcionando lugares de trabajo a artesanos.

"Los objetos lacados dan a la gente un sentimiento de confort, de calor y de bien estar. Es quizás diferente de la comodidad moderna", piensa Kirimoto, que ha trabajado con grandes marcas, como Hermès.

- "La comunidad queda devastada" -

Takaho Shoji, un artesano de su red especializado en revestimiento, sufrió muy de cerca el sismo. Amante de la pesca, se encontraba solo en un puerto cercano cuando la tierra tembló, haciéndole caer hacia atrás.

El agua del mar retrocedió rápidamente, dejando brevemente al descubierto el fondo marino, antes de volver en forma de tsunami. Con las carreteras cortadas por deslizamientos de tierra, Takaho Shoji decidió pasar la noche en su coche, en un terreno más elevado.

Al día siguiente, encontró a su familia en un lugar de evacuación. Rápidamente empezó a prestar su ayuda a la comunidad, animando a la gente a quedarse en la ciudad.

Pero cuando las inundaciones de septiembre dañaron su alojamiento temporal, se preguntó si había tomado la buena decisión.

"Es lo que más me preocupa: cuando se pierde gente, la comunidad queda devastada", asegura.

Shoji sigue convencido de que la tradición del Wajima-nuri, fuente de orgullo local, puede revitalizar su ciudad natal en este momento de sufrimiento.

Para que la laca entre en la era moderna, está probando nuevos métodos, inspirados de la tradición secular.

"Nuestro futuro es incierto. Pero quiero trabajar para hacer avanzar las cosas", sostiene.

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