Ayabaca: una ruta de invierno en Piura, la ciudad del eterno calor
El devoto pueblo que posee dos sellos Safe Travel festeja su aniversario 161 en su época más fría. Ni las lluvias constantes ni los 13 grados Celcius interrumpen la conmemoración.
En la narrativa de Vargas Llosa, Piura es el desierto amarillo característico del norte del país. “El arenal es inestable, blanduzco. Los médanos cambian de paradero cada noche, el viento los crea, aniquila y moviliza a su capricho”, escribió el nobel en “La casa verde”. Pero en este escenario de iguanas y gallinazos también hay un terreno cruzado por montañas y un colchón de nubes: Ayabaca, la provincia ubicada a 2.715 m s. n. m.
El eterno calor se queda en la Plaza de Armas, Catacaos y las playas, porque 185 kilómetros al noreste y luego de cinco horas de viaje en auto se asoma un pueblo cuyo nombre proviene de dos voces quechuas: ‘aya’, que significa ‘muerte’, y ‘huaca’, que equivale a ‘lugar sagrado’.
Aquella connotación religiosa del topónimo sigue vigente pero esta vez tiene una cara católica. Se trata de la fiesta en honor al Señor Cautivo de Ayabaca, una celebración que cada 13 de octubre —antes de la aparición de la COVID-19— reunía a cientos de peregrinos con hábitos morados para entonar “A ti, Señor Cautivo, ¡piedad, Señor, piedad! Si grandes son mis culpas, mayor es tu bondad”.
2017. Sin importar en qué condiciones, los devotos ingresan a Ayabaca para cumplir con la promesa de venerar al Señor Cautivo. Foto: Camila Vera / La República
La fe, el hilo que forja la historia ayabaquina
Aquí las procesiones son vías de conexión. Ya ocurría en 1935, cuando llegó el primer auto al pueblo y no de la mano de su conductor, Américo Merino, sino a lomo de mula, pieza por pieza, porque la carretera no estaba concluida. Una vez armado y con el fin de tranquilizar a los asustados vecinos ante la presencia de un avance tecnológico, el vehículo sirvió de andas durante la procesión de Santa Teresa del niño Jesús, una de las 32 imágenes que el templo principal resguarda.
Fue el fotógrafo ayabaquino Rubén Quevedo Timoteo quien se encargó de registrar este episodio bajo el dominio de su lente y fue el investigador Andrés Garay quien descubrió su archivo visual en las manos de Carlos Quevedo, nieto del artista y noble vigilante de los negativos. Ambos hicieron posible que las escenas y retratos vieran la luz por primera vez en una exposición como parte de la I Bienal de Fotografía de Lima de 2012.
“En su época, Rubén Quevedo le proporcionó a los ayabaquinos la posibilidad de sentirse orgullosos de sí mismos. El retrato es una forma visual de sentirse representados en una clave de modernidad. Les hizo notar su propia existencia y fortalecer así la memoria identitaria que surge del vínculo entre la persona y su tierra”, explica Garay.
En 1935, una vez que el auto estuvo armado, el dueño (esquina izquierda) y sus allegados posaron para inmortalizar el momento. Foto: Archivo familiar de Rubén Quevedo
Y así como durante el siglo pasado Quevedo fue un hombre preocupado por el devenir de Ayabaca, lo es ahora la oficina de Turismo de la municipalidad: el área ha logrado incluir a esta parte de la serranía piurana en cuatro de las cinco categorías que establece el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur): manifestaciones culturales, sitios naturales, folclore y acontecimientos programados.
Manifestaciones culturales
Esta clasificación comprende —entre otros— museos, arquitectura, espacios urbanos, lugares históricos, sitios arqueológicos, tradiciones y piezas de valor artístico. En Ayabaca la lista de muestras es extensa: uno de los elementos representativos es el Complejo arqueológico de Aypate que, a 2.920 m s. n. m. y a dos horas y media en dirección al este, figura como la única de las edificaciones Inca construida en piedra y todavía atesorada en el extremo norte del Perú.
A tres horas de Ayabaca también se encuentran los Petroglifos del valle de Samanga, en donde los arqueólogos han identificado la existencia de una clase dirigente sacerdotal que manejaba los movimientos de los astros para gestionar sus actividades agropecuarias. El Sol, la Luna, el Rayo, la Serpiente y la Huachuma eran sus principales divinidades.
Pero es el Santuario del Señor Cautivo de Ayabaca el símbolo rey de la manifestación cultural. No solo por su calidad de recinto histórico, pues data del siglo XVIII, sino porque “es una zona de cariño para los ayabaquinos, para los devotos y los turistas, porque alberga la imagen del patrono del pueblo”, indica José Carlos Tamayo, integrante de la hermandad y coordinador de hábitos del Señor Cautivo.
Llamada inicialmente como iglesia Nuestra Señora del Pilar, la construcción fue declarada santuario en 2002. Foto: José Carlos Tamayo
La dinámica de organización religiosa lidera el desempeño dentro del santuario y fuera de él. “Tenemos las cofradías, que son las encargadas de las festividades de cada imagen […]. Cada imagen tiene una familia responsable y eso es una costumbre que lleva décadas”, señala Tamayo y añade que esta responsabilidad se ha ido mezclando con el lado cotidiano de las familias, quienes adoptan este papel de generación en generación. “Es algo que mantiene a la cultura viva”, resalta.
Y para nutrir esta devoción después de dos años sin visitantes, está en planes de construcción el Centro de fe y cultura, “en donde se exhibirán las joyas, las vestimentas del Señor Cautivo y los obsequios que tiene”, menciona el hermano luego de recapitular cómo fue el tiempo pandémico: “Como si hubiera un duelo. Se habían adornado las calles, pero no había peregrinos, había una nostalgia”.
En 2013 La fiesta del Señor Cautivo de Ayabaca fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación. Foto: José Carlos Tamayo
Sitios naturales
La elevada altitud de Ayabaca desata la presencia de una neblina que envuelve a orquídeas, bromelias, guabos, nogales y tumbos, y a pumas, saínos, serpientes corredoras y aves en un solo rincón, el bosque de Cuyas. Abundante flora y fauna silvestres cohabitan en más de 102 hectáreas declaradas en 2015 como Área de Conservación Privada a través de la Resolución del Ministerio del Ambiente n.º 153.
El objetivo de esta área es conservar los bosques de neblina de la comunidad campesina Cuyas Cuchayo. Foto: oficina de Turismo de la municipalidad de Ayabaca
El cerro Yantuma también es uno de los espacios que encabeza el inventario de sitios naturales de la zona. Desde su cúspide, después de 20 a 30 minutos de caminata, el bosque de Cuyas y los valles ecuatorianos saltan a la vista. Antony Flores, gestor cultural de la oficina de Turismo de Ayabaca, indica que el reconocimiento del Mincetur a estos sitios naturales le otorga a la provincia “una oportunidad más para el desarrollo e implementación de circuitos turísticos, tanto para zonas de naturaleza como culturales”. Es decir, se suma a “la parte de la religión, porque el Señor Cautivo se vende por sí solo”, agrega.
En este cerro existe un fuerte contraste térmico entre el día y la noche. Foto: oficina de Turismo de la municipalidad de Ayabaca
Folclore
Para la RAE el folclore es el conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular; para este pueblo de cielo limpio lo es la gastronomía, tan diversa como los apellidos de la zona: Cedano, Julca, Niño, Páucar, Aguilera, Culquicondor, Villavicencio, Gálvez... Precisamente Domitila Gálvez —dueña de una sazón preciada por quienes celebran bautizos, comuniones y cumpleaños e, incluso, conmemoran misas de difuntos— ha abrigado en el fogón de su cocina las recetas del jamón con papa, sango con queso, repe con palta, mote con chancho, tortillas con queso, trigo con gallina, zambumba con leche, ocas con dulce.
Trigo con gallina. Foto: oficina de Turismo de la municipalidad de Ayabaca
Sango con queso. Foto: oficina de Turismo de la municipalidad de Ayabaca
A sus 81 años, ella es una conservadora de la tradición culinaria que aprendió de su madre y, a la vez, una contribuyente al inventario gastronómico: un día como hoy, hace aproximadamente 20 años, presentó en la celebración de la plaza central un platillo al que denominó auchita de zambumba. Cambió el azúcar por la sal, le agregó trozos de cerdo ahumado y ganó el primer lugar de la competencia por el aniversario de Ayabaca. “Tenía bastantes zambumbas (fruto similar a la calabaza) en mi chacra y ya no sabía en qué utilizarlas, la zambumba con leche y dulce ya era común. Entonces preparé como un picante, le puse leche, huacatay y lo di con papas sancochadas”, narra Domitila.
Ella, quien también ha construido su popularidad con tamales de mote, empanadas, galletas y masapanes, se ríe al recordar que “el alcalde y los ingenieros fueron a pedir más porque estaba rica”. Desde entonces el platillo fue el protagonista en sus reuniones familiares de Piura y Lima. Y aunque pareciera que los comensales no tienen otra opción que rendirse ante su destreza, sí pueden escoger cómo acompañar los platillos: ¿canelazo o macerado? Ambas son bebidas elaboradas a partir del primer destilado de la caña de azúcar.
Acontecimientos programados
Además del 30 de marzo, aniversario de esta provincia, el calendario se llena de color y costumbres en abril, cuando se festeja la Semana Santa; el 24 de junio, Día del Campesino; el 29 de junio, Día de San Pedro y San Pablo; el 30 de agosto, para Santa Rosa de Lima; el 27 de septiembre, Día del Turismo, y durante octubre, el mes más emblemático de este pueblo de fe que venera al Señor Cautivo de Ayabaca.
Alfredo Flores, guía de turismo avalado por la municipalidad, asegura que “gran parte de la población está tratando de revalorar las costumbres”, sobre todo ahora que hay una migración desde las localidades aledañas. “Los que llegan son incluso quienes están proponiendo en los encuentros turísticos la presentación de estampas típicas. Por ejemplo, para este aniversario”, añade. Él se refiere a algunas pinceladas culturales como la caminata de ángeles, los pagos a la tierra, la carrera de caballos, el uso del toro como bestia de montar, la artesanía y los bailes populares.
El especialista advierte que, además de la festividad del mes morado, “San Pedro y San Pablo también es una celebración religiosa grande”. Antes de la llegada de la pandemia, uno de los grandes impulsores de la conmemoración hacia esta fecha, don Miguel Galecio, gestionaba el recorrido de la imagen hacia el Estadio Pampa de Lobo.
Para este año, el plan de las autoridades es abrir las puertas de Ayabaca a todos los turistas que pretendan vincularse tanto con las festividades como con la temperatura fría, un aspecto que queda a un lado gracias a la calidez de sus habitantes. También gracias a paisajes que ponen a los pies del viajero un pedazo de cielo.
En junio y julio el colchón de nubes ocupa el horizonte en el pueblo de Ayabaca. Foto: Juan José Salvador