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El hombre que resucitó a García Lorca, por Eduardo González Viaña

La obra del poeta español sigue vigente no solo por su calidad, sino también porque hubo editores que fueron fieles a los principios de la libertad, como Gonzalo Losada.

Escribe: Ediardo González Viaña

“Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña”.

Un 18 de agosto, fusilaron a Federico García Lorca cerca de Granada (1898-1936).

Dramaturgo, prosista y el poeta más celebrado de la España de entonces, es el muerto más querido y soñado, con un reclamo que llega hasta la voz dramática de Victoria Ocampo quien, en una carta publicada en Argentina un mes después de la fecha funesta, le pregunta: “¿Me oyes, Federico García Lorca? ¿Me oyes?”.

Desde 1931, pocos fueron los que no lo escucharon cuando formaba parte de La Barraca, un grupo de teatro que iba por los pueblos y las ciudades representando obras de Calderón de la Barca, Lope de Vega y Cervantes para el disfrute de las mayorías desde los primeros momentos de instaurada la segunda república española.

El madrileño Gonzalo Losada lo conoció entonces y por eso nunca quiso creer que estuviera muerto.

Eran los días nefastos de la invasión. Armado por Hitler y Mussolini, el ejército de Francisco Franco había penetrado en España en julio de 1936. Su intento era asestar un golpe de estado a la España democrática, pero tuvieron que vérselas durante tres años con un pueblo que resistió hasta el final.

En posesión de todo el sur de España, los invasores realizaron ejecuciones sumarias de españoles vinculados a la república o sospechosos de eso por el simple hecho de ser cultos. En el informe franquista sobre la muerte de Federico García Lorca, se exponen las causas de la ejecución. Se le acusa de “socialista”, “masón” y “amigo del alcalde de su pueblo”, además de su supuestamente punible opción sexual, y se señala que fue obligado a efectuar la santa confesión católica.

A medida que el franquismo capturaba España, la censura se hizo general. Allí, como bajo la orden de Goebbels en Alemania, había que acallar a los “enemigos de la patria”. Por la instauración del régimen franquista, la mejor literatura española fue puesta fuera de ley y de las librerías.

Y, así, García Lorca murió otra vez puesto que las editoriales españolas del franquismo no lo editarían nunca más.

 Federico García Lorca. Imagen: Difusión.

Federico García Lorca. Imagen: Difusión.

Albert Camus dijo: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa”.

Gonzalo Losada no quería resignarse a esa muerte y a todo lo que estaba ocurriendo en España. Trabajaba en la editorial Espasa-Calpe, pero cuando esta decidió su simpatía por el régimen, él se fue de España para autoexiliarse en la Argentina.

Allí rompió todo lazo con aquella editorial y fundó la suya propia. En 1938, Espasa-Calpe comenzó a retirar todos los libros de autores “sospechosos” y, entonces, Gonzalo hipotecó su casa y vendió su carro y, junto con otros exiliados, fundó la editorial Losada.

En su catálogo inicial, figuraban Carl Jung, Kafka y William Faulkner, al lado de Federico García Lorca, quien, de esa manera, resucitó o volvió a nacer para América y el resto del mundo. A ellos se sumarían Antonio Machado, Albert Camus, Bertrand Russell, Albert Einstein, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y muchos otros.

La diferencia entre un país censurado y una editorial libre se revela en el hecho de que 25 autores de Losada han sido ganadores del Premio Nobel de Literatura o de Física.

Del Perú, publicó a César Vallejo, José María Arguedas, Martín Adán y post mortem a Ciro Alegría, entre otros.

Puede señalarse el hecho de que el hombre que resucitó a García Lorca se interesaba personalmente por los autores que publicaba. En el caso de Arguedas, cuando percibió la depresión que lo aquejaba, le procuró la mejor ayuda médica posible, aparte de viajar para conversar personalmente con él.

Por todo esto, guardaré siempre con orgullo el hecho de que Losada publicara mi segundo libro llamado Batalla de Felipe en la casa de palomas, y de que su fundador viniera especialmente a Lima para la presentación de la obra.

Recuerdo que conversamos mucho sobre mi propio futuro y que compartimos nuestra entrañable amistad con los discursos del aguerrido hidalgo de la Mancha y con los inmortales versos de Federico García Lorca.

“Verde que te quiero verde.

Bajo la luna gitana,

las cosas la están mirando

y ella no puede mirarlas”.

Cultural LR

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