Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el...
Las órdenes de servicio en el Perú, desde la experiencia, se camuflan bajo la idea de no tener horarios. En la práctica, eso significa no tenerlos nunca. Se trabaja fines de semana, feriados, por la mañana, por la tarde y por la noche. No están definidas por derechos ni beneficios, sino por entregables. Y en ese tipo de contrato, la gratitud no forma parte de las condiciones.
Esta modalidad crea una “zona gris” de desprotección legal. Quien escribe esto lleva casi un año en dos entidades públicas bajo este régimen; por ello, esta crítica no nace de la teoría, sino del cansancio acumulado en el cuerpo. He visto colegas llegar al amanecer y salir de noche para “no irse antes que el jefe”, otros al borde del accidente cardiovascular por la presión de los informes, y pagos retenidos durante meses simplemente porque el formato del documento cambió.
No son casos aislados, es un sistema. Philip Zimbardo sostiene que los sistemas moldean las conductas. Las órdenes de servicio funcionan precisamente así: normalizan la disponibilidad permanente y la obediencia silenciosa. No exigen horario formalmente, pero lo imponen en la práctica. Como señala Francesca Uccelli, el poder y su abuso se aprenden gradualmente y se reproducen en lo laboral.
El resultado es lo que José Carlos Agüero llamaría una memoria impura: el jefe recuerda metas cumplidas; el locador recuerda el miedo y la enfermedad. En esta lógica vertical, las tareas se delegan hasta que el último eslabón —el locador— absorbe todo el desgaste. Lo que era responsabilidad colectiva se vuelve carga individual. Mientras no cuestionemos este diseño estructural, seguiremos confundiendo compromiso con sacrificio, léase con abuso e inmolación personal.
* Colabora Yosselin Amaya Cabello, licenciada en Ciencias de la Comunicación, docente y gestora de proyectos educativos.

Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el objetivo común de rehabilitar la esperanza en la construcción del país. Se comprometen y convocan a un diálogo abierto, y a tejer lazos para contribuir a un proyecto democrático que impidan que el autoritarismo y la corrupción se apoderen de las instituciones.