Gustavo Gutiérrez, una viñeta, por Mirko Lauer

La última vez que lo vi, creo que fue en la entrega del Premio Nacional, donde pronunció un estupendo discurso de agradecimiento. Ya entonces mencionó que los años se le estaban acumulando en exceso. Terminaron siendo demasiados.

[No me es fácil escribir sobre Gustavo Gutiérrez. O quizás no es el momento. Pero, a la vez, resulta inevitable recordarlo ahora que acaba de partir. Un abrazo, Gustavo.]

Dictaba el curso de teología en Letras de la PUCP, Plaza Francia. Era una mirada sobre cómo Luis Buñuel consideraba lo divino a través de sus películas. Así, Nazarín (1959) y Viridiana (1961) nos fueron introduciendo de lleno en el pensamiento moderno. Gustavo Gutiérrez era una personalidad muy atractiva para los jóvenes, y fuimos muchos los que comenzamos a seguirlo, de cerca o de lejos, en esos años. Fuimos muy amigos desde entonces.

Cuando, a fines de los años 60, su Teología de la Liberación comenzó a influir con fuerza en el cristianismo, Gustavo salió a viajar por el mundo, dejando fugaces noticias de su paso por el Perú. Entonces, nos pudimos ver muy de vez en cuando, para conversar y compartir un sancochado (era su debilidad), él, Abelardo Oquendo y yo. En esas reuniones discretas se encontraba con cientos de otras personas.

Eran los tiempos en que la apacible conducción del Cardenal Juan Landázuri Ricketts permitió que florecieran muchas posiciones. Dos de mis amigos más cercanos en ese tiempo, Manuel Piqueras y Javier Diez Canseco, entraron en la política bajo el signo de una Iglesia Católica algo más que progresista. Gustavo eludió hasta donde pudo los temas locales, aunque al final estos lo alcanzaron.

La carrera del cardenal bávaro Joseph Ratzinger estuvo marcada por su rechazo a la Teología de la Liberación. Una vez convertido en Benedicto XVI, encontró en el obispo peruano Juan Luis Cipriani al aliado perfecto para tratar de arrinconar a Gustavo, quien tuvo que refugiarse en los dominicos de los Estados Unidos. El papa Francisco rescató a Gustavo de la persecución, lo cual le permitió vivir más tranquilo en sus últimos años.

Volvimos a discutir sobre Buñuel, la teología o la futilidad del ateísmo, en las largas conversaciones que mantuvimos Gutiérrez, Aníbal Quijano y yo, en la casa de este último. La última vez que lo vi, creo que fue en la entrega del Premio Nacional, donde pronunció un estupendo discurso de agradecimiento. Ya entonces mencionó que los años se le estaban acumulando en exceso. Terminaron siendo demasiados.

Mirko Lauer

Observador

Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).