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Congreso sexista al ataque, por Marisa Glave

“Esta medida de lenguaje inclusivo creada para homogeneizar la situación de mujeres y hombres, para que nosotras nos sintamos nombradas e incluidas, ha sido eliminada en la práctica”.

Una vez más, el Parlamento celebra el retroceso en la lucha por la igualdad de género. Con una carga sexista grosera, aprobaron la modificación de la Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres. Específicamente incorporar dos frases en el numeral 3 del artículo 4 de la Ley que se refiere al uso del lenguaje inclusivo.  

Quienes promovieron este cambio, que celebraron en sus redes sociales diciendo “el lenguaje inclusivo no va más”, en realidad no se han atrevido a derogar expresamente su uso. Han preferido una leguleyada para no parecer tan retrógradas. Pero en su intento quedan aún peor, sin coraje para asumir sus decisiones y dejándonos un texto críptico.

Mantienen la obligación explícita del Estado de incorporar en todas sus comunicaciones el lenguaje inclusivo, pero añaden inmediatamente que su uso no implica el desdoblamiento del lenguaje para mencionar por separado el género masculino del femenino. Si no han soltado una carcajada vuelvan a leer la frase. Tendremos un lenguaje inclusivo oficial que no incluye expresamente a las mujeres.

La justificación es ya un clásico del debate machista global. Se plantea que hay términos genéricos que pueden ser usados, lo que es una media verdad, pues en una disposición complementaria señalan que cuando el Estado se refiere a las personas siempre es inclusivo y por tanto no es necesaria la distinción. Veamos con calma la operación engañosa.

Si yo digo que la niñez tiene derechos, estoy incluyendo a las y los niños. Sí. Pero si digo los niños tienen derecho a la educación, estoy usando el término masculino para incluir en el universo también a las niñas. Este es un problema histórico en la socialización de las niñas.

Desde muy pequeñas, las mujeres tenemos que intuir cuándo estamos incluidas y cuando no. Si en el aula nos dicen “niños es hora de salir al recreo”, entonces sabemos que estamos incluidas. Pero si dicen “el baño de los niños está en el otro pabellón” asumimos que no se refieren a nosotras, porque tradicionalmente tenemos baños diferenciados. Aprendemos entonces que la palabra niños nos incluye algunas veces y en otras no.

Pero hay otras frases que pueden ser más difíciles, por ejemplo “los niños del equipo de futbol mañana deben estar una hora más temprano”. Esta vez ¿estamos incluidas las niñas? ¿debemos preguntar si se refieren al equipo solo de niños o si también al equipo de niñas? Cada vez más mujeres juegan también al fútbol, pero en el lenguaje cotidiano suele referirse a los hombres más que a las mujeres.

Peor aún, qué pasa si la comunicación dice “los niños del equipo de natación deben traer mañana ropa de baño”. Practicamos natación ambos sexos, pero las competencias son separadas y por tanto no estamos en el mismo equipo. Si soy una niña y leo esta comunicación ¿qué debo asumir? ¿Qué mi equipo de mujeres también está siendo convocado o esta vez es solo el equipo de hombres? No lo sabré a ciencia cierta salvo que pregunte.

El problema lo tenemos nosotras, no ellos. Los niños, desde pequeños, siempre saben cuándo se les menciona y cuándo no. Crecen acompañados con un lenguaje que les da certeza mientras nuestras niñas crecen en incertidumbre.

Si esta diferenciación no generara problemas, entonces podríamos considerar que el femenino es inclusivo y convencionalmente usar el genérico todas como universal en lugar de todos. Pero esto es algo que simplemente no puede ni plantearse en el Perú. Si una maestra en el aula dice “todas las niñas al recreo” los niños no saldrán, si les dice que están incluidos en la frase tendrá una fila de padres de familia diciéndole que está confundiendo a su hijo, que el niño tendrá luego problemas para identificar su género.

Esta medida de lenguaje inclusivo creada para homogeneizar la situación de mujeres y hombres, para que nosotras nos sintamos nombradas e incluidas, ha sido eliminada en la práctica. Pero esta no es la única medida contraria a la igualdad que este Congreso aprueba estas semanas.

Sin cuidados

La misma coalición parlamentaria que celebra la eliminación del lenguaje inclusivo festejó el archivamiento de los proyectos de ley que buscaban crear un Sistema Nacional de Cuidados en el Perú. Porque en el Parlamento solo se celebra el retroceso y el estancamiento.

Para ponerlo en simple, las personas en situación de vulnerabilidad, sea por edad –niñez o vejez–, por discapacidad o por enfermedad, requieren de cuidados. No pueden valerse por sí mismas y por tanto alguien en la familia debe hacerse cargo. Ese alguien, por lo general, es la mujer.

Este trabajo, en la mayoría de casos, no es remunerado, pero es un trabajo, supone dedicación de tiempo, energía y corazón. Esta dedicación aleja a las mujeres de algunas opciones laborales o de mejoras en su formación profesional o técnica. Conforme pasan los años, la situación se agrava porque la brecha de género, entre quienes se dedican a los cuidados y quienes no, aumenta.

Lo que buscaba el sistema era asegurar que el Estado brinde servicios de cuidado para liberar el tiempo de las personas, normalmente mujeres, cuidadoras. Pero junto a esto permitir que mujeres dedicadas voluntariamente al cuidado, que prefieren hacerse cargo de las personas vulnerables de su familia, tengan algún tipo protección, por ejemplo, tengan asegurada la salud y su propia vejez.

¿No es acaso sensato que una madre de familia que decide dedicarse a la crianza de sus hijas e hijos tenga seguro? Pues esta pregunta no se puede siquiera plantear en este parlamento. Hacerlo, según este grupo de congresistas, es interferir en la vida privada de las familias.

Este argumento es exactamente el mismo que hace décadas se usaba para no sancionar la violencia intrafamiliar. Si el marido le pegaba a la mujer no había que meterse, el Estado no podía intervenir, era algo privado en la familia.

Hace ya mucho tiempo ha quedado claro que las injusticias, no importa dónde se produzcan, son materia pública y por tanto requieren mínimos de regulación.

Ojalá entendamos que no tiene nada de malo cuidar a quien te cuida.

Este Parlamento tiene en sus manos también normar el proceso de elección del nuevo Senado. Visto su actuar, hay una alta probabilidad de que pretendan negar el avance en participación política de las mujeres, negando la importancia de garantizar un Senado en el que las mujeres tengan igual participación que los hombres, sobre todo tratándose de un Senado que concentrará mucho poder y por tanto las mujeres no deberíamos estar excluidas. Estemos alertas, pues habrá que defender los derechos de paridad y alternancia ya adquiridos en la legislación.

larepublica.pe
Marisa Glave

Desde la raíz

Socióloga, con un máster en Gestión Pública, investigadora asociada de desco, activista feminista, ecologista y mamá.