Opinión

Perfecto, por Mirko Lauer

"El perfecto que intercambiamos hoy tiene mucho más que ver con su remoto antepasado latino perficere, completar. Vendría a ser algo así como una variante de listo".

Lauer
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La palabra perfecto avanza en nuestro vocabulario. La pronunciamos cada vez que algo resulta bien, o nos gusta, no importa cuán trivial la circunstancia. Pienso, por ejemplo, en cuando A dice: entonces nos vemos el martes, y B le responde: perfecto. Este tipo de aparente perfección de las situaciones se da por todas partes. ¿Por qué?

Una hipótesis podría ser que los nuevos tiempos, con cosas como la electrónica o el coronavirus, han introducido un cierto sentido de crisis y precariedad en las relaciones interhumanas. Lanzamos la palabra perfecto para recobrar una urdimbre social a la que hoy sentimos destejerse sutilmente.

Como que las cosas ya no pueden ser simplemente buenas, o buenas a medias, o aceptables. Tienen que ser perfectas. Pero acaso exagero, y quizás ese B del primer párrafo solo ha querido decir sí, y perfecto le parece más afirmativo. Una suerte de sí con una satisfacción y una felicitación adosadas. Pero además se está sellando lo acordado.

Pero el nuevo uso de perfecto trae una sutil variación, porque suele aparecer en referencia a acciones completadas, para expresar el contento de que una duda se haya despejado. No importa que esa duda haya sido más o menos nimia. Este es un tiempo en que queremos seguridades, y en todo momento saludamos su aparición.

El etimólogo Joan Corominas sitúa el origen de la palabra en el siglo XIII. Desde entonces su sentido fue más elevado que reemplazar diversas formas de afirmación, como hacemos ahora. Digamos que en estos ocho siglos la perfección fue la perfección: “Con todas las cualidades requeridas o deseables”.

El perfecto que intercambiamos hoy tiene mucho más que ver con su remoto antepasado latino perficere, completar. Vendría a ser algo así como una variante de listo. Lo que estaba en curso ha concluido, la duda ha terminado, la impredictibilidad ha sido despejada. Se ha producido en efecto una modestísima forma de perfección.

¿Cuánto tiempo va a durar en el mercado lingüístico la nueva palabra? La competencia es fuerte. Nuestro ejemplo B hubiera podido decir: muy bien, de acuerdo, nos vemos entonces, y numerosas otras formas. Quizás optó por decir perfecto porque tenía dudas sobre la cita, o porque no esperaba que A eligiera el martes.

Entonces no es que nos hayamos vuelto perfeccionistas. Nos hemos vuelto más inseguros que antes en nuestras relaciones.