Carmen Mc Evoy: “Necesitamos un proyecto que tenga como base la resurrección del Perú”
Entrevista a la historiadora y presidenta del Consejo Consultivo del Proyecto Especial Bicentenario, cuyo Comité Editorial está por lanzar el primer número de su colección Nudos de la Republica con temas como salud pública, racismo, regionalismo, inequidad social, fronteras, lenguas originarias y otros.
La historiadora Carmen Mc Evoy responde sobre las inminentes elecciones del domingo 11 de este mes. Señala que lo que se juega el Perú es muy importante: “Estos cinco años que vienen serán, probablemente, los más difíciles de toda nuestra historia”. Cabe señalar que Mc Evoy preside el consejo consultivo del Proyecto Bicentenario. “Muy pronto se pondrá a disposición del público general la Biblioteca Digital Bicentenario con 400 fuentes digitalizadas y se convocará al congreso nacional de historia “Repensar la Republica” así como también al concurso para historiadores jóvenes de todo el Perú”, indicó.
¿Qué reflexión general tiene sobre la campaña? ¿Cumplió con sus expectativas o no?
Esta es una campaña electoral con la muerte al lado y produce pena y, además, muchísima angustia por lo que se nos viene luego de la inauguración del nuevo presidente o presidenta el próximo 28 de julio. Porque, siendo sinceros, cualquiera que gane no tendrá el apoyo absoluto de una ciudadanía desencantada pero sobre todo golpeada por todas las carencias imaginables y en este momento, por lo mismo, focalizada, no en las promesas o los insultos y bajezas que han caracterizado a esta accidentada campaña, sino en conseguir oxígeno para el hermano o la madre que se les está muriendo. Se habla de una cifra no oficial de cien mil muertos y, en esa realidad tan brutales solo los proyectos concretos en torno a una reconstrucción nacional de infraestructura, empleo, pero especialmente de esperanza pueden resonar en los oídos de los electores.
¿Escuchó lo que deseaba de los candidatos?
Sinceramente, no he escuchado lo que hubiera querido, por ejemplo cómo se va enfrentar la vacunación masiva y qué pasos se darán desde el día uno de la nueva administración para evitar que el Perú se siga muriendo. Necesitamos un proyecto nacional que tenga como base la vuelta a la vida, la resurrección del Perú y esa tarea, que requerirá del concurso de todos, no ha sido bien definida por ninguno de los candidatos.
Hemos visto en esta campaña la aparición de personajes que representan posiciones políticas extremas. Un ejemplo es Rafael López Aliaga, quien se ha caracterizado por defender banderas ultraconservadoras pero, además, por expresar opiniones bastante agresivas. ¿Es quizás López Aliaga un la cuota peruana de ultraderecha para ir un poco a la par de lo que se ha visto en otros países, como en Brasil o Estados Unidos?
Quién duda a estas alturas de que López Aliaga es un derechista radical y que su discurso y práctica exhiben rasgos neofascistas que deberían llamarnos a la reflexión por la amenaza que ello supone para un sistema democrático tan frágil como el nuestro. No hay más que observar su violencia verbal que se evidencia en la construcción de un enemigo animalizado -el lagarto- que vive de la mermelada estatal, en el cual descarga su odio y comparte ese odio con sus seguidores. En el mundo simplista de las polaridades y las mentiras, donde López Aliaga y muchos neo fascistas como él habitan, él se nos presenta como una suerte de cruzado dispuesto a transformar al Perú en una potencia mundial. Pero es, también, el maltratador sistemático de mujeres y de todo aquel que se le cruza en el camino. Critica a los monopolios mientras vive hace mucho años de uno, no tiene el mayor reparo de llamar genocida al presidente Sagasti o sugerirle a una enferma terminal -que lo único que solicita es una muerte digna- que se tire del techo de un edificio. Es una estrategia de “miente, miente, que algo queda” que lo pone a López Aliaga en una suerte de vértigo de una campaña en la que va dejando en el camino honras destrozadas por su ejército de troles.
Desconcierto. López Aliaga dejó muy mala impresión. Foto: difusión
Es interesante que se venda, sin embargo, como una opción de limpieza frente a la corrupción. Hay una contradicción evidente entre lo que dice ser y su actuación pública.
López Aliaga también representa esa tendencia, refrendada por la onda expansiva de Lava Jato, de ver al Perú como una suerte de lodazal donde reina la corrupción más absoluta. Es una idea que se ha ido sembrando desde hace mucho tiempo y que ahora le sirve para construir el discurso del hombre probo y santo que nos salvará. Sí, recuerda mucho a la campaña brutal de Trump en la que prometía limpiar el pantano inmundo de la política norteamericana y le pedía a sus seguidores que colgaran a Hilary Clinton. Es una mente contaminada con teorías conspirativas, muy similar a la de Trump y Bolsonaro, que trasmite una visión apocalíptica del pasado y del presente a una ciudadanía desesperada, mientras sus “porkys” infantilizan una apuesta política cuyo sustrato es el odio y la mentira.
Se ofrece a sí mismo como el único que se enfrenta a Odebrecht.
Claro, lo que pasa es que ya se creó el sentido común de que el Perú es un país absolutamente corrupto, ya existe esa infraestructura en la imaginación popular…
Esa narrativa.
Así es, ya existe una narrativa instalada y él (López Aliaga) aparece como un hombre de Dios, una especie de cruzado de la decencia, cuando, si ves su biografía, te das cuenta de que ha vivido de los monopolios, de las prebendas estatales que ahora critica.
Usted es experta en historia política. ¿Recuerda un caso similar, o es nuestro primer caso de neo fascismo electoral?
Es una experiencia límite. La polaridad siempre ha existido en la política peruana. Lo que él ha hecho es montarse en este aparato de los buenos y los malos. Esta polaridad la venimos viviendo desde hace veinte años, no hay claro-oscuros, no hay la posibilidad de ver la complejidad de las cosas. O sea, en un mundo simplificado es muy fácil que una narrativa como la de López Aliaga pueda funcionar. Esta simplificación, como le digo, siempre ha ocurrido pero ahora como que hemos llegado a un momento de radicalización a raíz del escándalo Lava Jato, donde aparentemente nadie se libró. Sume lo de las vacunas. El discurso se va radicalizando, ¿no? Ahí están el anticomunismo, la misoginia, la sucesión de mentiras, la animalización del rival. Es un cuadro que, imagino, más adelante se estudiará: el neofascismo peruano.
Que tiene muchos seguidores.
Miles, miles. Y troles, más.
Como ciudadana, ¿qué piensa del papel que los medios han jugado en esta competencia electoral? Se lo pregunto porque -para seguir con el ejemplo de López Aliaga- se ha dicho que con la cobertura brindada para alabarlo o criticarlo, se le ha dado la posibilidad de hacerse más conocido. ¿Está de acuerdo con esa premisa? ¿Los medios han podido ser más cautelosos en su trabajo?
Es muy cierto que desde su fundación de la República los medios, los denominados el cuarto poder, jugaron un papel fundamental en los combates políticos que siguieron a la independencia. No hay que olvidar que en 1822 la opción republicana se impuso por el papel que cumplió la prensa y los voceros del republicanismo, cuyos periódicos vivían de sus suscriptores y no del subsidio estatal. A medida que el tiempo transcurrió, la prensa empezó a prestar sus servicios a los candidatos e incluso era por todos conocido cuáles periódicos trabajaban para cada uno de ellos. No es una novedad que en época electoral la prensa tome posición, ¿no? El problema, más bien, era cuando los diarios dirigían sus halagos al elegido por Palacio de Gobierno, creando inequidad en la disputa electoral. Pienso que un grave problema en esta etapa de digitalización y competencia a muerte es la tentación de caer en las redes del poder de turno, vía avisaje, para sobrevivir, y en ese sentido solo una prensa independiente, basada en la verdad y en la difusión del conocimiento logrará construir el prestigio que le permita trascender el tiempo y las disputas por el poder. Esto no quiere decir que debamos criticar a un periodista que muestre sus simpatías por tal o cual tendencia, si no, más bien, que un periódico o canal de televisión se conviertan en caja de resonancia permanente de un solo candidato. Acá está el problema, no tanto que yo diga con quién simpatizo. A mí personalmente me impresionó mucho cuando cierto candidato visitó un canal de televisión en particular para responder dos o tres veces a las preguntas que en el debate tuvo que leer, incluso mal.
Los debates posiblemente puedan ayudar a mover algunos puntos a favor y en contra. En un contexto en el que los porcentajes de apoyo electoral son pequeños esos movimientos acaso terminen siendo decisivos el 11 de abril. De los candidatos escuchados entre el lunes y el miércoles, ¿cuáles le parecieron los más competentes?
Tal vez porque he leído y estudiado grandes debates, el que giró en torno al Contrato Grace o el monarquía-república unos años antes, es que estos no me impresionaron. Puede que sea el formato y esas luces de neón tipo casino, o que la mitad del tiempo de los candidatos fue utilizado para defenderse o atacar, lo que imposibilitó escuchar las líneas maestras de un proyecto nacional acorde con este momento de cambio de era planetaria.
¿Nada le llamó la atención?
No se puedo negar que hubo flashes interesantes, pienso en algunas de las propuestas de Verónika Mendoza, o de Julio Guzmán, luego de recuperarse del “estate quieto” de los moderadores, a mi modo de ver bastante inmoderados, o el mismo Alberto Beingolea con un discurso articulado. En líneas generales, los candidatos han podido comunicar, pero el tiempo invertido en la defensa frente a ataques no ha permitido conocer todo en su conjunto.
¿Y quiénes cree que perdieron?
Respecto a los perdedores, estoy de acuerdo que Hernando De Soto fue insoportablemente autoreferente y López Aliaga evidenció lo poquita cosa que son los trompeadores de barrio cuando les ponen un desafío tan grande como articular ideas y argumentos que sustituyan a esa violencia que es su lenguaje y escudo. Su cara de susto, luego de leer a toda carrera un puñado de párrafos, sin punto ni coma, lo dice todo.
De Soto postula a la presidencia por primera vez con el partido Avanza País. Foto: La República
Lo de Hernando De Soto es particular, también. Él llegó a esta campaña con una imagen de intelectual de primera línea, pero luego de su desempeño uno se pregunta, ¿y dónde está ese personaje del que nos hablaron durante tantos años?
Claro, un poco se le podría aplicar la frase de “crea fama y échate a la cama”. No siguió explorando otros caminos. Su sendero no es el único, ha podido seguir creciendo, pero como que quizás sentía que sus laureles hablaban por él. Lo que simplemente nos hacía recordar es que participó en tal ley, que estuvo en tal cambio…
Que derrotó a Sendero.
Que derrotó a Sendero, y entonces salen todos estos memes de que inventó la Inca Kola o que mató al Mar Muerto. Y lo que deseaba escuchar el electorado era saber cómo iba a reactivar el empleo, la economía. Eso es lo que queríamos conocer. Es como estos profesores que después de 40 años te presentan su currículum y tú le preguntas, “¿y cómo van sus nuevas investigaciones?”. Ha dejado esa sensación, de que te está tirando su currículum pero no presenta nada concreto para el momento que el Perú atraviesa.
Vamos a tener un Congreso fragmentado. Las encuestadoras serias coinciden en que habrá entre 9 y 10 bancadas. ¿Le preocupa que el siguiente periodo sea igual de convulso que el que estamos terminando?
Es lo que más me preocupa e incluso me provoca muchísima ansiedad. Porque lo que hemos descubierto en este año tan trágico y doloroso es que los políticos, salvo honrosas excepciones, no se dan una tregua, ni siquiera con la muerte al lado para pensar en el bien común. Es escalofriante ver la cantidad de pleitos de todo tipo que lo único que causan es la inestabilidad del Perú. La cultura de la guerra de la que no hemos sido capaces de separarnos, de desmantelar, es la que nos rige. En ese ambiente y con 9 o 10 bancadas será muy difícil poner en marcha un plan de reactivación económica pero, sobre todo, de reconciliación nacional, donde lo que prime sea el trabajo colectivo para sacar adelante un país tan maravilloso pero tan poco apreciado por todos nosotros. Pienso que si en este momento de muerte y desolación no decidimos cambiar de mentalidad y rumbo para pagar la deuda social, que tenemos hace 200 años, y apostamos por el bienestar, la paz social y la felicidad compartida, nunca lo haremos. Es un momento decisivo. Si estas bancadas no concilian, no tenemos un liderazgo que empuje hacia eso, nos esperan años muy difíciles.
Carmen Mc Evoy: “Necesitamos un proyecto que tenga como base la resurrección del Perú”
¿Percibe algún liderazgo que puede dar la talla para lo que viene? ¿O prefiere abstenerse de responder?
Prefiero abstenerme, porque muchas veces lo que ocurre es que en el momento en que se origina el desafío sale el liderazgo que, incluso, era desconocido para el propio candidato. Es en el desafío donde se forja el carácter.
O la persona que uno esperaba que tenía ese liderazgo, nunca lo demuestra.
Exactamente. Uno no puede pronosticar, porque la misma dinámica de un momento muy difícil puede hacer que de un personaje en el que posiblemente nadie creía salga una fuerza capaz de movilizar a la sociedad y de crear este colectivo. Hay que apostar por la sociedad civil. No es solo el voto. No estamos en un momento en que uno puede decir “voto y me voy”. No. Aunque el candidato que uno apoya no salga, hay que seguir acompañando estos cinco años que probablemente serán los más difíciles de toda nuestra historia.
¿Van a ser los más difíciles de nuestra historia?
Yo creo que sí. Son cinco años decisivos, no solo por la crisis política antes de la Covid, si no porque es un cambio de era planetaria en el que el Perú tiene que construir su infraestructura para enfrentar una era diferente a todo nivel, tecnológica, social, de relación con la naturaleza. Son años difíciles. Van cambiar muchas cosas y ojalá que lo podemos lograr.
Anda medio pesimista, ¿o es solo una impresión?
Soy una optimista informada. Y debemos ser conscientes de que la reconstrucción económica será muy dura. Mi mayor preocupación es que podamos llegar a un acuerdo nacional. Si los candidatos se sacan los ojos, ¿qué nos espera para la construcción de la gobernabilidad? No hay muchas pistas de que haya un interés por una gran coalición democrática.
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