La dura tarea de contar nuestros muertos
Durante más de un año, las autoridades del Minsa mostraron al país cifras de fallecidos por COVID-19 que no eran reales. Tuvo que crearse un grupo de expertos para descubrir que los caídos por la enfermedad superan los 180 mil. ¿Cómo lo hicieron? ¿Con qué sensaciones cumplieron su misión? ¿Y cómo le das a un país entero una noticia como esta?

El epidemiólogo Mateo Prochakza cuenta que, años atrás, tuvo que dejar la práctica clínica porque no soportaba tener que comunicarle la muerte de un paciente a sus familiares.
Por eso, hace unas semanas, le resultó paradójico verse a sí mismo procesando los datos sobre los fallecidos por la pandemia en el Perú y preguntándose si sería él quien tendría que decirles a 32 millones de peruanos cuántos compatriotas habían muerto. ¿No era esa acaso una representación a gran escala de aquello de lo que había huido?
El pasado lunes 31, en Palacio de Gobierno, Prochazka y el resto de integrantes del Grupo de Trabajo Técnico (GTT), constituido en abril por el gobierno para actualizar la cifra sobre fallecidos por COVID-19, le comunicaron esa cifra al país.
Al 22 de mayo de este año, la enfermedad había dejado un saldo de 180 mil 764 muertes. Más del doble de lo que el Ministerio de Salud (Minsa) había estado reportando oficialmente. Más del doble del número de fallecidos en las dos décadas de conflicto armado. Nueve veces el número de cadáveres que dejó la Guerra del Pacífico.
No fue una cifra totalmente sorprendente. Se acercaba a las del SINADEF, que ya eran tomadas como referencia por muchos expertos independientes.
Pero al ser oficial, resultó tremendamente brutal.

Científicos Ragi Burhum y Patrick Weighardt, miembros del grupo de trabajo que actualizó las cifras de fallecidos. Foto: Félix Contreras.
Hay un momento en el trabajo del GTT que puede ilustrar bien esta sensación. Lo contaron a DOMINGO Mateo Prochazka y otros dos miembros del equipo, Ragi Burhum y Patrick Wieghardt, por separado. Sucedió en la primera sesión virtual de trabajo, cuando un vocero del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) expuso la metodología que habían estado usando para llevar el registro de los muertos por COVID-19. Resultó que no lo estaban haciendo mal: vinculaban diversos sistemas de información para obtener una cifra real. Bastante cercana a la del SINADEF. Muy lejana a la que mostraban los reportes oficiales del Minsa.
La exposición del CDC indignó a los expertos invitados. ¿Por qué el Minsa no les mostraba a los peruanos las verdaderas cifras? ¿Qué estaba pasando?
–Fue un shock para todos– dice el científico computacional Ragi Burhum. –Es bien distinto estimar algo con el SINADEF a verlo ratificado con cuatro o cinco sistemas de información. De pronto se volvió real.
–A mí no me sorprendió porque la cifra que calculamos en Open Covid era similar– dice el biólogo computacional Patrick Wieghardt. –Pero sí se me salió una lágrima de indignación porque aquí se sabía algo y se había escondido. “Cómo puede ser que nos estén engañando”.
–Cuando nos dieron la cifra, nosotros levantamos la voz– dice Mateo Prochazka desde Londres, donde reside. –Yo dije “¡Pero cómo es posible!”. Porque cómo era posible que el CDC nos estuviera dando una cifra a nosotros y a la ciudadanía le estuviera contando otra cosa.
Las razones de lo que ellos consideran por lo menos una grave negligencia se desconocen. A pedido del grupo de trabajo, el ministro Óscar Ugarte acaba de crear una comisión que investigará lo que ocurrió.
Nueva herramienta
El trabajo del GTT no partió de cero. Como se apresuran en señalar tanto Prochazka como Wieghardt y Burhum, el CDC había desarrollado desde mayo de 2020 una metodología para medir el número real de fallecidos, usando como bases de datos el SINADEF y el NOTI (que recoge datos de las enfermedades sometidas a vigilancia por su relevancia pública). Además, usaba dos sistemas de información que registran resultados de pruebas de COVID-19: el NETLAB (moleculares) y SiCOVID-19 (serológicas y antígenos).
El problema, como ya se ha visto, era la forma de reportar: el Minsa solo tomaba en cuenta las defunciones confirmadas con prueba de laboratorio que hubieran sido identificadas el día previo a la publicación de la sala situacional.
El GTT estableció siete criterios técnicos que definirán a partir de ahora qué se considera una muerte por COVID-19. Además de los criterios virológicos y serológicos (expresados en las pruebas moleculares y serológicas), se tomarán en cuenta criterios radiológicos (tomografías, resonancias), de nexos epidemiológicos, de investigación epidemiológica, clínicos y de SINADEF.
Con los cuatro sistemas de información y los siete criterios técnicos señalados, el grupo de expertos creó un nuevo sistema de datos: el NOTI-SINADEF, que es la herramienta con la cual ya se ha empezado a reportar diariamente la cifra de fallecidos.
Hubo mucho trabajo de hormiga para afinar la metodología del CDC y validar el proceso que desemboca en el NOTI-SINADEF. Ragi Burhum cuenta que pasó horas de horas mirando línea por línea de código para revisar los criterios. Prochazka usaba la diferencia horaria a su favor: el equipo del Minsa, que también trabajó muy duro, le enviaba los datos de madrugada, de modo que en Londres, él producía los análisis muy temprano y los dejaba listos para revisarlos juntos por la tarde.
–El diseño y la implementación de la nueva herramienta no hubiera sido posible sin el trabajo de Willy Sánchez, José Medina y Jorge Miranda, científicos del Minsa– dice el epidemiólogo.

Epidemiólogo Mateo Prochazka. Trabajó desde Londres, donde reside. Foto: Archivo personal.
La labor de Prochazka, Burhum y Wieghardt se complementó muy bien con la mirada internacional de Edgardo Nepo, consultor de la OPS; la colaboración de Víctor Suárez, jefe del Instituto Nacional de Salud (INS), y Julio Ruiz, director general del CDC; y el liderazgo de Marushka Chocobar, secretaria de Gobierno Digital de la PCM.
El lunes 31, cuando el grupo se presentó en Palacio en conferencia de prensa y Nepo, en representación de todos, entregó el informe final a la premier Violeta Bermúdez, Prochazka, quien estaba conectado vía Zoom, dice que sintió una mezcla de tristeza y orgullo. Tristeza por comunicar al país una cifra tan terrible. Y orgullo de haber participado en la tarea de sincerar la situación de la pandemia.
Para Burhum, ha sido un camino que comenzó hace un año, cuando su celebrado artículo El martillazo y el huayno hizo que los políticos descubrieran que los científicos independientes podían aportar su conocimiento a la respuesta a la pandemia. Como se recuerda, tras el reclamo de los expertos de la sociedad civil, el gobierno liberó los datos y nacieron iniciativas como Open Covid-Perú (impulsada por Burhum y Wieghardt), el grupo de expertos que en febrero pasado le pidió a Francisco Sagasti corregir los errores de conteo y reporte de datos, lo que a la postre, muy probablemente, llevó al gobierno a crear este grupo de trabajo que revisó la cifra de fallecidos.
–En la reunión con el presidente el lunes [después de la entrega del informe], él mencionó la carta de Open Covid– dice Burhum. –Y fue emocionante porque entendí que había causado un impacto. El hecho de que uno pueda escribir una carta y cause una respuesta del gobierno al más alto nivel le dio sentido a nuestro trabajo.