Luis Jochamowitz: “Ántero Flores es un político conservador, apolillado, lo que en redes sociales llaman un viejo lesbiano”
Escritor y periodista
Esta semana, el escritor Luis Jochamowitz estuvo muy activo en sus redes sociales. Desde ellas, daba su particular visión de lo que ocurría primero en el Congreso, luego en Palacio de Gobierno y finalmente en las calles. En esta conversación trata de esbozar algunos perfiles de los principales actores de la última crisis por la que atraviesa nuestra política.
Usted tiene una teoría interesante, piensa que Martín Vizcarra buscó ser vacado por el Congreso, ¿por qué?
Por unos indicios, el primero es la mención que hizo a los congresistas investigados por la Fiscalía. Quien quiere sacar un buen resultado no menciona eso. Por otro lado, Vizcarra siempre ha mostrado una prescindencia con respecto al poder. No es el objeto de su vida, sino que le cayó por azar. Y en tercer lugar, haciendo un cálculo sobre su futuro y su condición, es mucho más conveniente salir de esta forma que llegar al último día de su gobierno absolutamente desgastado y enfrentar juicios que han sido retenidos durante meses. Por esas tres razones, me parece plausible que él buscó este desenlace.
Es como el caso del artista que prefiere retirarse en el momento de mayor popularidad antes que irse durante la decadencia.
No necesariamente, porque él ya estaba en decadencia. Ya que pone ese ejemplo, es como el canto del cisne. Es tu último canto, haces tu mayor esfuerzo y reverdeces tus laureles. ¿Y cuáles han sido los laureles de Vizcarra? Antagonizar con el Congreso. Entonces haces eso, y luego te vas.
¿Le irá mejor con esta maniobra? Usted ha dicho que en la comparación con este gobierno, Vizcarra sale mejor parado.
Sí, pero eso está por escribirse en el futuro. De hecho, ahora mismo la comparación ya lo favorece. No hay nada más gris que el Congreso. Entonces, un gobierno del Congreso ya nace con unos pesos insalvables. Ahora, este es un comentario sobre Martín Vizcarra en su vida personal. Pero lo que hizo quizá no fue lo más aconsejable como líder de un país. Quizá no debió retirarse tan fácilmente, hacer un poco de lucha legal.
Y en términos generales, ¿Qué piensa de Vizcarra? Es interesante que fuera escogido como la “cuota provinciana” de la plancha de PPK. En teoría no esperaban mucho de él, lo veían como un elemento decorativo.
Sí, esa fue su carta de presentación. Pero no hay oficio más inestable y variado que el de político en el Perú. Yo creo que su naturaleza no es la de un político activo, decidido, a tiempo completo, capaz de hacer lo que podría hacer un político de la vieja guardia, de los que podían ir a la cárcel o dedicar la vida entera a una causa. Él es una persona que en su vida privada ha logrado cierto éxito y entonces, por facilidad, porque aquí las cosas son así, se embarcó en el coche de la política, y eso lo llevó mucho más allá de lo que había imaginado.
¿Es un tecnócrata más que un político apasionado?
No diría tecnócrata. Su rasgo provinciano es más aguzado en él y yo imagino al tecnócrata más limeño, que ha estudiado en el extranjero, etc. Él tiene un perfil marginal.
¿Qué piensa de sus antecedentes? Postuló en el 2006 por el Apra. Y su llegada al poder tampoco está clara. Hay quienes piensan que traicionó a PPK, que entró en conversaciones con sus actuales enemigos, los fujimoristas.
Esas son cosas que se repiten tanto que la gente la cree en función de que le dan información incompleta. Que haya hablado con los fujimoristas me parece inevitable. ¿Quiénes iban a vacar a PPK? El fujimorismo. Eso no significa que traicionó a Kuczynski. Lo otro qué era. ¿Qué renunciara junto a Aráoz y PPK? Y ese es un salto que no tenía por qué dar. Eso no es traición. Ahora, ¿él es lo nuevo en la política? Ciertamente ha pasado poco tiempo en el poder, pero este año ha sido tan intenso…
Que parece un lustro.
Claro. Y el anterior también. En el fondo no es lo nuevo. No trajo nuevas ideas. Cambió el escenario pero no cambió la política. Cometió errores muy graves, como no tener un partido, pero creo que sí puede tener vida a futuro.
¿Lo ve como una probable ficha para el 2026?
Es posible. Pero un político no puede vivir del recuerdo. Tendría que comenzar a hacer política de verdad, formar un partido, trabajar como político, y no esperar que el azar o el hecho de ser provinciano lo coloque en una posición casi de herencia o fácil. Eso ya no corresponde.
Más le convendría formar una fuerza política que esperar a ser invitado.
Claro. El problema es que siempre ha hecho eso, esperar que lo inviten, incluso este año. No comprendió que debía formar su propia bancada. Supongo que esa lección la tiene bien aprendida.
¿Este desenlace tiene su base en el hecho de que el presidente no tuviera respaldo parlamentario, de que no tuviera un solo congresista?
Sí, sin duda. Una asamblea es un cuerpo político, tiene como una psicología. Si no tienes elementos en ese cuerpo, te es ajeno. Esa es la madre del cordero de esta vacancia.
Ha descrito de una manera interesante al primer ministro. Ha dicho en Twitter: “No se le conoce nada memorable, ni siquiera un chiste en alguna entrevista fácil. Su caso es el más claro ejemplo que para tener vida política, basta acudir a cuanto programa de televisión te inviten”. ¿Detesta al señor Flores Aráoz?
(Se ríe) No lo detesto.
Le es indiferente.
Tampoco. Me da cólera, pero no tanto por él, sino por el tipo de política que representa. Nada le ha costado. No ha hecho nada. Es un asistente infaltable de cocteles, es un firma cartas y manifiestos de sus amigos, y un asistente gratuito de programas de televisión.
Sin embargo, él se considera hasta presidenciable.
Ah, bueno. La distancia entre las capacidades y las ambiciones en el Perú es infinita.
Y más allá de sus capacidades, su pensamiento también es peligroso. Es conocido que él no ve por igual a todos los peruanos. Se ha referido a la gente del ande como alpacas y llamas. Eso lo pinta de cuerpo entero.
Sí, claro. Se le escapó. No es tonto, sabe ocultar sus verdaderas inclinaciones, pero allí se le escapó. Es un político conservador, apolillado, lo que en redes sociales llaman -cómo se dice- un viejo lesbiano (se ríe).
¿Y entonces qué? ¿Estamos asistiendo a la formación de un gabinete formado por ese pensamiento, por viejos lesbianos?
Sí, al menos al intento. Van a tratar de ocultarlo también. Y también puede haber viejos lesbianos de 30 o 40 años. Pero esencialmente estamos ante un gabinete de fantasmas. Sin entrar al tema de la legalidad, su legitimidad es cero. Y los meses que quedan son durísimos. Cada día se van a poner más duros.
Hemos hecho algunas descripciones. ¿Qué piensa del señor Merino? No sé si usted lo llama presidente.
(Se ríe) Permítame llamarlo Merino a secas. Casi no hay nada que decir de él. Está allí por qué está. Es también un caso de ambición sin tener ninguna capacidad.
Por decirlo de una manera, es un hombre sin historia.
Así es.
Y sin embargo, al menos en teoría, él nos va a llevar de la mano hasta el Bicentenario. ¿Qué dice eso de nosotros?
Que llegamos al Bicentenario en el momento más oscuro de los últimos veinte o treinta años. Yo siento que estamos al final de un camino, que ya se han traspasado muchos límites, que hablar de la democracia peruana es una broma de mal gusto. Hemos caído profundamente y me asusta pensar cuál es la salida. Si la pienso, es de miedo, de terror.
Usted es un hombre al que le gustan los archivos y la historia, ¿ha habido un momento de tanta incertidumbre en nuestra historia?
Creo que en el 30 o 31, cuando cayó Leguía, pudieron haber momentos semejantes. Hubo coroneles, arzobispos, generales, que entraron a Palacio por 24 y salieron tan rápido como eso, hasta que llegó Sánchez Cerro. Él duró muy poco y luego volvió la inestabilidad. Digamos que desde los años 30 no hay un momento tan inestable.
Hay una discusión sobre lo que ha ocurrido exactamente. ¿Se atrevería a llamarle golpe de Estado?
Bueno, esa es una discusión más vacía en el fondo. Ni siquiera ellos se ponen de acuerdo en lo que ha pasado. ¿Qué vamos a discutir nosotros? ¿El inciso tal o cual de la Constitución? Es como las discusiones en el Medioevo, sobre si Dios era una trinidad o una unidad. Era un tema para teólogos, cuando lo único que importaba era la fe. Y la fe ahora es el sentido común, saber si vives en un país que respeta las reglas, que guarda las formas, que tiene cierta autenticidad, o si vivimos en un festival de hipocresía, de corrupción desenfrenada. No se necesita ser teólogo o constitucionalista para saber eso.
Me quedé pensando en lo que dijo sobre la salida a esta crisis, que le daba temor. Hay muchos precandidatos que van a presentarse en abril. ¿Hay alguno que le genere simpatía o todos lo dejan sobresaltado?
Ninguno me convence. Pero algunos no convencen y asustan. Pero para no ser tan oscuro y pesimista, yo diría que esta vacancia replantea el tema electoral, lo fi ja en nuevas coordenadas y establece un sentido común. Quizá eso sirva para concentrar el voto en un candidato menos reprochable en medio de esta masa de males pésimos y otros aún peores. Quizá sea la única ventaja.
Así que estamos condenados a elegir siempre al mal menor, a votar en contra.
Sí, ese ha sido nuestro destino. Pero, vea, cuando peor se esté, quizá tengamos más claridad. Si se ha avanzado más en la ruta del despeñadero, también tenemos más recorrido y conocimiento de lo que nos pasa.
Mirando a los vecinos, sobre todo a Chile, vemos que se están haciendo apuestas radicales. Chile ha aprobado el cambio de su Constitución, que venía del tiempo de la dictadura. Acá, en cambio, había un consenso sobre los logros de la Constitución, que no debía ser tocada, sobre todo el capítulo económico, ¿ese consenso puede cambiar ahora?
Sí, hay algo de eso. Aunque yo no soy muy partidario de creer que una nueva Constitución va a cambiar algo. Me parece una típica salida nuestra, de formalismos, de palabrerismo, de creer que la verdad y la realidad está en las leyes, y no es así. Sin embargo, la Constitución es la que nos ha dado el marco para llegar a este punto, así que es obvio que se necesita hacer algo con ella.