Domingo

Cuarentena como inspiración

¿Se puede ayudar a los que combaten el Covid-19 desde el arte? La artista plástica Maricruz Arribas pensó que no volvería a su taller durante la cuarentena, pero varios proyectos solidarios le hicieron cambiar de opinión. Este es su testimonio.

El 2020 se presentaba como un año lleno de proyectos. Una exposición en FLECHA-Madrid, la posibilidad de volver a exponer en Lima, dos instalaciones de gran formato, y la promesa de volver a mis lienzos sin descuidar mis esculturas. Otro plan era volver a Cusco, para cumplir con mi peregrinaje al Baratillo, para la reapertura del Museo Arzobispal y conocer a una nueva generación de artistas plásticos que resucitaron el prestigio de la escuela cusqueña de pintura.

Todo quedó trunco cuando la pandemia llegó al Perú. Terminé la instalación de un ensamblaje en Piura días antes que dictaran la cuarentena. Las noticias desde Ecuador eran terribles. Ese fue mi último vuelo y la primera vez que retornaba a Lima con una mascarilla.

A los dos días empezó el confinamiento pero tuve suerte: mi hija y las nietas volvieron a Lima poco antes y ahora comparten conmigo la cuarentena. Su energía es contagiosa y su presencia la mejor vacuna.

En los primeros quince días no extrañé mi taller. Fueron como unas cortas vacaciones. Me puse al día con mis lecturas postergadas y para reordenar mi cosmos casero. Entre mis cosas descubrí que, como buena piurana, siempre me impresionó la Cultura Moche y el enigma de la denominada “Rebelión de las Cosas”, donde los artefactos cobran vida y les declaran la guerra a los hombres. Comprendí que yo decidí declarar la paz a esos artefactos y resucitarlos a través de mi arte.

Pero debo reconocer que cuando se prolongó la cuarentena tuve que controlarme para no escapar y buscar refugio en mi taller. Extrañaba el caos de mi caverna artística, donde me desenvuelvo como una cazadora-recolectora de maderos de naufragios, de bloques de vidrios que semejan témpanos de luz, de piezas industriales oxidadas que son toda una fuente de inspiración. Extrañaba hasta la geología coloreada en esas enormes lajas que de por sí son obras de arte natural.

Arte para ayudar

Y la cuarentena continuó. Fue entonces cuando decidí retocar los lienzos de mi casa. Utilicé hasta los lápices de colores de mis nietas. Renové la nube de alambres transformada en lámpara de mi comedor y logré rehacer unas esculturas recientes a las que llamé “átomos”. En eso estaba cuando llegaron las primeras invitaciones para apoyar económicamente, a través del arte, a todo el personal médico que se juega la vida atendiendo a los pacientes del Covid. Primero fue la invitación de Cuatro en un Baúl que, a través de la Fundación Oli, recaudaron más de 200 mil soles para adquirir kits sanitarios para el personal médico. Todo ese debate de la “inutilidad” del arte en esta emergencia quedó de lado al comprobar que con mis esculturas se podía apoyar directamente a médicos, enfermeros y pacientes contagiados.

Luego fue la invitación de Luciana Espinar, a través de la exitosa campaña Arte para Donar, que dedicó el cien por ciento de lo recaudado para la Asociación de las Bienaventuranzas.

En aquellos días también llegó la invitación para la campaña Construyendo Puentes para Ayudar, organizada por la Galería Forum: una megamuestra virtual para recaudar donaciones para Cáritas del Perú.

Algo similar sucedió con la Municipalidad de Miraflores, con la invitación para una muestra virtual de piezas inspiradas en el confinamiento y la pandemia. Pero no pude cumplir porque un mal día amanecí con algunos síntomas propios del Covid que me tumbaron en cama, hasta que me diagnosticaron “negativa”.

Pasado el susto, ahora estoy enfocada en la exposición virtual organizada por MIRA (red de artes visuales de la Municipalidad de Miraflores) que será inaugurada el próximo 19 de julio.

Esa ha sido una buena razón para volver al taller.