Domingo

Alberto de Belaunde: “Estoy ayudando a romper el mito de que uno tiene que ser ‘provida’ y ‘profamilia’ para salir elegido”

Congresista electo por el Partido Morado. Exintegrante de la desaparecida bancada de PPK. Abogado. Se hizo conocido cuando desafió al fujimorismo, en el Pleno, con esta frase: “¡No retiro nada!”. Sacó un libro con esa exclamación como título.

Alberto
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Alberto de Belaunde, el segundo postulante más votado en las recientes elecciones congresales, pasa sus días en Mambo, una consultora inusual, de sillas que parecen columpios y de sesiones de directorio que se pueden instalar en el piso, entre cojines de colores. En marzo se integrará a la bancada del Partido Morado. Cuando eso ocurra, insistirá con la agenda que él llama “liberal progresista”. Por ahora se toma un respiro de la intensa campaña electoral que todos padecimos. Y trata de vencer a su madre, con escaso éxito, en distintas partidas de scrabble.

¿Hasta cuándo va a permanecer en la bancada del Partido Morado?

Hasta el 26 de julio de 2021, que es la fecha en la que acabamos funciones.

¿Y luego de eso seguirá en esta fuerza? ¿Hará campaña por Julio Guzmán? No lo veo con mucho ánimo de apagar sus incendios.

(Se ríe) Ahorita yo soy un invitado del Partido Morado en el Congreso y todo mi foco está en asegurar una gestión parlamentaria exitosa. Yo he tratado de no meterme y opinar en temas que son del partido porque entiendo que tiene su propia lógica y porque no quisiera que eso complique mi relación de trabajo en la bancada.

Quiero insistir con el partido. Sus resultados electorales son interesantes. Los morados obtuvieron poco más de un millón de votos a nivel nacional. De esos votos, 500 mil fueron en Lima. Y de esos 500 mil, picos más, picos menos, unos 250 mil son votos suyos. ¿Qué le hace sentir este resultado? ¿Se siente como una locomotora que ha jalado a un movimiento o como parte de un grupo que tiene escasa representación en todo el país?

Creo que hay que poner las cosas en su contexto. Los votos no son míos. Los votos son del partido. La gente marca el símbolo y de allí elige a quién le da su voto preferencial. Puede haber casos de personas que decidieron votar por un militante del partido y que yo haya sido su segunda opción. Eso es muy difícil de evaluar con estos resultados. Hay muchos supuestos. Es muy complejo el sistema preferencial para decir que primero marcaron mi número y luego el símbolo. Y segundo, yo creo que los resultados del Partido Morado son igual de interesantes. Esta es una elección solo parlamentaria, sui géneris, y han conseguido siete congresistas en Lima, un congresista en el Callao, que es una plaza muy dura, y dos plazas importantes que son Piura y Arequipa. Independientemente de ello, lo que yo he visto en el Partido Morado es que hay la intención de construir una estructura partidaria. Yo estuve, por ejemplo, en una gira por Loreto, y no solo encontré fuerte presencia morada en Iquitos, también en Nauta, con una base muy activa, con jóvenes muy bien formados, que saben del republicanismo, que es la ideología del partido.

¿No está exagerando con la humildad? ¿Cómo sabe que esos 500 mil votos le corresponden al partido y no a usted? Le revierto la pregunta, ¿qué hubiera pasado con el Partido Morado si usted no hubiera sido invitado?

No lo sé. Eso es muy difícil de establecer. Sí estoy muy agradecido por el reconocimiento de la gente, pero te reitero, no tenemos elementos para establecer si decidieron votar primero por el Partido Morado y luego por mí. En todo caso, soy muy consciente de lo que esto implica. El Perú es un país conservador y yo soy una persona que siempre ha llevado una agenda liberal progresista, y estoy ayudando –junto con otros congresistas– a romper el mito de que uno tiene que ser “próvida y profamilia” para salir elegido. Mi elección y la de otros colegas demuestra que eso no es así.

Sigamos con el partido. ¿Siente que los morados son sólidos fuera de la burbuja limeña?

Mira, yo tengo entendido que tienen bases muy interesantes. Yo he estado, por ejemplo, en Ucayali y Loreto.

Qué bueno que me hable de la selva. Porque en Madre de Dios solo obtuvieron 806 votos.

Sí.

Solamente le ganaron a Solidaridad Nacional, que obtuvo 700 votos.

Y aquí hay una cosa interesante. Una cosa es la estructura partidaria, la organización, y otra cosa es cómo funciona el partido como motor electoral. Creo que el gran reto del Partido Morado, si me lo permiten, no me gusta comentar mucho en casa ajena, es que el fortalecimiento interno vaya de la mano con un crecimiento hacia afuera.

¿Ayuda a este crecimiento que Julio Guzmán haya sido la cara de todos los postulantes al Congreso? ¿Cuánto ayudó que él colgara sus votos en gira en Facebook e Instagram? ¿Cuántos votos se ganó con eso?

Mira, no lo sé. Yo creo que eso es algo que tendrán que ver los analistas hasta donde se pueda llegar, es difícil establecer eso.

Pero haga su propio análisis.

Claro. Lo que quiero decir es que en la política nos hemos acostumbrado a guiarnos por percepciones, pero nos falta data dura. Pero, a ver, yo creo que en la política peruana hay una paradoja. Por un lado, piden partidos institucionales y sólidos, y por el otro lado se siguen exigiendo caudillos, es un chip que tenemos en la cabeza.

Aterricemos eso, ¿Julio Guzmán es un caudillo?

No, no, no. Te explico. Yo hice mucha campaña en el Metropolitano. Y me preguntaban qué era el Partido Morado. Y en el único momento en que lograban identificar de lo que les estaba hablando era cuando les decía que uno de los líderes del partido era Julio Guzmán. “Ah, el partido de Julio Guzmán”, me decían.

¿Eso no es malo? ¿Que la gente vea al partido como propiedad de Julio Guzmán?

Pero lo interesante es que hay un esfuerzo partidario para que no sea así. Él no ha sido candidato en estas elecciones.

Sí, y sin embargo fue la cara de todos los postulantes.

Pero es que hay que lograr un fortalecimiento institucional y una estrategia electoral de éxito. Te pongo otro ejemplo, anteayer estuvimos en una reunión de bancada en Palacio, con el presidente, y todas las preguntas ese día fueron por qué Julio Guzmán no nos acompañó. Claro, Acuña estuvo con Alianza por el Progreso, Luna estuvo con Podemos. Nos hemos acostumbrado a esta idea del caudillo político.

Parece que han aprendido eso después de las elecciones.

No, si tú ves la campaña en Lima, ves a Francisco Sagasti en los debates y a nosotros, los demás candidatos. Lo que se necesita es un balance, lograr una política que no sea de caudillos, pero en esa transición todavía son necesarios ciertos liderazgos visibles.

¿Reconoce entonces al Partido Morado como el partido de un caudillo?

No, en las reuniones de bancada Julio Guzmán no impone y tampoco es que sea una presencia permanente. Eso es positivo. Mira, cuando uno entraba a las oficinas de Fuerza Popular en el Congreso encontraba una foto tamaño natural de Keiko Fujimori. En las oficinas del Partido Morado no va a haber una foto tamaño natural de Julio Guzmán.

Cuando leo esto, Julio Guzmán va a tener que guardar las fotos que ya tenía listas.

No, (se ríe) al republicanismo, que es la ideología del Partido Morado, y que es tan cercana al liberal progresismo, le ahuyenta un poco esta idea mesiánica.

A ver, usted me decía que Julio Guzmán intervino en la campaña para asociar su imagen con la del partido, en una especie de estrategia de éxito…

Por pedido de los candidatos.

De acuerdo. ¿Pero eso no terminó siendo nocivo? Cuando salió esta denuncia en Panorama, por el incidente en un hotel, con una lideresa o militante del partido, la denuncia estaba enfocada en Julio Guzmán, pero eso terminó revirtiendo contra los candidatos porque él había sido la cara del movimiento en la campaña.

Bueno, esa denuncia salió un año y medio después de que ocurriera el hecho. Claramente había una lógica electoral allí. Esa semana yo fui muy claro en trazar la cancha: una cosa será la elección del 2021 y sus dinámicas, y otra es esta elección del 2020. Sin duda fue algo que nos afectó.

Ya que hablamos de Julio Guzmán, ¿ha escuchado ese chiste que dice que, más que un líder político, Julio Guzmán parece gerente de una empresa de coaching, siempre con la sonrisa lista, sin pelearse con nadie?

(Se ríe) Mira, yo veo las propuestas del Partido Morado y veo lo contrario. Yo creo que sus propuestas pisan muchos callos, allí está la despenalización del aborto en caso de violación, el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género. Siempre han tenido una posición fuerte a favor de la reforma universitaria, también en el caso Chávarry. Yo he visto siempre un partido que se compra los pleitos, y que tiene posturas claras.

Hablemos de su historia familiar. Siempre ha dicho que su abuelo (Javier de Belaunde, cinco veces diputado por Arequipa) ha sido una suerte de inspiración y maestro. Y leyendo su último libro (No retiro nada. Planeta, 2019), veía un paralelo que su hermano Javier hacía entre ambos: usted renunció a la bancada de PPK, en diciembre de 2017, después del indulto a Alberto Fujimori, y su abuelo renunció a la Democracia Cristiana, en 1972, cuando este movimiento respaldó al régimen de Velasco Alvarado. ¿Es justa esa comparación? ¿Es exacta?

No es exacta de ninguna manera. Cada proceso tiene su complejidad. Lo que hizo la Democracia Cristiana al unirse al gobierno de Velasco tenía una lógica programática, pero yo siento que fue una traición ideológica. Para mi abuelo fue muy duro porque él era uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, con dos circunstancias traumáticas para el país y para Arequipa, que son la revolución del 50 y la del 55 como germen de la Democracia Cristiana. En mi caso lo que hubo no fue un problema ideológico o programático. A mí me mintieron. Me dijeron que no se estaba negociando el indulto. Se traicionó el voto que habíamos obtenido en la segunda vuelta de 2016. Una vez que el Gobierno le miente a unos de sus congresistas, ya no es posible cumplir con el rol de vocero de ese Gobierno.

¿Qué rasgo de su abuelo reconoce en usted mismo?

El buen sentido del humor. Es una característica que pocas personas conocían de mi abuelo.

Qué bueno que hablemos del sentido del humor en la política. Sus colegas no parecen tenerlo. Son muy graves, tienen una idea muy elevada de sí mismos.

Hay personas que se toman muy en serio y terminan encerrados en una burbuja, en la que la gente alrededor de ellos les dice que son maravillosos. Mientras más normal sigas siendo, más fácil será ser un representante. Por eso yo odio el término padres de la patria, me parece tutelar, lejano, yo soy un ciudadano elegido como representante.

Ya que hablábamos de maestros, hay un dato que quiero confirmar, ¿Alan García fue su profesor en algún momento?

Sí, fue mi profesor en la maestría del Instituto de Gobierno de la San Martín.

¿Qué aprendió de él?

(Se ríe). Bueno, él era una persona que tenía una bibliografía muy actualizada en su curso y alguien a quien no le molestaba la polémica en clase.

¿Polemizó con Alan García en algún momento?

Polemizar es muy grande. Quizá cambiamos opiniones dentro de una dinámica de clases. Ahora, Alan García fue mi profesor, pero yo no lo llamo mi maestro. Mis inspiraciones en política son mi abuelo, Henry Pease, Valentín Paniagua y, desde un trabajo más cercano, Jorge Muñoz, con quien estuve en la Municipalidad de Miraflores.

En octubre de 2017 escribió esto sobre Jorge Muñoz en su cuenta de Facebook: “Estupenda opción para la alcaldía de Lima. Por fin tendremos un alcalde preparado, eficiente y preocupado por lo urbano y lo humano”. ¿Hoy, febrero de 2020, todavía cree que en Lima tenemos un alcalde eficiente y preocupado por lo urbano y humano?

Sí. Sin duda.

¿Es eficiente Jorge Muñoz?

Yo creo que sí, creo que es muy buen alcalde, pero tenemos más de un problema en Lima y eso hace que las gestiones sean duras. Hay 43 feudos en Lima Metropolitana, 43 distritos con lógicas propias que hacen difícil la articulación. Además, es la capital en América Latina con menos presupuesto por ciudadano. Y tienes problemas que han sido abandonados por años. Que el Metropolitano siga en preoperación después de tanto tiempo es una locura. Justamente, esta semana la municipalidad ha anunciado que por fin se terminará el tramo que falta desde hace diez años. Hay varias cosas que se le pueden criticar a Jorge, pero que es un buen ser humano y un servidor público comprometido no puede cuestionarse.

Eso lo dice desde la experiencia, por el hecho de haber trabajado con él.

Sí, sin duda.

Pero el ciudadano de a pie se pregunta dónde están las obras de este alcalde.

Bueno, tiene más 50% de aprobación en su segundo año de mandato, hay que matizar...

Así que se sabe las cifras de aprobación del alcalde y lo defiende con bastante ardor.

Pero también me sé las cifras de aprobación del alcalde de Miraflores y las del presidente. Creo que eso es más un poco de deformación profesional que de afecto.

En su último libro, cuando habla de su primera campaña al Congreso, en 2016, escribió lo siguiente: “No quería presentarme como el candidato gay, porque creo que eso no era ni debía ser suficiente para que la gente vote por mí, ni siquiera los electores LGTBI. Uno puede ser gay y facho, o gay y homofóbico”. ¿En serio hay gays homofóbicos?

Sí, claro que sí. Vivimos en una sociedad donde la homofobia y la heteronormatividad está tan institucionalizada que hay personas bajo represión que pueden terminar odiándose a sí mismos. No es casualidad, por ejemplo, que veamos cada cierto tiempo a políticos republicanos, ultraconservadores, que de pronto salen en escándalos con personas de su mismo sexo. Hay tal nivel de odio a sí mismos que terminan generando este tipo de situaciones.

¿Lo ha visto también en el país?

Sí, sí. Pero no estoy en situación de contarlo.

Hay otro dato de su libro. En setiembre de 2016, en una entrevista en RPP, comentó que usted era un hombre gay...

Pero ya lo había comentado en campaña.

Eso mismo. Usted ya lo había dicho en campaña, ya había participado en marchas del Día del Orgullo, e incluso había colgado fotos de su novio en redes sociales, pero ese día parecía que recién se enteraban todos, como si usted volviera a salir del clóset.

Es que en nuestro país y en sociedades como la nuestra, en la que lo heterosexual es lo normal, una persona gay nunca deja de salir del clóset. Uno puede salir del clóset en la universidad y en la vida pública, pero luego llegas a un trabajo y alguien te pregunta si tienes esposa, y tienes que decirlo nuevamente. Hasta el día de hoy me pasa.

¿Cuándo fue la última vez que le pasó?

En campaña, en un mensaje de Instagram. O a veces me llegan invitaciones a embajadas que llevan el rótulo: “Alberto de Belaunde y esposa”.

Parece divertido, pero no lo es tanto. Parece que una persona gay debe llevar siempre un cartel que lo identifique.

Me preocupa eso por las consecuencias en la vida práctica de las personas. Hay escasas empresas en el Perú, como Scotiabank, que permiten que el seguro sea compartido, no solo con una conviviente o una esposa, sino con una pareja del mismo sexo.

Usted ha contado que su familia acogió bastante bien la idea de que usted fuera gay. ¿Siente, por ello, que forma parte de una pequeña población privilegiada?

Absolutamente. Siempre que me piden mostrarme como un símbolo me alejo de eso. Siempre trato de hablar de las mayorías y no de mi situación de privilegio. En el Perú, en los últimos diez años, cien personas han sido asesinadas por su orientación sexual o identidad de género. Muchas más personas han sido discriminadas o han sido echadas de casa por sus familias. Y las más vulnerables son las personas trans. Es una población en la que el promedio de esperanza de vida, en una mujer trans, es de 35 años. Esos son indicadores medievales, en una sociedad que se dice civilizada.

¿Estuvo afiliado a Somos Perú?

Estuve afiliado brevemente. Para la reelección de Jorge Muñoz me pidieron que me encargara del plan de gobierno. Pensé, en ese momento, que era lo más coherente.

Luego pasó a Peruanos por el Kambio...

Sí, pero yo no he vuelto a tener militancia. He tenido dos invitaciones, una de Peruanos y otra del Partido Morado.

¿Y habrá una cuarta fuerza en su futuro político?

Lo que yo estoy pensando es que en julio del 2021 se cierre mi etapa parlamentaria y en lograr los objetivos de la bancada.