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Domingo

El Perú sobre la piel

Más allá de las últimas proezas deportivas, no hay más razones aparentes. Pero la tendencia se mantiene: el peruano está luciendo su escudo con orgullo. Símbolos patrios al servicio de la moda.

Antes de que Juan Diego Flórez nos estremeciera con su timbre arrollador, diecisiete diseñadores peruanos mostraron su genio creativo al mundo, en una pasarela bien cuidada en el Estadio Nacional.

Uno de ellos fue Yirko Sivirich, ese iqueño de ascendencia croata que después de haberse curtido en diversos oficios (empaquetador de supermercado, mozo, cajero, vendedor de puerta en puerta) decidió dedicarse a la moda recién entrado a los treinta.

Su colección Candelaria inspirada en Puno fue la confirmación de una tendencia: los peruanos ya no solo nos llevamos el orgullo a la boca, ahora lo lucimos en la ropa. Outfits nacidos desde la tan mentada peruanidad.

Mi Ica querida, Sierra, Sallqa Pacha (naturaleza en quechua) son algunos nombres de las colecciones de Yirko Sivirich, quien inició esta aventura en una tienda de apenas nueve metros cuadrados, en una galería antigua, al frente del Parque Kennedy.

Hoy, desde una cochera, en Surco, sin la necesidad de recurrir a una tienda por departamento, Yirko ha ido consolidando una marca que ha atrapado a buena parte de la farándula local e internacional.

Desde el reggatonero J Balvin, pasando por el español Antonio Banderas y el boricua Luis Fonsi todos se han rendido ante este outfit que revalora los símbolos patrios. Fonsi, de hecho, se presentó a los ensayos de la ceremonia de Lima 2019, con una casaca de la colección Candelaria bordada en hilo a mano y en pedrería por artesanas puneñas. Y en su show se calzó una chaqueta de su colección Jatun Runa.

El gran eje de su propuesta es el escudo nacional. En ese sentido, Yirko Sivirich ha preservado el espíritu del escudo diseñado por el matemático José Gregorio Paredes en la primera mitad del siglo XIX: la vicuña, el árbol de la quina, la cornucopia de oro, la rampa de palma y la rama de laurel.

"Siempre tuve una fijación por el escudo. Al inicio lo intervení de varias formas, pero al peruano le gusta el clásico".

En efecto, la primera prenda que Yirko Sivirich diseñó fue un polo con el escudo pintado a mano por artistas de Bellas Artes, luego practicó el estampado, después el bordado a mano, y finalmente la pedrería. Allá por el 2008 no era una ni por asomo una de las prendas más vendidas. Hoy es una prenda inamovible de su show room.

Pareciera que asistir al Mundial después de tanto tiempo nos ha nacionalizado. Nos ha demostrado que no tenemos nada que envidiarle a nadie. Que organicemos los primeros Juegos Panamericanos de nuestra historia no es una casualidad. Es la coronación de un proceso”, ensaya Sivirich.


Kjari, herencia peruana

José Loera ha seguido la ruta de un gran porcentaje de peruanos en los años ochenta: migrar hacia los Estados Unidos, dejando a un país devastado por la inflación y el terrorismo. La diferencia es que él regresó. Y lo hizo porque siempre tuvo en mente que emprender era el camino.

Administrador de empresas de profesión, Loera se asoció con el diseñador Pablo Phin, un argentino de ascendencia alemana casado con una peruana, y juntos esbozaron hace cinco años en Brooklyn una marca peruana para varones.

Kjari (varón en quechua) se llama, y desde el logo deja por sentado su postura: el perro peruano sin pelo, una raza que estuvo en peligro de extinción hasta hace no mucho, pero que como varios compatriotas supo levantarse y renacer.

El mismo Loera es un ejemplo de ello. Cuando tenía once años, un camión lo arrolló en el paradero de la avenida Túpac Amaru, en Independencia. El accidente lo postró durante dos años. Lo desahuciaron incluso. Hoy, los rastros del horror son cicatrices que Loera lleva con el orgullo de aquellos que libraron la muerte. Una razón poderosa para hacer lo que hace: devolverle al peruano sus telas.

En mayo de 2018, Kjari ganó Emprende Norte, un concurso donde participaron decenas de empresas de Lima Norte. La consigna: una marca de retail innovadora, con conciencia social. El premio: un stand en Megaplaza con nueve meses de alquiler pagados. Una recompensa que trasciende al asistencialismo.

Y que ha hecho que Kjari inicie su despegue. Una marca con dos líneas: cortes entallados que acentúan la espalda y los brazos, pero también cortes regulares y holgados, más comprensibles con nuestros cuerpos rellenitos.

Aquí en el país no hay moda para hombres. O en todo caso es una moda estancada en dos vertientes urbanas que nacieron en los ochentas y noventas como son los skaters y los surfers. No digo que esté mal, pero hay un mundo más allá”, dice Loera.

Licenciatarios de la Marca Perú desde febrero de 2019, Kjari, herencia peruana es una oda a la peruanidad. Polos y poleras con la estampa de Yma Súmac, esa soprano cajamarquina que tiene su nombre inscrito en el Paseo de la Fama de Hollywood. Prendas con un danzante de tijeras cadavérico inspirado en La agonía de Rasu Ñiti, el famoso cuento indigenista de José María Arguedas. Ropa con las tres regiones del Perú representadas por los animales en peligro de extinción: Oso de anteojos, vicuña, otorongo, gallito de las rocas, colibrí de cola larga, perro peruano y el pingüino de Humboldt.

"Nuestra propuesta es fresca, pero también te hace pensar. Queremos generar conciencia".

Kjari se encuentra por ahora en Megaplaza y en Gama Moda Plaza, en nuevo centro comercial en La Victoria. La expansión está en marcha.


Escudo

“La única manera de tener una oportunidad en el saturado mercado de la moda es ser único. Más que mirar afuera mirar hacia adentro. Ese es el valor de Escudo”, reflexiona Chiara Macchiavello, en su oficina, en el segundo piso de un edificio centenario, en Barranco, el espacio donde todo comenzó hace seis años.

Ya no está su hermana Giuliana quien ha tomado otros rumbos, pero el crecimiento de Escudo ha sido exponencial. Si en el 2016 estaban en seis tiendas en el extranjero, en el 2019 han alcanzado presencia en setenta tiendas por departamento, repartidas en diez países.

No son masivos. Son más bien una marca de boutique, de nicho de mercado, con un manual de lo que debería hacerse: trabajo codo a codo con comunidades, adelantos de hasta 30% a los artesanos, fibras de alta calidad, y diseños textiles únicos (Escudo crea sus telas desde el hilo).

Moda contemporánea que puede usarse en todas partes sin caer en lo folclórico, dice Chiara. “Cuando empecé en esto había muy pocos diseñadores que trabajaban con la identidad del Perú. La mayoría imitaba a Europa. Pero esto es como la gastronomía: las fibras siempre las tuvimos allí. Faltaba especializarnos y prestarles atención”.

Una de sus últimas colecciones está inspirada en Hilario Mendívil, ese artista cusqueño que creció entre alpacas y llamas y que años más tarde esculpió, con maestría, a vírgenes de cuellos largos.

“No teníamos referentes de diseño en el mercado internacional. Y eso es lo que estamos tratando. Exportar diseño peruano y posicionarlo en un alto nivel”. Que así sea.