Balón de OroPase lo que pase en la final de Rusia 2018, el croata Luka Modric, capitán y líder de su selección, ha sido figura del Mundial. Gracias a él su equipo tiene hoy la cita más importante de su historia.,Mi nombre es Luka,Corría diciembre de 1991 cuando el pequeño Luka Modric y su familia debieron salir huyendo de su aldea -Modrici- porque la guerra en Yugoslavia había estallado. Si se quedaban probablemente no sobrevivirían. Su abuelo, por ejemplo, fue asesinado por militares serbios, aunque él -o su familia- no fue testigo, como se ha dicho por ahí. Él tenía 5 años y debió vivir en hoteles junto a otras familias de refugiados. Allí, en medio de la incertidumbre, el fútbol siempre apareció como una válvula de distensión y escape. Jugaba junto a otros niños, y los padres los dejaban para que olvidaran por unos momentos que su realidad era angustiosa. Su familia se asentó en la ciudad de Zadar y él empezó a jugar por el NK Zadar. "Cogía el balón y hacia malabares que solo hacían chicos de 18 años. Él tenía siete u ocho", ha contado a un portal español Svetko Custic, presidente del club. De esas épocas hay una foto de Luka, rubio, chiquito, con su primera camiseta. Veinticinco años después, Luka Modric, ahora número 10 y capitán de la selección croata, jugará la final del mundial de Rusia 2018. Ha liderado a su equipo, ha sido el mejor jugador en varios partidos, y les ha marcado el ritmo a sus compañeros. A despecho de su 1.72 de estatura y sus 68 kilos, es el motor de su escuadra en la cancha. "Nunca estoy satisfecho, siempre quiero más", le ha dicho a un diario español. Ganarlo todo Era 1998 cuando Luka Modric, de 13 años, veía los partidos de su selección en el mundial de Francia, comandada por el sensacional Davor Suker. "Soñaba con llegar a la selección y ahora soy su capitán", declaró recordando esas épocas. A los 16 años fichó por el Dinamo de Zagreb y seis años después lo vendieron al Tottenham inglés. Ahí se ganó la admiración del mundo del fútbol, pero había más. El 2012 llegaría al Real Madrid y explosionó como crack de categoría mundial. Hoy lo ha ganado todo a nivel de clubes. En su palmarés más importante están las cuatro Champions League conseguidas desde que llegó a España y un montón de copas más. En varios de esos torneos estuvo en el equipo ideal y en la temporada 2016-2017 fue considerado el mejor centrocampista del mundo. En el Real Madrid, dice, tiene a los mejores compañeros. "Para ser más completo quisiera tener la frialdad de Tony Kroos y la fuerza de Casemiro", afirma. En el equipo madrileño se acostumbró a ganar y a sacar adelante resultados que parecían perdidos. Fue quien sirvió el centro para que Sergio Ramos anotara de cabeza en tiempo de descuento al Atlético de Madrid en una final de Champions, para empatar y luego ganar el partido. Y en la última edición, enfrentando al Liverpool en Kiev, aquietó la pelota, le bajó el ritmo a los ingleses y fue el mejor del conjunto madridista. Y ganaron. Esa épica del conjunto blanco, ese plus que el Real Madrid le pone a cada final que disputa -la de ganar aunque a veces no jueguen mejor que el rival- la ha inoculado en su selección. El fútbol también es un juego mental. En Rusia 2018, acompañado por un equipo con jugadores de gran categoría como Rakitic o Mandzukic, solo está confirmando su talento. Es catalogado ya como "el mejor jugador croata de la historia". Para ganarlo todo solo le falta un título: ser campeón mundial. El esfuerzo final Modric y su selección llegan a la final con tres tiempos suplementarios a cuestas. Es como si hubieran jugado un partido más que Francia, su rival de hoy. Los especialistas dicen que el aspecto físico pesará en la selección de la camiseta a cuadros y, sobre todo, en Luka: ha jugado 604 minutos y ha recorrido 64 kilómetros. Más que nadie en Rusia 2018. Solo N'Golo Kanté, que estará en la escuadra rival, se le acerca. En una entrevista con el diario El País le preguntaron qué persona le había enseñado más de futbol: "Mi padre. Me llevaba al campo todos los días y me decía lo que podía hacer en cada partido", contó. También agradece que su primer entrenador, Tomislav Basic, confiara en él, en su magia. Ahora todo un país confía en sus botines. "Modric es el jugador que todos los niños croatas quieren ser. Nunca dejó de ser el Luka de Zadar", dice su amigo y jugador Mate Bilic. Ese niño que jugaba al fútbol en medio de la guerra, hoy tiene una cita con la gloria.