AtletismoCompitió en los últimos Juegos Suramericanos con gripe y ganó. Se llevó la medalla de oro en marcha atlética en Cochabamba. Una más para su colección de doce trofeos. Pocos la conocen en Huancayo. Sin embargo, esta deportista olímpica cree que llegará a ser campeona del mundo.,Kimberly García, campeona rojiblanca,Un día antes de la competencia, a Kimberly García León (24), “Kimy” como la conocen en Huancayo, le dio gripe. Ni bien bajó del avión, el viento frío de Cochambamba, ciudad boliviana situada a los 2,500 metros de altitud, le secó la garganta. Luego vino el ardor y después la fiebre. Kimy venía confiada, había quedado entre las ocho primeras en el mundial de Marcha Atlética de China; había roto su propia marca convirtiéndose en nuestra marchista más rápida. Vivir y entrenar en Huancayo, a más de tres mil metros, era una ventaja. Sin embargo, la gripe la agarró por sorpresa. Sus médicos le recetaron las medicinas adecuadas, no fuera a ser que no pasara la prueba antidopaje. El Perú recién estaba saliendo del trauma por el caso de Paolo Guerrero. Kimy tenía que cambiar de estrategia, le dijo su entrenador, el cubano Pedro Cañizares, que la prepara desde los cinco años. Ya no pelearía el primer lugar desde el arranque, iría a la par de las otras marchistas, pero en los diez últimos kilómetros arremetería: talón, punta, talón, brazos doblados a noventa grados del cuerpo, caderas que se balancean al ritmo de la marcha. Caminar lo más rápido posible sin llegar a correr, no perder el contacto con el suelo, no “flotar” o los jueces la descalificarían, olvidar la gripe. Kimberly hizo todo lo indicado. Se concentró. Talón, punta, talón, y ganó. “No hubo mucha pelea por esa medalla”, dice Kimy, modesta, desde Huancayo al otro lado del hilo telefónico, “sorprendentemente las otras siete marchistas quedaron rezagadas”. Ganó a las bolivianas, ecuatorianas y colombianas con facilidad, a pesar de la gripe. Tras el remanso de la victoria, la atleta sigue entrenando como lo hace, de lunes a domingo, en doble turno, de 7 a 10 de la mañana, y de 2 a 5 de la tarde, en el estadio Mariscal Castilla de Huancayo. Así llueva, haga sol o truene, ahí se le ve a la veinteañera, dando vueltas a la precaria pista del estadio (que cuando llueve se convierte en terreno fangoso) junto a su novio César Rodríguez, que también es marchista, con el celular en la mano escuchando reggaeton y flanqueada de tres perros desconocidos que le hacen la guardia con la lengua afuera. Kimy se prepara a conciencia. El objetivo es vencer a las chinas, tiene en la mira a la subcampeona del mundo Qie Yang Shenjie, es la única china que le queda por ganar. Las tiene muy presentes por una razón en particular. Hace dos años, Kimy era ya una deportista que había ganado algunas medallas en nombre del país, en competencias suramericanas y panamericanas, inclusive ya había participado en las Olimpiadas de Río (2016), pero se sentía en desventaja. “Veía a las chinas en las competencias. Cada una tenía un montón de profesionales a su alrededor, fisioterapeutas, médicos, entrenadores, y yo decía ¡wow! Yo tan solita [...] pero en la competencia ya me olvidaba de eso, y seguía nomás”, cuenta Kimy. Ella tenía a sus piernas, unas macizas piernas que levantan su 1.73 centímetros de estatura, y con esas aliadas ganaba medallas: una docena, para ser exactos, y que su familia ha enmarcado en una caja de tripley. Pese a ello, con esos méritos, Kimy no alcanzaba a llenar los titulares de la prensa como lo hizo Sofia Mulánovich en su momento, mucho menos tenía programas de TV dedicados a ella, como los tiene la selección mundialista de fútbol. Ella era la discreta guerrera huancaína que nadie conocía, hasta hoy. Ganar en silencio Actualmente, Kimy se transporta por Huancayo al volante de un auto Kia Piccanto color rojo. Aún nadie la reconoce en la calle ni se quieren tomar fotos con ella, como sí sucede con el ex delantero del Sport Huancayo, Sergio “Checho” Ibarra, un argentino nacionalizado peruano que levanta más pasiones en los huancaínos que la mismísima hija predilecta de Junín, la fondista campeona Gladys Tejeda. Eso no parece importarle mucho a Kimy. Su auto es una donación de la empresa Kia, que es una de las marcas privadas que la auspicia, junto a Hunt Oil, Perú LNG y Menbel Sports. Sin este patrocinio, la atleta no podría encarar de forma profesional sus entrenamientos que, como dijimos, ocupan todos sus días. Desde el 2016, valgan verdades, el Instituto Peruano del Deporte (IPD) también ha reforzado el apoyo a la deportista, pues antes el apoyo que recibía le alcanzaba a lo mucho “para comprar un par de zapatillas”, dice Kimy sin ánimos de reproche, ajústandose a la verdad. Y es que nuestra guerrera discreta no es una joven que haya nacido en una familia con privilegios, para dedicarse a lo que más ama sin preocuparse por el dinero. Por razones personales, sus padres tuvieron que migrar a Venezuela siendo ella muy niña, dejándola al amparo de su tía paterna Gladys García. Según periodistas huancaínos, esta mujer fue, es, una ficha importante en la vida de Kimy. Todos los días las veían llegar a ambas al estadio Mariscal Castilla, para los entrenamientos con el profesor Cañizares, tras caminar más de diez cuadras desde su casa ubicada en el asentamiento humano El Tambo. “Siempre caminaban”, asegura una fuente que conoce a Kimy desde sus inicios. “Gladys era como su sombra, la alentaba y la acompañaba a todas sus competencias”, agrega. Se agenciaba buscando polos y zapatillas para la deportista, que desde niña se tomó muy en serio la marcha atlética, esta disciplina no muy conocida del atletismo, y que en Huancayo es la hermana menor del fondismo, pues -como es conocido- esta tierra es sobre todo el semillero de grandes maratonistas como Inés Melchor y Raúl Pacheco. Mientras son más de cien los fondistas que entrenan en el Coliseo Wanka, entre niños, adolescentes y adultos, en el Mariscal Castilla, los marchistas no llegan a las cuatro decenas. Sin embargo, poco a poco, los logros de Kimy están jalando el interés de más niños. Adrenalina del asfalto Kimy aún tiene gripe, ha pasado poco más de una semana de su triunfo en la fría Cochabamba. Entrena, su otro objetivo es superar a la campeona mundial, la mexicana María Guadalupe 'Lupita' González en los próximos Juegos Panamericanos que se realizarán en nuestra capital. Ahora que ya la conoce, no dude en pegar su nombre en una banderola y alentarla como lo hace con Paolo. Volviendo a Huancayo. La rutina del profesor Cañizares es menos pesada esta semana. Se trota lento, se hace calistenia, se estira el cuerpo. Kimberly eligió la marcha atlética porque, dice, no le gusta correr: “Me canso rápido, me agito mucho, me da flojera”, se ríe Kimberly que de floja no tiene nada. Marchar veinte kilómetros controlando los movimientos, frenando los pensamientos negativos, respirando rítmicamente para que el cansancio no posea el cuerpo, sin despegar los pies del piso, es una proeza. Kimberly es una deportista que vive la adrenalina pegada al asfalto: “Lo que más me gusta es llegar a la meta agotadísima y pensar que lo di todo”, dice. Las Olimpiadas Tokio 2020 serán de Kimy.