Susana OsorioEconomista.,“Imaginemos un día sin mujeres, un día en el que no hay quién haga el desayuno, quién se asegure de que los niños y las niñas tengan ropa limpia para ir a la escuela, quién se encargue de preparar los alimentos, quién en las zonas rurales transporte el agua y la leña. Qué ocurriría si no hay quién se encargue de los enfermos y de los adultos mayores. Imaginemos que no hubiera quién gestionara el Vaso de leche o los comedores populares”. Susana Osorio nos propone esta distopía. Economista feminista, lesbiana y de izquierda –pese a haber crecido en una familia conservadora de derecha, como suele decir– milita en el Comité Sectorial de Mujeres del Movimiento Nuevo Perú, y hoy participa en la plataforma Paro Internacional de Mujeres, que organiza la huelga feminista del 8 de marzo en el Perú. Para ella, la economía colapsaría y los hombres tendrían muchas dificultades para mantenerse productivos si las mujeres dejaran de hacer todo lo que hacen. Y eso solo si hablamos del trabajo invisible y no remunerado. Por eso el gran lema de la huelga global es “si nosotras paramos, se para el mundo”. ¿Cómo se viene organizando ese paro en el Perú? ¿Qué es la economía feminista y qué tiene que ver con todo esto? ¿Qué propone la economía feminista? Visibilizar la relevancia que tienen estas actividades históricamente realizadas por mujeres, y revalorizar el aporte que hacen a la economía, a pesar de ser una actividad socialmente subvalorada. Esto pasa por cuestionar los fundamentos del pensamiento económico tradicional –que centra su análisis meramente en los mercados como focus analítico y espacio privilegiado donde se genera el valor económico– y poner en evidencia sus límites. La economía feminista amplía el ámbito de lo económico y de lo que entendemos por trabajo productivo, dotando a las actividades de cuidado y domésticas también un valor. Cuando ni el mercado ni el Estado resuelven necesidades vitales, terminan siendo asumidas por los hogares. ¿La economía feminista es siempre anticapitalista? El sistema capitalista y su correlato, el modelo neoliberal, han desmantelado en las últimas décadas los servicios públicos, y han terminado transfiriendo esta carga principalmente a las mujeres para hacer más eficiente su proceso de acumulación. Es por eso que una propuesta de subversión pasa por una apuesta anticapitalista. ¿Cuánto más hacemos las mujeres? ¿Se puede calcular? El INEI presentó los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Uso del Tiempo que indican que el promedio semanal que emplean las mujeres en actividades domésticas no remuneradas es 25 horas más que el de los hombres. La conversión de ese tiempo en dinero es todavía un tema de debate. En el Perú se ha calculado que esta cuenta asciende entre 15% y 22% del monto referencial del PBI. Estas cifras son claves para empezar a identificar los montos de inversión que se requieren para poder resolver el tema del cuidado desde las políticas públicas. ¿Cómo defines el capitalismo heteropatriarcal? Es un sistema que se sostiene en el núcleo familiar como actor económico, el cual garantiza la existencia de una mujer que resuelva las necesidades de cuidado, que tanto el Estado como el mercado no asumen. Sin embargo “las familias”, a diferencia de lo que se ha instalado en los sentidos comunes, no son espacios idealizados. Son, más bien, espacios de conflicto y cooperación simultáneamente. Uno de los conflictos centrales, por ejemplo, es quién de los miembros de la familia asume las responsabilidades de cuidado. Para resolver este conflicto el sistema se apoya en la construcción de mandatos de género sobre lo que es “ser mujer”. ¿Puede una pareja de mujeres y madres lesbianas sostenerse como una pareja heterosexual de padres? Definitivamente el privilegio heterosexual goza de beneficios de reconocimiento y redistribución en este sistema. Pero creo que es importante entender que una lectura feminista amplía su análisis a la interacción de múltiples sistemas de opresión que van más allá del género, como la raza y la clase. No es lo mismo una pareja de lesbianas blancas y de clase media, que pueden resolver el tema del cuidado a través de la contratación de otra mujer pero precaria; que una pareja de lesbianas de sectores populares que enfrentan una decisión de asignación de recursos más restringida para sostener el cuidado de sus hijos/as. ¿Cómo puede arrancar una revolución de las invisibles si muchas no pueden parar un día? Hay que conseguir la corresponsabilidad entre hombres y mujeres del cuidado (que implica además la construcción de nuevas masculinidades) y la corresponsabilidad entre la sociedad y el Estado del cuidado. Solo así se pueden ir derribando las barreras estructurales para la participación plena de las mujeres en trabajo remunerado (y por lo tanto el cierre de brechas asociadas). Se necesita además colectivizar estas demandas, ya que no benefician únicamente a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto. ¿Van a parar las mujeres peruanas? Ciertamente parar es todavía un desafío, en particular por la precariedad laboral que muchas enfrentan. Por eso es un paro simbólico. Se está organizando un plantón frente al Ministerio de Trabajo. Otras formas de parar serán vestir una prenda morada y compartir una foto en las redes sociales con el #PeruanasEnParo. Se ha convocado también a las mujeres que trabajan en sus hogares a reunirse en plazas a esa hora para hacer cacerolazos. Y la marcha #TodasXJusticia a las 4 p.m. en Campo de Marte.