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Cultural

El mejor libro de Stefan Zweig: su monumental biografía de Balzac

Recomendación. La biografía de Stefan Sweig sobre Balzac es una obra maestra de la no ficción. Es una lectura imprescindible. En librerías y plataformas.

Stefan Zweig. Imagen: Difusión.
Stefan Zweig. Imagen: Difusión.

El austriaco Stefan Zweig (1881 – 1942) es uno de mis escritores favoritos. Imagino que esta impresión es compartida por miles de lectores en el mundo. Es de esos pocos casos en donde confluyen la calidad literaria con el impacto del gusto popular. El primer libro suyo que leí, fue una novelita llamada Carta de una desconocida de 1922, que fue llevada al cine en 1948 por Max Ophüls, es decir, seis años después de su suicidio, junto a su esposa Charlotte E. Altmann, en Petrópolis, Brasil, ante el avance de la lacra nazi. Zweig, se entiende, es una víctima de la Segunda Guerra Mundial. Otro libro suyo que me gusta lleva el nombre de Mendel el de los libros de 1929. En realidad, este es un relato legitimado por el tiempo (a saber, hay ediciones del cuento en formato de libro), que nos narra la historia de un librero amante de su oficio y que es acusado de traición al Imperio austrohúngaro. Zweig escribió mucho más, pero este par de títulos ayudarían al potencial interesado a entrar a un mundo literario fascinante, pautado por la poesía narrativa, el conocimiento de la cultura y una sensibilidad divorciada del lugar común.

Días atrás estuve visitando mi librería favorita y vi el ejemplar Biografías, título de Acantilado que reúne todas las biografías escritas por Zweig. Era un tomo de más de 2000 páginas, el cual, bajo todo punto de vista, vale lo que cuesta.

Un gigante escribiendo de otro gigante en Balzac, la biografía de Zweig sobre el célebre escritor francés Honoré de Balzac. Muchos dicen que es el mejor libro de Zweig, me sumo a esa impresión sin dejar de resaltar que Zweig tiene más títulos imprescindibles, como esa maravilla de novela llamada Veinticuatro horas en la vida de una mujer de 1927. Hay varias ediciones en castellano de Balzac. Mi ejemplar, a saber, es de la editorial Jackson, en edición del año 1953.

En poco más de 500 páginas, Zweig nos muestra la radiografía de su ídolo Balzac tal y como era: egocéntrico, desaseado, enamoradizo, oportunista y patán. Para Zweig, “La bestia que escribía” Balzac era un arribista sin remedio. Y contra lo que muchos escritores puedan pensar del oficio narrativo del francés, este no lo concebía como una actividad sagrada, la escritura no le significaba un destino, sino el único camino para escalar socialmente.

Nuestro escritor fue un hombre que vivió endeudado, además, tenía el trauma de no haber asimilado sus raíces. Deseaba ser tratado como un noble, como un integrante conspicuo de la alta sociedad parisina. Para ello, había que salir de pobre y guiado por ese fin es que escribía endiabladamente, cobrando por adelantado para despilfarrar inmediatamente lo cobrado. Dormía poco y escribía literalmente dopado debido a los litros de café que bebía. De a pocos empezó a forjarse una fama de buen escritor, por lo tanto, tenía seguidores y seguidoras, entre estas, una dama de abolengo y fortuna con la que termina casándose. En principio, ese era parte de su plan, casarse con una señorona y seguir escribiendo y publicando hasta ser totalmente aceptado.

 Balzac. Imagen: Difusión.

Balzac. Imagen: Difusión.

Pero de la misma forma en que Balzac se entregaba a la creación de sus novelas, ese mismo ahínco lo ponía en las mujeres. Se especula que el número de sus amantes es apenas superado por el número de hojas que utilizó para escribir. Empero, nuestro ídolo se enamoró de la señora Hanska, a la que le envío miles de cartas, en las que se hacía pasar como un incomprendido por la sociedad, de artista entregado a la sublime labor creativa que lo llevaba a rehuir de los placeres carnales. Balzac amó a la señora Hanska, pero ella no supo respetar la memoria de quien la amó y por la que hubiera dejado de lado esa empresa que lo hacía producir novelas a niveles industriales.

En el capítulo “1836. El año de los desastres”, uno de los que me gusta más, se nos ofrece un ejemplo, entre varios, de lo que muy bien podríamos catalogar de sentimientos menores. Buloz, dueño del influyente diario Revue de Paris, armó un complot para desprestigiarlo en vida. Se valió de un incumplimiento del escritor al no entregar en la fecha convenida una novela por encargo, por la que se le había pagado por adelantado. La novela iba a ser publicada por capítulos en el diario.

Buloz hizo firmar a la tercera división de las letras francesas un comunicado en el que se condenaban los incumplimientos de Balzac. Pero Balzac no hacía caso, continuaba escribiendo. Buloz, entonces, llama a la primera división de las letras parisinas, pero en esas firmas faltaba la más importante: la de Victor Hugo, el autor de Los miserables. Victor Hugo le reprochó al dueño del diario su actitud mezquina y barriobajera; hizo lo mismo con sus colegas de oficio, que quedaron sorprendidos por la inesperada llamada de atención, puesto que todos ellos aceptaron firmar la carta creyendo que él también lo haría.

Después de esta experiencia, Balzac se embarcó en la escritura de su mejor novela: Las ilusiones perdidas (1837). Recién se le pudo reconocer como escritor serio y con altura literaria.

Pero cuando falleció en 1850, su casa fue saqueada por sus acreedores. Pero solo encontraron muebles antiguos y millares de papeles escritos que fueron vendidos al peso para envolver queso y pescado en los mercados de París.

Si hoy en día sabemos de la existencia de este genio de la novela, se lo debemos al barón Spoelberch De Lovenjoul, millonario, culto, inteligente y febril admirador de Balzac. Rescató los manuscritos de Balzac. Además, compró la casa en la que vivió, se adueñó de los derechos de edición de todos sus libros, implementó librerías para vender a precio de costo los ríos balzacianos, aseguró las traducciones en toda Europa y contrató a estudiantes de letras con el objetivo de crear el Archivo Balzac. Si estamos leyendo a Balzac, se lo debemos a este millonario con cultura (hay que repetirlo, a veces la historia es injusta con los que chambean). Zweig lo cuenta maravillosamente.

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