Cultural

La ofrenda de Dina Boluarte al fujimorismo: la Casa de la Literatura Peruana

Esta no es una reacción de poder de Boluarte, sino de desesperación. Este es un ejemplo axiomático de lo que hace la derecha con la cultura.

Casa de la Literatura Peruana.
Casa de la Literatura Peruana.

La semana pasada estuvo marcada por dos polémicas culturales que tuvieron a la Casa de la Literatura Peruana como protagonista. La República dio cuenta de tres notas que revelaban lo que ya es una política de gobierno de la presidenta Dina Boluarte: lo que ella cree que es cultura, más los intereses en el tema de las facciones de derecha del Congreso.

La censura al reconocido historietista Juan Acevedo, quien esta semana iba a recibir el Premio Caslit 2024, y la revisión de contenido a las que serán sometidas las exposiciones de esta institución, son evidentes actos de silenciamiento que hicieron imposible la continuidad de Juan Yangali en la dirección de la Caslit. Yangali cumplió con renunciar.

Estas prácticas de censura se están llevando en diversos sectores de las carteras ministeriales de Educación y de Cultura. Por ejemplo, hay que preguntarnos por qué la histórica sede de la Av. Abancay de la Biblioteca Nacional del Perú tuvo en el primer semestre de este año hasta tres directores. La misma inquietud la podemos tener con otros organismos de estos ministerios. Extraños cambios, raras permanencias, ideales al servicio de la mejor oferta laboral.

Ya sabemos a lo que va la derecha del Congreso (compuesta por esa bizarra combinación de Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular), que busca borrar la memoria cultural desde los noventa o, en el “mejor” de los casos, adecuarla a su narrativa de lo que fue el país desde Fujimori. Pero a ¿qué van Dina Boluarte y sus adláteres? ¿Qué fin persiguen? El asunto es más básico de lo que se piensa: no hay ideología porque sus actos reflejan que no hay pensamiento alguno (por ejemplo, jamás olvidemos la barbaridad de Morgan Quero sobre las niñas awajún), lo que hay es puro afán de goce de las gollerías mientras se esté en el poder. ¿Estás con Dina o no? ¿Los chibilines o la dignidad? ¿La informalidad o lo correcto? Claro, si optas por los chibilines, hay que ser operador suyo, defenderla hasta en el mundo paralelo.

La designación, por parte del Minedu, de Gary Marroquín Mendoza en el cargo de director de la Caslit, es una respuesta de Boluarte a los escándalos de la semana pasada. Marroquín pertenece al ala dura de Boluarte y no tiene experiencia en el campo de la gestión cultural (relacionada a la literatura). No se tomaron el trabajo de buscar a alguien más afín al puesto porque la Caslit no les interesa, solo quieren “ordenarla”. Es una jugada política.

La Caslit es la ofrenda que Dina Boluarte debe darle a la derecha del Congreso (veamos, por ejemplo, en lo que esta ha hecho con su homónimo fondo editorial, hoy en manos del fujimorismo, antes en Avanza País, que es la misma vaina en cuanto a lo que creen que es cultura: mochasueldismo (“acá todos nos mojamos”) y borrado de memoria), como parte de su nefasto pacto de gobernabilidad.

Todos los atentados que viene sufriendo la Caslit están ligados al borrado de memoria. Las censuras a Juan Acevedo y a sus exposiciones, aparte de no tener justificación racional, fueron hechas a lo bestia. Hay un apuro.

Esta no es una reacción de poder de Boluarte, sino de desesperación. Este es un ejemplo axiomático de lo que hace la derecha con la cultura. La cultura tiene un poder que aterra a las tiranías y a los déspotas. No lo estoy contando: lo estamos viendo.