Cultura en los primeros 365 días de Pedro Castillo: el año que vivimos en peligro
Todo se derrumbó. La destitución de funcionarios claves, el nombramiento de personajes ajenos al sector y, sobre todo, el derrumbe de Kuélap, simbolizan el primer año de la administración Castillo.
“He tomado la decisión de botarlo pese a que es un gran técnico” (sic), fue el arranque del balconazo que hace unos días dio Mildred Fernández Palomino -nueva mandamás de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco- para anunciar la destitución del Dr. José M. Bastante como jefe del Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu.
Su perorata provocó los aplausos de los microbuseros, invasores, operadores turísticos y autoridades ediles de Aguas Calientes, quienes exigían la cabeza de Bastante por tratarse de un obstáculo para sus planes de depredación turística de la llaqta inca. Antes habían logrado aumentar irresponsablemente a más de cuatro mil las visitas diarias a nuestra maravilla turística. Solo faltaba la destitución de Bastante para capturar Machupicchu.
Pero el discurso de Fernández resume el primer año del Gobierno de Pedro Castillo en el sector Cultura: expulsar a los mejores técnicos para convertir el sector en un botín.
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Primero fue el nombramiento del excandidato a la presidencia Ciro Gálvez como parte de la cuota correspondiente a Vladimir Cerrón. En Huancayo todos conocen a Gálvez como el notario favorito de Cerrón y también por sus finos ternos y corbatas. Pero cuando asumió el Mincul cambió de look y su gran aporte “cultural” fue andar disfrazado de campesino.
El notario. Ciro Gálvez se la pasó disfrazado de campesino. Foto: difusión
Gálvez no dio la talla y su salida del Mincul coincidió con la decisión presidencial de abandonar su sombrero chotano.
Fue reemplazado por Gisela Ortiz, conocida como vocera de los familiares de las víctimas de la masacre de La Cantuta, y directora de operaciones del Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), ONG dedicada a las investigaciones de violaciones de los DD. HH.
Cuota política. Gisela Ortiz asumió los problemas del sector, pero Castillo quería un vocero. Foto: difusión
Como buena chachapoyana, Ortiz tomó el toro por las astas con el tema de deterioro de la fortaleza de Kuélap (baluarte arqueológico y turístico de la sierra norte), pero lo que Castillo necesitaba era un vocero político y aprovechó una nueva crisis ministerial para aceptar la renuncia de Ortiz y nombrar a un desconocido (en el sector cultural) Alejandro Salas.
Dicho y hecho. El nuevo titular del Mincul está dedicado de cuerpo y alma a ser el vocero oficial del mandatario. Tanto así que no solo sale a “traducir” cada crisis o declaración desafortunada realizada por Castillo, sino que también es voceado como “premier” en cada crisis provocada por lo disparates del presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres.
Pero la naturaleza es sabia y los apus andinos no aguantan pulgas. El inicio de la gestión de Salas coincidió con la temporada de lluvias en nuestras serranías, y fue la causa del derrumbe de una de las murallas de Kuélap. La noticia dio la vuelta al mundo y, desde entonces, su gestión como la del Gobierno de Castillo es asociado a las ruinas en que se está convirtiendo no solo el sector Cultura, sino todo el país.
Vocero político. Alejandro Salas es el traductor oficial. Foto: difusión
En lo que va del primer año del (des)Gobierno de Castillo, los ministros de Cultura y funcionarios de alto rango en las direcciones descentralizadas han sido nombrados por consideraciones políticas y para pagar favores locales. Todo esto se ha traducido en decisiones desacertadas como en la remoción injustificada de gente idónea: Soledad Mujica (gestora del Ruraq Maki), Marcela Olivas (de la DDC de Áncash) y ahora del Dr. José Bastante.
Su destitución en Cusco ha puesto en alerta a Unesco. Machupicchu corre peligro por el aumento de las visitas turísticas y los planes para cambiar horarios. El soterrado plan para construir una carretera de acceso a Aguas Calientes y anular el Centro de Visitantes.