Alberto Isola: “Del Perú no me iría aunque a veces reniego”
El gran director de teatro dirige “La Cisura de Silvio”, obra montada en Arequipa, al pie del Misti. La pieza se estrena el próximo 16 de junio.
Julio del año 1992. Explota un coche bomba en la calle Tarata. Alberto Ísola está cerca, en el Teatro Larco, cuando Sendero Luminoso perpetra el brutal atentado.
La zozobra lo desborda. Llama al director argentino del Centro Latinoamericano de Investigación Teatral, Juan Carlos Gene, para que le dé trabajo en Venezuela. Se va del Perú.
Paradojas de la vida, el país caribeño, en ese entonces, vivía un esplendor y era refugio de peruanos que huían de Sendero Luminoso y la crisis económica. El día que subió al avión cayó el cabecilla terrorista Abimael Guzmán. Asomaba una luz al final del túnel que lo haría regresar rápidamente.
“Fue una época inigualable que supera a la actual”, dice el director y actor de teatro y televisión en su reciente visita a Arequipa. En esta ciudad arrecian las bajas temperaturas que le alimentan un resfrío. Té caliente y un buen descongestionante lo alivian para la entrevista.
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Asegura que Arequipa le encanta. Está muy vinculado a Artescénica, el grupo de teatro de Andrés Luque Ruiz de Somocurcio. Con ellos, montó la obra de teatro “La Cisura de Silvio”, escrita por Víctor Falcón.
La pieza se estrena el próximo 16 de junio. La historia que dirige Ísola tiene a Rodolfo, un personaje que, con la memoria, vuelve a su infancia, a su pasado para cerrar muchas cosas. Es un ejercicio de memoria contextualizado en la época más dura del país: el terrorismo. ¿Se volvería a ir del país a pesar de esta tragedia que vivimos ahora?, pregunto. Me responde con un trozo del poema de Mario Benedetti: “Noción de patria”: Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros, quizá mi única noción de patria sea este regreso al propio desconcierto.
“No me iría de acá, como en aquella oportunidad. Tengo una misión como actor, director y docente”, me dice este descendiente de genoveses.
El sentido de pertenencia no le reprime la crítica. Siente que hay una enorme desorientación, reniega, como todos, cuando abre el periódico.
- Para los peruanos no es necesario recordar…
Es bueno recordar y preguntarse para qué. No es nostalgia ni masoquismo. Vale la pena recordar para saber que eso existió y no vuelva a suceder. Creo en la memoria como algo constructivo para no volver a incurrir nuevamente en errores. Los jóvenes son muy desmemoriados, vivimos una época de mucha desmemoria.
“La Cisura de Silvio” es una obra que abiertamente no aborda la violencia política. Ísola responde que está contextualizada en esa época. “Los personajes viven obsesionados con la idea de un apagón o un coche bomba”, añade.
Tomar distancia
El director sostiene que el teatro cumple una misión. Sirve para pronunciarse, no directamente, sino apelar a la parábola o metáfora para abordar ciertas cosas, precisa. “Soy seguidor de Bertolt Brecht, dramaturgo alemán. Él hablaba mucho del distanciamiento, si yo hago algo muy cercano, no hay distancia, no hay visión ni reflexión. Por ejemplo, pasó con “Madre coraje”, Brecht quería escribir una obra que señalaba que seguir a Hitler era una pésima decisión, él situó a la familia, pero en el siglo XVII ( el mensaje era antibelicista)
- ¿Cuánto suma la realidad en el arte?
Es un insumo fundamental. Imposible no pensar en la realidad. El teatro es potente, por ejemplo, en comparación al cine, los actores están ahí, se puede jugar mejor con la alusión, la metáfora, tocar algunas fibras que a veces son insospechadas.
- ¿Y cómo sabe que una obra va a funcionar?
Hace 50 años hago esto, la conclusión a la que llego es que uno nunca sabe. Hay obras en las cuales uno tiene la certeza que funcionarán y no ocurre así. Y las que cree que nadie vendrá se llenan. En el caso de La Cisura.. se trata de una obra donde uno se ríe mucho.
- ¿Dónde está más cómodo, como actor o director?
Me formé para ser director, me fui a Italia a estudiar, empecé a los 15 años. Pero se exigía a la directores que estudien actuación, no para que sean actores, sino para que sepan los procesos.