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Cultural

Fueron 7 los niños sacrificados en Cajamarquilla

Muerte ritual. Dos arqueólogos sanmarquinos, que dirigen equipo de excavación, sostienen que habrían sido ofrendados en ceremonia funeraria.

Los arqueólogos que dirigen la excavación sostienen que los cuerpos parecen guardar un vínculo con la momia, un hombre de 35 a 40 años perteneciente a la élite, fallecido entre los años 800 y 1.000 d. C. Foto: difusión
Los arqueólogos que dirigen la excavación sostienen que los cuerpos parecen guardar un vínculo con la momia, un hombre de 35 a 40 años perteneciente a la élite, fallecido entre los años 800 y 1.000 d. C. Foto: difusión

Hallazgos prehispánicos. Un equipo de arqueólogos, dirigido por dos investigadores sanmarquinos, confirmaron ayer a La República que no son seis, sino siete los niños que aparentemente fueron sacrificados hace más de 1.000 años en el complejo arqueológico Cajamarquilla, en Lurigancho-Chosica (Lima). Los pequeños fueron ubicados muy cerca del sepulcro de una importante momia descubierta a fines del año pasado.

Semanas atrás se habían encontrado seis fardos funerarios confeccionados con algodón, pero los arqueólogos confirmaron ayer un nuevo hallazgo a este medio durante la elaboración de esta nota. Junto a los pequeños, se encontraron esqueletos dispersos correspondientes a ocho adultos.

Los arqueólogos que dirigen la excavación, Pieter Van Dalen y Yomira Huamán, ambos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, explicaron que todos los cuerpos parecen guardar un vínculo con la momia, identificada como un hombre de 35 a 40 años perteneciente a la élite, que falleció entre los años 800 y 1.000 d. C.

“Después de descubrir la momia, nos parecía raro que este material tan compactado —la yapana— que conforma su tumba se extendiera más allá de la misma. Por eso empezamos una nueva excavación”, recordó Huamán.

En un nivel del suelo más bajo que la pomposa tumba de la momia, los hallazgos comenzaron. Hasta ese punto, podría tratarse de simples entierros, pero Huamán se preguntó: “¿Por qué tantos niños alrededor de la momia?”.

Y no solo eso. “Los huesos de los adultos tenían fracturas, como si hubieran sufrido una muerte violenta”, sostuvo Van Dalen.

Estos indicios refuerzan su hipótesis de que los entierros fueron sacrificios realizados para servir de compañía a la momia “en su tránsito hacia el mundo de los muertos”.

Uno de los fardos funerarios. Foto: difusión

Uno de los fardos funerarios. Foto: difusión

Tránsito al otro mundo

“Las sociedades andinas creían mucho en el mundo de los muertos. Cuando una persona moría, no era el final, sino un tránsito hacia un mundo paralelo”, afirma el arqueólogo.

El antecedente de este tipo de sacrificios es la tumba del Señor de Sipán, donde junto a este gobernante mochica estaban tres mujeres, cuatro hombres, un niño y restos de animales.

En cuanto al vínculo de la momia de Cajamarquilla con los sacrificios, Van Dalen y Huamán sospechan que podrían ser sirvientes, concubinas, hijos u otros familiares.

“Al momento de los funerales se realizaban los sacrificios y se colocaban los cuerpos. Luego continuaban rituales en honor al difunto, porque ese personaje poderoso que moría se convertía en un mallqui, un protector. Por eso, los que seguían vivos, sus descendientes y toda la sociedad en general, tenían que hacerle una serie de rituales”, explica Van Dalen.

Cabe precisar que este podría ser el sacrificio masivo de niños más antiguo conocido en Perú. Además, hay ciertos detalles que aumentan el misterio. Por ejemplo, el fardo de uno de los niños estaba junto a una mujer en un entierro muy distinto a los otros, más parecido al de la momia de alto rango: una cámara funeraria con acceso y múltiples ofrendas, como vasijas intactas y alimentos.

“Eso evidencia un rango social importante”, señala Huamán.

El equipo, conformado por otros colegas y estudiantes de San Marcos y la U. Nacional San Cristóbal de Huamanga, sospecha que hay más sacrificios en torno a la momia. Esperan obtener nuevos permisos de excavación del Ministerio de Cultura para seguir desentrañando los secretos de Cajamarquilla.

Periodista de la sección Ciencia de La República. Bachiller en Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Especialización en Comunicación Científica en la UTEC. Experiencia como redactor en revistas y medios digitales. Mientras no trato de explicar cómo funciona el universo, hago ciclismo de montaña.