Hubo pasajes de violencia con altísima intensidad en la historia de nuestra política peruana. Violencia expresada en una guerra civil (Piérola contra Cáceres en Lima, en 1895). Una represión brutal (Sánchez Cerro en Trujillo, en 1932). Y al siglo XXI llegamos también con intensa movilización social para recuperar la democracia.
Los historiadores peruanos José Ragas, Cecilia Méndez y Nelson Manrique hacen un rápido recuento y la necesaria reflexión en la coyuntura actual, con 55 fallecidos, 45 de ellos a causa directa de la represión del régimen de Dina Boluarte.
Entre fines de 1894 e inicios de 1895, Nicolás de Piérola lideró una guerra civil para derrocar el gobierno militar de Cáceres (más de 2.500 víctimas). Nelson Manrique apunta que, en este caso, no se trataba de una insurgencia popular contra la oligarquía, sino de un conflicto dentro del poder oligárquico.
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Desde Chile, José Ragas apunta que lo de Piérola fue un golpe de Estado: “Esto permitió que ascendiera a la presidencia bajo una elección controlada por sus fuerzas de choque. Cambió las normas electorales para beneficiar a los votantes costeños en desmedro de sus contrapartes andinas”.
En términos de legado, según subraya José Ragas, luego de la guerra civil “se estableció una relación perversa entre que el crecimiento económico de un país justificaba la llegada al poder incluso por medios no democráticos”.
Luego vino la llamada “revolución de Trujillo” de 1932. Desde California, Cecilia Méndez recordó que entonces hubo un despliegue de las tres fuerzas armadas y hubo bombardeo y asesinatos de civiles.
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La historia trae a reflexión el hecho de que ahora también el gobierno de Dina Boluarte acude al uso de armas contra civiles.
“En esos lugares donde se protestaba, como Arequipa, Cusco, Apurímac, se han usado armas y se ha matado gente en lugares alejados de Lima; lo que Carlos Iván Degregori llamaba la distancia emocional, más que geográfica”, apunta.
Cecilia Méndez pone énfasis en que luego de la violencia suscitada en Trujillo hubo más violencia y esta se expresó en el ataque de un aprista, con consecuencia de muerte, a Luis Miguel Sánchez Cerro.
Otro aspecto que considera para el análisis es que en aquella revolución había una organización opositora clara, que era el Apra; pero en la actualidad no lo hay. “Esa situación es muy grave, porque se están inventando chivos expiatorios, están inventando la existencia de Sendero, que ya fue derrotado, o están resucitando el fantasma del terrorismo”, cuestionó.
La historiadora asocia esto último con prácticas fascistas. “El fascismo es la mentira organizada. El fascismo necesita crear un enemigo, polarizar a la sociedad, para que la sociedad opte entre ellos y nosotros. Buscan incentivar el terror y, ahora, el terror de Estado”, expresa.
Nelson Manrique menciona además que la revolución en Trujillo sí fue popular y tuvo como origen el desconocimiento de Haya de la Torre de los resultados de las elecciones, lo que devino en una polarización.
El ingreso al siglo XXI fue con la reconquista de la democracia. La Marcha de los Cuatro Suyos es reconocida como la más contundente movilización social que devino en la caída del régimen Fujimori-Montesinos. Fue entonces que se produjo el incendio del Banco de la Nación, provocado por el gobierno.
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En el 2009 ocurrió lo del Baguazo. Nelson Manrique apunta que fue una matanza contra pueblos indígenas y hace una asociación con las protestas actuales que cuestionan cómo se ejerce el poder. “Estas protestas tienen una reivindicación política, étnica y regional, contra el racismo y la marginación”.
Cecilia Méndez cuestiona cómo se ejerce la represión. “Como señala José Carlos Agüero, tú no puedes humillar y pretender luego que esa persona esté con la cabeza gacha”, plantea, al advertir que eso puede generar el surgimiento de nuevos movimientos populares.
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Nelson Manrique, al referirse a cómo puede culminar esta etapa, señala que Dina Boluarte terminará siendo abandonada por la derecha, cuando llegue el momento de establecer la responsabilidad política y penal por las muertes generadas.
El historiador José Ragas sostiene que el escenario actual debe plantearnos la necesidad de llegar a una transición efectiva, que incluya sanción para los responsables de las muertes.
También considera importante realizar las reformas políticas necesarias para que los partidos recuperen su legitimidad y la militancia.
Un tercer punto que considera crucial es “sancionar el ‘terruqueo’ para desmantelar un discurso perverso y, como hemos visto, letal”.
Nelson Manrique sostiene que la salida de la crisis implica la renuncia de Dina Boluarte y la Mesa Directiva del Congreso. “Y el proceso de reconstrucción pasa necesariamente por convocar a una asamblea constituyente”, enfatiza.