Ha sido una semana en la que más viñetas sobre la Policía y los malos elementos que la corrompen se han dibujado. Todo empezó con una de las caricaturas que el corrosivo Carlos Tovar suele publicar en La República, una en la que advertía de lo complejo que es distinguir entre un agente deshonesto y otro que cumple su deber. Ante la destemplada reacción de la Comandancia General de la Policía, que acusaba a Tovar de “ridiculizar” a su institución y lo amenazaba con iniciar acciones legales, el gremio de humoristas gráficos se ha solidarizado con el caricaturista. Han corrido ríos de tinta después de aquello. Se han dibujado diferentes situaciones en las que la Policía prefiere hacer cualquier otra cosa antes que cumplir con su deber. Juan Acevedo, historietista y una de las grandes firmas del humor gráfico en el Perú, también quiere decir algo sobre este asunto. “Hay que tomar las cosas con calma, sin alterarse”, dice. Y luego repite lo que algunos no quieren aceptar; que el dibujo de Carlín solo retrata la realidad, sin quitarle o ponerle algo de más.
-Para empezar, una pregunta conceptual. ¿Para qué sirve el humor político? ¿Para incomodar al poder, para hacer reflexionar al lector o para generar chacota?
-El humor es difícil de definir, buscarle una utilidad… de pronto sirve para comprenderlo. Pero, en principio y a menudo, suele tener un aspecto de gratuidad que escapa al querer ver su utilidad. Si hay que hacerlo, podríamos decir que sirve para bajar tensiones, para cambiar de chip, para ver la realidad desde otro lado, una serie de cosas. ¿Si sirve para incomodar al poder? También. Para criticar, para hacer reflexionar al lector, tiene un conjunto de funciones.
-¿Hay límites para el humor político?
-No debiera haberlos. Los límites los pueden poner las circunstancias; en algunos casos puede ser la voluntad de un poderoso y en otros la conciencia de un dibujante, en relación al punto al que puede llegar su humor. Si el humor político sirve para ver la verdad, bienvenido sea. Pero si hiere a personas que están sufriendo, pienso en los deudos de una masacre, obviamente allí el humor está muy mal. No se puede hacer chiste de algo así. Pero no faltan estultos que a veces se burlan de quienes han sufrido alguna injusticia, incluso con muertos. En ese caso, hay límites naturales. Por ejemplo, si a un mandatario se le ocurre lanzar caramelos a gente de una ciudad en la cual hay asesinados y donde no se ha querido investigar, obviamente alguien debería ponerle límites a esa persona. Allí no hay humor.
-¿Qué no dibujaría usted?
-Eso. No dibujaría lo que hiere la legítima sensibilidad de personas que han sufrido injusticias.
-¿Ha tenido algún incidente con alguna autoridad o figura pública a la que no le gustó lo que dibujó? Cuénteme qué pasó.
-Sí, muchas veces. Desde que comenzó mi carrera. Yo comencé a publicar en noviembre del año 69. A las pocas semanas de que empecé, esto ocurrió en la revista Informe Ilustrado, me llamaron desesperados porque había salido un dibujo mío en el que criticaba el vicio del tabaco. Lo que yo no sabía era que el principal accionista de la revista era Tabacalera Nacional y me dijeron que en adelante yo tendría tres filtros para poder publicar. Uno sería el de la jefatura de la redacción, al que le llamaron severamente la atención, otro el comité directivo, y otro que no me acuerdo. Era una locura. Y yo decidí no publicar más al personaje que estaba haciendo en esa época, que se llama Manuelito Uno de Tantos. Simplemente comencé a hacer humor sin personaje fijo. Al poquísimo tiempo volví a tener otro encontrón en esta revista y es que me burlaba yo de la policía represiva que había en ese entonces. Me llamaron muertos de pánico, porque pensaban que el gobierno militar los podía cerrar y me pidieron que hiciera un dibujo a favor de la represión policial (se ríe). Eso era imposible. Allí lo dejé y me fui. Esa fue mi primera censura en mi primer trabajo y mi primera respuesta; no la acepté.
En el barrio de los caricaturistas, la censura es una vecina metete. Otra censura que me asombró fue la que me impuso Genaro Delgado Parker, cuando hice un dibujo animado sobre los derechos del niño y que iba a ser difundido por las estaciones de la Asociación de la Radio Televisión Peruana. Él dijo que un personaje que yo había dibujado se parecía a Joy Way, que esa animación se burlaba de Fujimori y por tanto de un gobierno que estaba obrando por la democracia. Sus interpretaciones eran puras mentiras, mi animación era con personajes ficticios y se centraban en los derechos del niño. Discutimos horas hasta que él con amenazas dobló la voluntad de quienes habían financiado el corto. Yo lo había estado pensando como a un líder de collera y que no quería ser faltado, pero me equivoqué, se portó como un gangster, aliado al poder de turno y desleal a su propia palabra. Ofreció que pasada esa coyuntura, difundiría el corto en la siguiente campaña electoral, que era municipal, y le escribí para recordárselo. No respondió ni pasó nada.
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-Recuerdo las sombras chinescas que publicaba bajó el nombre de Love Story en Perú.21. Eran especialmente mordaces. ¿Nunca le trajeron algún problema?
-Me trajeron varios problemas. Pero en este momento recuerdo uno muy simpático que me pasó con el Love Story original, el de Monos y Monadas. Es un trascendido que me lo contó un general que había asistido a un consejo de ministros con Morales Bermúdez. El dictador estaba harto de la tira, había puesto Monos y Monadas sobre la mesa cuando se inició el consejo de ministros y estaba furibundo. Entonces planteó cerrar la revista. Los militares se quedaron mudos. Vinatea, que era el general que tenía a cargo las comunicaciones, que era un militar muy cazurro, pícaro, tomó el Monos y Monadas, se detuvo en la página de Love Story, y, ante el silencio de sus compañeros ministros, le dijo a Morales Bermúdez: “Pero estás igualita, déjate de vainas”. Todos soltaron la carcajada. Allí Morales tuvo que decir: “Ya, no se puede con ustedes ni con estos, allí lo dejo”. Me causó gracia, porque allí yo dibujaba a Morales Bermúdez travestido, como una mujer, sabiendo que eso le fastidiaría en su formación militar. Es que Love Story trataba de eso, de relaciones de amor que en realidad explicaban comportamientos políticos. No era una burla de género o cosa parecida. Era una comedia a partir del paralelo entre el comportamiento político y el comportamiento romántico. Lo que a mí me salvó fue la criollada del general Vinatea y la correa que estuvo a punto de perder Morales Bermúdez.
-¿Ha habido, por el contrario, políticos que tomaban de buena gana que los dibujara?
-Hubo un ministro, ya en el gobierno civil, me acuerdo que me pasó en el restaurante “Donde el negro”, en Barranco. Era de Energía y Minas el ministro. Nos presentaron y él me dijo que esperaba que no lo dibujara. Yo le dije que no lo haría si se portaba bien. Ya no me hizo ninguna broma. En general, los políticos reaccionan de manera inapropiada ante los dibujos. Se desesperan y piensan que es una majadería sin nombre una caricatura y quieren censurarla. Ese es un gran error, diversión para la gente y medalla de honor para el caricaturista.
-¿Cómo se enteró de la amenaza de la policía contra Carlos Tovar?
-Por Facebook. Vi una publicación en el muro de Omar Zevallos, un amigo caricaturista y también periodista, quien daba noticia del fenómeno y protestaba. Compartí su post y le hice mi propia presentación.
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-¿Le parece excesiva la caricatura de Carlín?
-¿Excesiva? ¡Excelente! La caricatura dice la verdad. Pensar que es excesiva… Basta un poco de serenidad para leer correctamente la caricatura que al parecer ha sido muy mal interpretada.
-En su comunicado, la Policía acusa al dibujo de Carlín de “ridiculizar la imagen policial” y anuncia acciones legales, lo que no preveían es que casi todo el gremio de humoristas gráficos iba a respaldar con nuevos dibujos a Carlín. Quizá deban preparar no una sino varias demandas.
-Yo creo que se equivocó algún sobón que le calentó el oído al jefe de la Policía... O a este no le gusta ver la verdad. Yo no quiero caer en un antimilitarismo fácil, como a veces ocurre con la gente que identifica policía con brutote, con cachaco bestia, con tipos rudos que no saben pensar. Todas esas son tonterías, son prejuicios, estereotipos. A quien piensa que la caricatura de Carlín “ridiculiza el trabajo policial”, yo le digo: Deténgase y mire de nuevo el dibujo. En el dibujo vemos a tres personas con el uniforme de la antes benemérita Guardia Civil, hoy Policía Nacional del Perú. Y de esos uniformados, resulta que uno es falso, es bamba. ¿Existe ese personaje? Por supuesto que sí. Hay delincuentes que se visten de policías. Luego quedan dos. Dicen que uno es delincuente y el otro es honesto. ¿Hay o no hay policías delincuentes? Sí. Y le corresponde a la Policía hacer una reforma para combatir a esa corrupción que corroe al cuerpo policial. Y hay un tercero, que es un policía honesto. ¿Los hay? Sí, y estamos felices de contar con esas personas. Esa gente honra a la Policía. ¿Dónde está la ofensa entonces? No hay ninguna. Ni ridiculización. Los tres se ven idénticos y no hay forma de diferenciarlos, tal como es en la realidad.
-¿Puede prosperar una demanda de este tipo?
-Vemos tantas cosas en la justicia. Depende del juez. Hay jueces delincuentes y jueces honestos. Si está en manos de un juez deshonesto, esto puede prosperar. Y en este caso, habría que ir a una instancia internacional en la que quedaría muy mal la Policía y ese juez.
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-Cuando ocurrió la tragedia de los humoristas de la revista Charlie Hebdo en Francia, y se les pedía a los sobrevivientes que moderaran su manera de hacer sátira, usted opinó lo siguiente: “El humor no puede ser algo tan pauteado, sino muere. El humor es un acto de libertad en esencia, como el amor, como el arte”. Esa reflexión también se aplica para el caso de Carlín.
-Por supuesto. El humor, digo yo, es como el arte, como el amor, como toda expresión libre del ser humano que no se puede imponer ni limitar. Es algo que se da. Sin embargo, en el humor también entra el criterio del creador, cuando tiene que publicar sus tiras, y en este caso yo creo que se trata de una viñeta excelente de Carlín. Por ningún lado veo que él tuviera que limitarse, lo que ha hecho es el retrato de un hecho social. Lo que se está criticando es un hecho social no a una persona en particular y Carlín lo que está ejerciendo aquí es no solamente su derecho de ser libre en cuanto a creador, sino su derecho de ser libre como ciudadano y de expresar su opinión ciudadana.
-¿Cómo se verían los diarios sin viñetas de sátira política?
-Sería muy triste. Yo no quiero pensar qué sería de La República sin las caricaturas de Carlín, ese sería un golpe mortal que recibiría la publicación. Las caricaturas de Carlín son un atractivo principal en el periódico.
-En un mundo hiperconectado, ¿ha cambiado mucho el oficio de humorista gráfico?
-Creo que actualmente la comunicación y por lo tanto también el humor gráfico, la caricatura, la historieta, que son tres artes distintas, pero artes hermanas, están viviendo grandes cambios como los está viviendo también toda la prensa. La existencia de las redes sociales, de internet, de la televisión, dan lugar a este fenómeno de la inmediatez, que ha cambiado la situación. Todo esto hace que modifiquemos nuestros hábitos de lectura y tenemos que revisar las formas en que llegamos a la gente. Yo, como Carlín y como muchos de mis colegas y gente de mi generación, somos de la era del papel, cuando la gente esperaba al diario, a la revista, al destape que les traía. Esa expectativa ha cambiado ahora por la inmediatez, con la cual es imposible competir desde la tinta y el papel. Y entonces la tinta y el papel se tienen que hacer fuertes en otros aspectos, como son los de la opinión y, desde luego, la delicia de contar con la publicación entre las manos. Eso tiene una sensualidad que no tiene precio, de poder tener el diario, el libro, la publicación impresa.
-¿Cree que una viñeta de humor político es el equivalente en imágenes a la columna de opinión?
-Podría ser, pero veces tiene ventajas sobre la columna de opinión porque la imagen es especialmente atractiva. Vivimos en un mundo en el que lamentablemente la gente está dejando de leer. Felizmente hay gente que se resiste y que continúa manteniendo el hábito de la lectura, debemos luchar para que continúe. La historieta, la caricatura, el humor gráfico, son lenguajes híbridos a los cuales acude la imagen dibujada y también el texto escrito.
-¿Dirá algo el querido Cuy sobre lo que le pasa a Carlín?
-Ah, qué linda pregunta. Mira con el cuy no salgo a diario, pero, con lo que me dices, lo voy a hacer. Te agradezco por la convocatoria, por el llamado, a veces estamos desde la tribuna porque no tenemos lugar en el coso. En ocasiones me lanzo al coso solamente desde las redes, porque vivimos un tiempo difícil también para los medios escritos, que están padeciendo la existencia de las redes sociales. Desde ellas es que opino y como miles digo ¡No a la censura!, ¡Y dale Carlín!