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Opinión

Cara a cara con el exdictador, por Ángel Páez

Relaté que la prensa chicha de su gobierno me humilló públicamente en represalia por las investigaciones sobre corrupción y que el propósito final de la campaña era eliminarme

larepublica.pe
Alberto Fujimori detenido en Chile | Difusión | Prensa Chile

No sé si algunos colegas han experimentado el dudoso honor de enfrentar cara a cara a Alberto Fujimori o Vladimiro Montesinos. Pero en mi caso, los tuve al frente cuando fui citado como testigo en las audiencias judiciales por el financiamiento a la prensa chicha y por el contrabando de fusiles AK-47 para las FARC, respectivamente.

Fueron episodios trascendentales porque ambos debían responder ante los tribunales por dos gravísimos actos de corrupción, que fueron conocidos por investigaciones de La República, en una época en que el fujimontesinismo secuestraba y mataba periodistas, y torturaba y ejecutaba a quienes sospechaba que eran fuentes de los reporteros.

En la audiencia del miércoles 23 de febrero de 2005, en la Base Naval del Callao, el tribunal me requirió que confirmara las revelaciones del vendedor de armas Sarkis Soghanalian, quien proveyó los fusiles al gobierno de Fujimori, que luego transfirió a las FARC. El caso dejaba en entredicho el discurso del fujimorismo sobre su eficacia contra el terrorismo, porque Soghanalian dijo que fue el gobierno de Fujimori que lo contrató y que cuando vino a Lima coordinó con Montesinos el pago del cargamento.

En medio de las protestas y de los insultos del exjefe de facto del SIN y de su defensa, ratifiqué lo dicho por Soghanalian, quien, en una serie de entrevistas que nos concedió en la cárcel de Los Ángeles y en su residencia de Palm Springs, detalló cómo había sido el negocio en beneficio de los delincuentes de las FARC con aprobación de Fujimori, a quien ahora rinden tributo como héroe de la lucha antiterrorista. Montesinos y sus cómplices fueron condenados.

El viernes 30 de mayo de 2014, fui citado por el tribunal instalado en el cuartel de la Diroes, donde se encontraba la prisión del exdictador Alberto Fujimori. Este era acusado de haber desviado fondos públicos para subvencionar la perversa estrategia de ejecución mediática que diseñó Montesinos. El régimen pagaba a los medios para destruir a sus enemigos, entre ellos los periodistas de investigación, que destapamos los actos criminales del régimen, como la compra de armamento: la principal fuente de corrupción del gobierno.

Fujimori se enfureció cuando le recordé que no solo era el responsable de los contratos corruptos, sino también que los defendía públicamente, incluyendo a Montesinos, el gestor de la megacorrupción. “¡Cállese!”, repetía. El tribunal lo reconvino para que continuara con mi exposición.

Relaté que la prensa chicha de su gobierno me humilló públicamente en represalia por las investigaciones sobre corrupción y que el propósito final de la campaña era eliminarme. Fujimori, rojo por el fastidio, volvió a estallar: “¡No diga corrupción!”. Curiosamente, al publicar sus memorias en el 2021, Fujimori reconoció que la corrupción asaltó su gobierno. Yo se lo había dicho frente a frente.