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Opinión

Nuestra pequeña corrupción, por Rosa María Palacios

La corrupción pequeña, tarde o temprano se hace grande. Y siempre excluye. 

larepublica.pe
Rosa María Palacios

Tener un pasaporte no es un privilegio. Es un derecho. No es un regalo o un favor del Estado peruano. La Constitución nos garantiza que nuestros derechos a la identidad, nacionalidad, tránsito, son derechos humanos inalienables. Derechos cuyo ejercicio internacional tienen como documento universalmente aceptado el pasaporte. ¿Puede regularse su expedición? Por supuesto. Pero las regulaciones tienen que ser lo suficientemente razonables para no restringir el derecho.

En diciembre del 2019 obtuve un nuevo pasaporte en la oficina de Migraciones que quedaba en el óvalo Gutiérrez en Miraflores. Llegue a media mañana con el derecho ya pagado en el Banco de la Nación. Hice una hora de cola, me tomaron la foto y regresé a la hora de almuerzo a recogerlo. El sistema no era perfecto, pero distaba mucho de los recuerdos de jornadas de trabajo enteras haciendo cola en la oficina de Breña, donde muchos perdimos horas de horas peleando por hacer que se nos tratará como seres humanos.

En marzo del 2020 llegó la pandemia y como en tantos otros casos, se llevó algo que nunca volvió. Las fronteras cerraron y por meses el sistema no atendió. Cuando se abrió, se hizo con citas, dadas las condiciones sanitarias. Se nos habló, primero, de un embalse durante el 2020 y el 2021, para llegar a la inexistencia de libretas, un caso emblemático de la incompetencia del gobierno de Pedro Castillo. Superada la escasez, debimos volver a un sistema razonable. Cambiamos de presidente, un millón de peruanos migraron para no volver, pero las benditas citas se quedaron.

¿Cómo se obtiene hoy un pasaporte? Si usted es adicto a la adrenalina y a las emociones intensas, puede obtenerlo en el aeropuerto Jorge Chávez, 8 horas antes del vuelo con su boarding pass. Como se dice en criollo, “se la juega” porque la demanda suele ser alta y el tiempo, corto. La otra posibilidad es ir a la sede de Breña 48 horas antes con su pasaje de avión y rezar a todos los santos que no haya huelga, que el Gobierno no declare feriado y que la cola no lo mate del susto. ¿Qué usted tiene que trabajar? Eso, al Estado peruano, no le interesa. ¿Qué usted no es de emociones fuertes como para no tener sus documentos en orden 48 horas antes de viajar? Eso, tampoco interesa.

La tercera posibilidad es acceder al link que ofrece Migraciones para sacar una cita. Suena muy razonable y civilizado. No lo es. Es la suma de todos los incentivos perversos que puedan juntarse en un sistema inclinado a corromperse. ¿Por qué? Porque después de pagar el derecho en el Banco de la Nación en págalo.pe, usted ingresa al sistema menos amigable del mundo a revisar, sede por sede, en todo el Perú, donde hay una cita. En cualquier lugar, en cualquier mes, en cualquier año. No hay. Ni una. De hoy al infinito e inténtelo otro día. Una y otra vez, a toda hora, día tras día, mes tras mes. Tengo testimonios abundantes. ¿Y por qué nadie protesta?

Un lugar en una cola es un bien transable en el mercado. Si alguien hace la cola por ti a cambio de un precio, no está cometiendo ningún delito. En varias redes sociales encontrarán la oferta de tramitadores, “todo legal” que por 200 a 300 soles, te sacan cita en el día. ¿Cómo lo hacen? Es evidente que no tienen dedos mágicos. La única forma es con la complicidad de agentes dentro de Migraciones. El negocio es bien simple, si cierras la oferta de citas, ¿a dónde van las personas? Es decir, impides el acceso, por un lado, y por otro le das entrada al sistema a los tramitadores. Esto, por supuesto, no es gratis y aquí los actos de colusión y cohecho están por investigarse, si a algún fiscal le interesa.

¿Qué hace la gran mayoría de personas que no quiere vivir al susto? Paga. Ya sea al tramitador, ya sea a alguna “agencia” cercana a la sede de Breña, donde te dan un pasaje de avión al extranjero que se anulará. No los juzgo ni los condenó. En un país de salvajes como el nuestro es una conducta prudente y creo que puede argumentarse con éxito que cumple el estándar de debida diligencia. Como una vez que se obtiene el pasaporte, la protesta se olvida y como no tenemos que renovar este documento todos los días, el “sistema” corrupto no se cambia. Algo más. Todas las personas que han pedido un pasaporte en los últimos meses repiten la misma frase: “Cuando fui, la oficina estaba vacía”.

El martes conté esta historia en los dos programas que conduzco. El asunto se viralizó. El miércoles, ¡milagro de Santa Rosa!, todas las sedes del Perú tenían citas, todas. Saque la mía. Este fin de semana, en plan control de daños, Migraciones da una entrevista a Sebastián Ramírez de El Comercio. Hay datos fantásticos. En el 2023 se emitieron 927.000 pasaportes, pero, aseguran, el 50% no se ha usado. ¿Es decir, casi 500.000 pasaportes pasaron por el sistema de citas obligadamente el 2023, dado que no tenían pasajes? En lo que va del año ya han emitido 598.000 pasaportes después de darse 600.000 citas. ¿Solo 2.000 personas este año fueron al aeropuerto o 48 horas antes a Breña? Algo aquí no cuadra. Pero el dato más curioso es este. Afirman que “ya se habilitaron las nuevas citas para octubre”. Bien, ¿y para noviembre, diciembre, enero y todos los próximos años? ¿Lo hacen mes a mes? ¿Eso es un “sistema” que da acceso universal?

La corrupción pequeña, tarde o temprano se hace grande, Y siempre excluye. A seguir luchando hasta la abolición de las citas. Es un buen sistema para un país civilizado, no para el nuestro.