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Opinión

Hace más de 200 años: "si mil vidas tuviera", por Moisés Barrantes

Con penurias y tristeza causada por la injusticia social en la que se encuentra nuestra Patria, tenemos reserva moral y capacidad para cambiar

larepublica.pe
Moisés Barrantes

Hace 203 años, el 28 de julio de 1821, el libertador Don José de San Martín, heroica y cívicamente entusiasmado, declaró la independencia del Perú, que fue parcial porque las fuerzas realistas todavía tenían presencia, hasta que Bolívar en Ayacucho consolidó el triunfo, el 9 de diciembre de 1824. Así nació el Estado peruano, como dijo Basadre, “con la esperanza de una vida mejor”. Historia de mil sacrificios, sintetizados en la vida del mayor precursor, José Olaya Balandra.

En esta historia grandiosa se reúnen a personalidades precursoras de la independencia, como Micaela Bastidas, María Parado de Bellido y Tupac Amaru II, a lado de José Olaya y los libertadores San Martín y Bolívar, quienes ocupan lugar preferencial en la construcción de la nueva Patria. Todo peruano debe conocer, sentir y comunicar esta historia grandiosa. Tenerla presente en los hogares e instituciones.

Así se fue edificando el Perú de múltiples nacionalidades, sin poder integrar costa, sierra y selva. Los gobiernos sucesivos de las oligarquías y grupos de poder fueron incapaces de encaminar a la Patria hacia el desarrollo social. Solo por breves momentos algunos gobernantes hicieron cosas positivas. El Perú desintegrado y descuidado, enfrentó dos guerras, contra Chile y Ecuador. Perdimos territorio con algunos vecinos. Hubo, igualmente, derramamiento de sangre, muerte y destrucción por las guerrillas, en el siglo XX

Surgieron conflictos, en los vaivenes de los 200 años de vida republicana, contra algunos países vecinos, durante los cuales emergió la grandeza de nuestros defensores, enormes héroes. Francisco Bolognesi Cervantes en la frontera del sur, Alfonso Ugarte en el morro de Arica, Miguel Grau Seminario en el mar del Pacífico y José Abelardo Quiñones Gonzales en el aire, en la guerra contra Ecuador. Murieron en el último aliento, protegiendo tierra, agua y aire de la patria. Así como también se derramó sangre con las guerrillas. 

A pesar de estar muy herido, el Perú ha seguido con vida, aunque tuvo que soportar los desajustes y atrasos de un país subdesarrollado. Se fue afianzando el centralismo, que se distingue por el sello como lo identifica la población, “Lima y provincias”. Así se la mira y así se la trata. Los políticos de ocasión y grupos de poder han normalizado esta distinción. Costa, sierra y selva, norte, centro y sur, ven a una Lima altanera.

Los intentos por avanzar en el camino de la descentralización, mediante los gobiernos regionales, hasta ahora no encuentran resultados favorables, porque los lazos centralistas continúan atados a Lima, donde actúan grupos de poder y políticos de ocasión, del ejecutivo y legislativo. Algunos golpes militares sucedieron en este bicentenario de independencia política. Al final, todos quedaron alineados al poder oligárquico.

Llegamos a las Fiestas Patrias del 2024, soportando deficiencias y carencias sociales extremas, en un marco internacional heterogéneo, con ricos y pobres en rutas diferentes. En el Perú, la descomposición social se expresa mediante el incremento de pobreza, delincuencia, inseguridad, corrupción y narcotráfico. Las ciudades grandes son las más afectadas, lugares donde las autoridades son incapaces de gobernar y controlar.

A pesar de ello, con penurias y tristeza causada por la injusticia social en la que se encuentra nuestra Patria, tenemos reserva moral y capacidad para cambiar. Como dijo el arqueólogo e historiador Luis Guillermo Lumbreras, hemos llegado a la etapa “de la debacle de la oligarquía”, es tiempo de enrumbar a la Patria en el camino del desarrollo. El 28 de julio del 2024 debería marcar el comienzo de nueva vida para los peruanos.