El conflicto Irán-Israel y la paradoja de la alimentación en el Perú, por Angie Higuchi

El Perú celebra el reconocimiento de Maido como el mejor restaurante del mundo, pero enfrenta una dura realidad de inseguridad alimentaria, donde el 51.7% de su población sufre esta crisis.

En medio del conflicto de medio oriente y las consecuencias que traerá en el alza del precio de los alimentos, en el Perú, nos llena de orgullo que Maido haya alcanzado el premio al mejor restaurante del mundo en el ranking “The World’s 50 Best Restaurants 2025”. Asimismo, nos alegra la representatividad de nuestra gastronomía mediante restaurantes como Kjolle, Mérito y Mayta, que, junto con Central, ofrecen una oferta atractiva para el turismo gastronómico de nuestro país. Sin embargo, no podemos dejar de lado la otra cara de la moneda: tenemos, por un lado, al primer restaurante del mundo y por el otro, somos el primer país en inseguridad alimentaria en América Latina. Primeros sí, pero en sentidos opuestos.

El año pasado, INEI publicó que la pobreza monetaria alcanzó al 29% de la población del país. Esto equivale a 9.8 millones de personas, de los cuales 1.9 millones son pobres extremos, pues perciben un ingreso menor que el precio de la canasta básica. Según FAO (2024) el 51.7% de la población peruana enfrenta situaciones de inseguridad alimentaria moderada o severa y el informe del MIDIS y PMA (2024) asegura que el 51,6% de los hogares enfrentan algún grado de inseguridad alimentaria. Asimismo, los resultados del IEP apoyaron estas alarmantes cifras, publicando que casi uno de cada dos se ha quedado sin alimentos por falta de recursos en el Perú rural, y en el nivel socioeconómico D/E, seis de cada 10 y que dos tercios habían reducido su consumo de alimentos.

Las personas en situación de inseguridad alimentaria severa se han quedado sin alimentos y, en el peor de los casos, han pasado días sin comer. Otros datos necesarios para entender esta situación: el 43.1% de los niños de menos de 3 años son anémicos (dos puntos más que en el 2019) y la tasa de desnutrición infantil en los niños menores de 5 años de edad se mantiene en alrededor del 11.5%, alcanzando el 20.3% en las áreas rurales. Por otro lado, el porcentaje de obesos en todo el país aumentó, afectando al 24.1 de la población mayor de 15 años (1.8% más que el 2019), lo cual incrementó también los riesgos de enfermedades crónicas no transmisibles (INEI, 2024).

La paradoja de la gastronomía en el Perú muestra que, por un lado, los mejores restaurantes en Lima reciben comensales que se deleitan con nuestros productos exóticos oriundos de nuestro tan rico país. Y esto está muy bien. Lo que no está bien es que la población pobre y más vulnerable se encuentre abandonada a su suerte, con un plato hondo sin llenar o con productos alimenticios que “llenan, pero no nutren” y que incluso, enferman, como los alimentos procesados (conservas tan cuestionadas en las compras de Qali Warma) así como productos ultra procesados baratos, densos en energía y pobres en nutrientes. Estos últimos terminan siendo su principal fuente de carbohidratos debido a la deficiencia en el consumo de proteína animal, frutas y verduras.

Sumando a nuestro paupérrimo nivel de inseguridad alimentaria, se avizoran tiempos difíciles en la agricultura. A factores como el cambio climático se agregan eventos internacionales imposibles de controlar como la guerra de Irán e Israel, que se superpone a la guerra de Rusia y Ucrania. El costo de los fertilizantes, el combustible y el mantenimiento de maquinarias, entre otros, a raíz del incremento del precio del petróleo, se trasladará a los precios finales de los alimentos.

El Perú no sólo enfrentará precios caros de productos importados como el trigo, las oleaginosas y maíz amarillo. Sin medidas claras y tangibles, los precios de los alimentos provenientes de la agricultura familiar como el arroz y la papa, además de leguminosas, frutas y verduras irían aún más al alza gracias a la reducción del rendimiento de los cultivos por falta de fertilizantes.  

Sin lugar a duda un horizonte agrícola desalentador. En un contexto donde un creciente número de comensales del extranjero y locales disfrutan de nuestra gastronomía de alta gama, muchos eventos con efectos negativos están aconteciendo en detrimento de nuestro alimento que afectan, sobre todo, a la población más vulnerable. La respuesta de política pública técnicamente débil e ineficiente en la gestión evidencia una total indolencia que profundiza la brecha social y alimentaria en la sociedad. Es más que necesario que el Gobierno sea analítico, eficaz y efectivo en sus decisiones. Sobre todo, reforzando los programas sociales, que es por donde se ataca directamente la inseguridad alimentaria de miles de peruanos.