Un nuevo estudio muestra que el agua del río Rímac está contaminada con metales pesados como el arsénico, plomo, cadmio, entre otros. La investigación, presentada en San Mateo de Huanchor el 10 de abril, fue realizada por encargo de la Diócesis de Chosica, Cáritas, la Plataforma de Defensa de la Cuenca Alta del Rímac, la Red Muqui y la Comisión Episcopal de Acción Social. Los puntos de muestreo de agua, sedimentos y relave fueron ubicados en Millotingo, Chinchan y Tamboraque, en la provincia de Huarochirí.
Los resultados son alarmantes. Con respecto al agua, se superaron los estándares de calidad ambiental para consumo humano en arsénico, cadmio y otros metales. En relación con los sedimentos (elementos que se acumulan en el fondo del río), se encontraron niveles muy altos de arsénico y cadmio, por encima de la norma canadiense de referencia. Se preguntará el lector: ¿por qué usar la norma de otro país y no la peruana? Pues, aunque parezca increíble, porque no hay norma nacional sobre estándares de calidad para sedimentos. Así de precaria es nuestra normativa ambiental.
Además, el estudio muestra que muchos relaves y pasivos ambientales mineros ubicados en la cuenca del Rímac tienen problemas serios de estabilidad, erosión hídrica y deslizamientos. Esta es una amenaza permanente para el abastecimiento de agua a Lima y el Callao.
La pregunta para quienes vivimos en la capital es si ¿la Atarjea tiene la capacidad de eliminar al 100% estos metales? ¿Qué tan segura es el agua que tomamos día a día? ¿Cuánto dinero le cuesta a Sedapal cada año tratar esa agua contaminada?
De hecho, este no es un problema solo de Lima. Esta semana se reúne la Plataforma de Afectados por Metales Pesados en su congreso nacional, la cual es una organización que reúne bases de más de una decena de regiones. Según datos del Minsa, hay unos 10 millones de peruanos expuestos a contaminación por metales tóxicos.
Es urgente recuperar la salud de nuestros ecosistemas, remediar los 375 pasivos ambientales mineros ubicados en la cuenca del Rímac y cortar de raíz el origen de esta amenaza. ¡Basta de exponer a la población a los peligrosos efectos en la salud de la contaminación por metales tóxicos!